Ecos de una ciudad sumergida.

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jueves, 22 de abril de 2010

DROIDS ATTACK - Must Destroy (2010)

Tiempo llevaba degustando este discazo, pero por mil razones no había tenido la ocasión de subirlo y comentarlo en el blog. Desde luego no era por falta de ganas, porque la verdad que me parece un grandísimo álbum, con unos riffs capaz de derrumbar las paredes de tu casa mientras te hacen mover las greñas como un poseso. Droids Attack es un trío de Madison y este Must Destroy es ya su tercer larga duración, que se suma a dos demos y un split junto a Imperial Battlesnake. Son los norteamericanos un grupo muy especial, que desde el primer momento se ganaron mi cariño en base a una propuesta y actitud muy peculiares, en la que el stoner, el punk y unas altas dosis de sentido del humor se fusionan de tal manera que hacen de Droids Attack un grupo con personalidad propia. Uno de los elementos que más les caracteriza es Robo, su mascota-robot que aparece en todos sus álbumes y que incluso hace apariciones en directo para causar el terror y el descojone entre el personal. Sin embargo, no por ello hay que minusvalorar su música, porque la banda es capaz de denucarte a base de riffs tremendos y una actitud a prueba de bombas. Su primer álbum, All Your Chicks Are Belong To Us (2004, Crustacean Records) fue elegido mejor disco de punk del año por la Madison Area Music Award. Su continuación, Fatal/Error (2006, Crustacean Records) recogió numerosos halagos por parte de la crítica rockera internacional (Stonerrock.com, Hellridemusic.com, Mindovermetal.com...). Así que los cuatro años de espera que hemos tenido que aguantar para que viera la luz Must Destroy no habían hecho más que incrementar las expectativas.

Pues bien, el álbum está aquí, y todos podemos alegrarnos, porque estos tres locos han facturado su mejor trabajo hasta la época. Y es que los cabrones han pulido defectos y ensalzado virtudes de manera magistral, dando como resultado una de las mejores colecciones de riffs del año, y un disco tremendo y compacto como el granito. Efectivamente, Must Destroy es una andanada guitarrera que puede desnucarte si te descuidas, y que hará las delicias de todo amante de Black Sabbath y el stoner en general que se precie. Además, en el aspecto vocal han llevado a cabo una evolución muy lógica, y Brad Van (guitarra, voz) ha dejado atrás su registro más cercano al sludge de discos anteriores para aclarar sus cuerdas vocales y adquirir una tonalidad más rockera, aunque siga pareciendo que se ha fumado diez porracos a palo seco regados con media botella de bourbon. Aquí no se toman prisioneros, y armados con lo mejor del metal, el sludge, el punk, el blues y el stoner, Droids Attack se lanzan desde sus trincheras con un machete roñoso en una mano, un canuto en la otra y riendo como maníacos ante la inminente carnicería. Porque como ya he dicho, el humor pinta mucho aquí, y sólo hay que leer los títulos de algunos temas para darse cuenta. Ahí esta la inicial Unforgiven IV (titulaco,jajaja), toda una rocosa intro con una masividad canábica que recuerda mucho a los enormes Bongzilla (con los cuales ha tocado el bajista Nate Bush) para cerciorarlo. No menos risivo es el título del segundo corte, The Great Wall Of 'Gina' (jajajaj, que decir...), aunque musicalmente estemos ante uno de los pepinazos rockeros más grandes que servidor ha tenido el placer de paladear en mucho tiempo. No llega a tres minutos, pero la fusión perfecta que Droids Attack hacen de lo mejor de High On Fire junto a unos riffs blueseros perfectos hacen del tema un auténtico hit. Blueshammer muestra a la perfección la evolución de la banda: un Brad Van con una voz enorme, riffs matadores y un órgano que sumado a un más que visible jugueteo con la psicodelia completan otro auténtico torpedo directo a tu línea de flotación. En la misma línea se mueve The Arcade Bully, uniendo la inmediatez del rock más primario a unos matices psicodélicos geniales. A continuación nos enfrentamos a los casi 7 minutos de la canción que da título al disco, y ahí ya es para ir de rodillas hasta Madison a pedir que el trío me adopte intentando mientras tanto que Robo no me descuartice. Un auténtico temón, lento como el cerebro de un porreta pero firme como el pene de un adolescente en una orgía lésbica. Las similitudes con Clutch aquí son más que evidentes, pero no caigo en la herejía (Clutch molan un huevo, y son casi sagrados...) si aseguro que las huestes de Neil Fallon tendrían que sudar mucho para parir algo al nivel de Must Destroy. Las raíces punks del grupo comienzan a ser visibles con The Crisis In The City, una canción a todo trapo que sacrifica los riffs gordos por la velocidad, pero que aún así no desentona para nada en el conjunto, y que sería ideal para conducir a todo trapo huyendo de los maderos a tiro limpio. El mismo tono, aunque con mucho mas feeling rockero, es el que tiene Koko Beware (jajaja, si, premio, el Koko Beware de Pressing Catch...). Otro punto álgido nos llega con Canadian Death Bus. Blues desorbitante, guitarras de otro planeta, psicodelia setentera, la voz de nuevo perfecta, poco más que añadir aparte de una reverencia. Cierra el álbum Astro Gilder, de nuevo un temón himno para que al terminar el metraje del mismo, uno se encuentre desmelenado y haciendo air guitar como un verdadero poseso. Si te molan a partes iguales Black Sabbath, Bongzilla, Clutch y los Melvins, Droids Attack te van a hacer correr del gusto.

Discazo de rock. Muy difícil lo veo para que no se convierta en el álbum de stoner del año. Porque lo tiene todo para serlo. Riffs enormes, temas imbatibles y una actitud a prueba de bombas. Y además te ríes un rato. No se puede pedir nada más.

Nota: 9/10

DROIDS ATTACK - Must Destroy


Y de regalo, porque me siento hoy así de gentil, el anterior álbum de los norteamericanos. Se trata de Fatal/Error, y os aseguro que os vendrá muy bien cuando al acabar de escuchar Must Destroy os queden unas ganacas enormes de seguir escuchando a estos tíos. No es tan redondo como éste, pero aún así se pule al 90% de bandas rockeras a base de unos riffs bestiales. Y además le dedican una canción a nuestro héroe de acción acartonado favorito (con el perdón del gran Chuck...), Steven Seagal!!.

sábado, 17 de abril de 2010

CANDLEMASS - Discografía Esencial



Bueno, pues tras hacer un brevísimo repaso al doom de la década pasada a través de tres discos que considero de importancia vital para comprenderlo en su mayor esplendor, seguía teniendo una duda en mi cabeza. Esta era si incluir o no el disco de reunión de Candlemass con Messiah Marcolin en 2005. Es un discazo tremendo, en el que la banda volvía a demostrar que inspirados y en forma, eran simplemente imbatibles. Pero a su vez me hubiera quedado insatisfecho comentando un álbum que es sólo la punta del iceberg de una de las discografías más intachables de la historia del metal. Así que al final, harto de tanta duda estéril, he decidido hacer un pequeño esfuerzo colgando la que considero es la discografía esencial de la banda. Quede claro que esta es una elección subjetiva, pero creo que nadie rebatirá mi decisión de incluir en ella sus cuatro primeros álbumes, porque en ese caso merecería que su alma fuera desgarrada por demonios espacio-dimensionales mientras su cuerpo es sodomizado por convictos sudorosos de dos metros con nombres como Bubba. Así de grande merecería ser castigado por dudar que esos álbumes son simplemente perfectos, intachables. Junto a ellos, incluyo la ya citada reunión con Marcolin en 2005. Y lo hago porque creo que con ese álbum se cierra el ciclo con él (aunque en este mundillo de la música nunca se sabe), y lo hace de manera magistral. Que conste que los dos últimos lanzamientos de la banda junto a Robert Lowe (ex-Solitude Aeturnus) me encantan, y su Death Magic Doom del año pasado roza la excelencia en mi humilde opinión. Pero haciendo un símil con el baloncesto, Candlemass serían como unos Celtics, en los que por mucho que uno disfrute con su actual alineación en la que brillan Pierce, Allen y Garnett, nada puede igualar a aquel plantel dirigido por el todopoderoso Larry Bird y que marcó un hito en el baloncesto mundial.

Tras esa comparación que a muchos les parecerá una marcianada, continúo una aseveración aún mayor, más centrada musicalmente, pero que a muchos más les parecerá una herejía (a otros estoy seguro que no) y que sin embargo considero esencial para que los que lean esto entiendan mi amor por la banda sueca y por dónde van mis coordenadas musicales. Hablo de mi firme creencia en que Candlemass es una banda muy superior a Black Sabbath. Ya está dicho, y estoy preparado para los golpes que puedan caerme con el cuchillo entre los dientes y agazapado en mi trinchera cargada de argumentos. Nunca negaré, ni siquiera me atrevería a ello, el papel fundamental que los ingleses han tenido en el nacimiento y devenir del metal como generador de un patrón de desarrollar unos riffs que se han convertido en santo y seña del estilo musical más grandioso que ha dado la humanidad. Su papel fue tan importante que no me sonrojo si digo que no creo que haya habido otra banda con mayor influencia que Black Sabbath en la música moderna. Hasta ahí, todos de acuerdo. Pero si olvidamos todo eso (sé que a veces es difícil), y nos centramos en lo estrictamente musical, creo que Candlemass es todo lo que Black Sabbath no pudo llegar a ser, con todas sus cualidades pulidas y mejoradas y sin ninguno de sus defectos. La contundencia de los riffs, su trotar lento y machacón y una épica capaz de derribar montañas les emparentaban con los Sabbath inequivocamente, pero en ese último aspecto es donde Candlemass ganaba por goleada. La manera en que los suecos se lanzan al galope y la inclusión de esos solos melódicos sencillos pero pletóricos eran cosas de las que adolecían los heraldos de Iommi. Y no hablemos del aspecto vocal. Ozzy, pese a todo el cariño que le tengo, no sirve ni para limpiarle los zapatos a Marcolin en cuestión de potencia vocal, interpretación ni en la belleza de sus letras. La teatralidad de la que siempre ha gustado Ozzy está aumentada por mil en Messiah Marcolin, que además podía (y puede) alardear de uno de los chorros de voz más grandiosos que se han puesto al servicio del metal. Pese a ello, el primer y profético álbum de Candlemass (que dio nombre al género), Epicus Doomicus Metallicus (1986), no contaba con la presencia del orondo cantante, ocupándose Johan Lanquist del aspecto vocal, y aunque no alcanzaba la grandiosidad de aquel, hay que decir que cumplió con creces la tarea, y puede sentirse orgulloso de haber formado parte de un disco vital en la historia del doom y el metal en general. Pocos comienzos he escuchado en mi vida tan arrebatadores como el de ese álbum con la acojonante Solitude. En un disco tremendamente oscuro y pesimista, brillan con luz propia esas terribles estrofas: "Hate is my only friend, Pain is my father" y que continuan con "Please, let me die in solitude". Demon's Gate o A Sorcerer's Pledge eran temazos también inmensos que constataban desde un primer momento que aquel disco había nacido para crear historia. A él le siguió Nightsfall, el primer álbum con Marcolin entre sus filas, y para muchos el mejor álbum de la banda. El comienzo, como es habitual en la banda, es para caerse de espaldas, porque esa andanada compuesta por Gothic Stone y Well Of Souls es simplemente apoteósica. Si a la grandeza de esos poderosos riffs ya conocidos se le suma la voz inabarcable de Marcolin, el resultado es incontestable. Decir que pese a la fama que siempre ha rodeado a Messiah, y que ha tendido a eclipsar siempre al resto de la banda, el verdadero motor de Candlemass ha sido, es y será el bajista Leif Edling, que además de su pericia como instrumentista, fundamental para comprender la profundidad del sonido de los suecos, su principal mérito es el de ser el principal compositor de todos los temas que la banda ha parido. Desde aquí el reconocimiento infinito a uno de los músicos más infravalorados de la historia. Siguiendo con el álbum, nos encontramos ante un disco sencillamente perfecto, genial, como pocos existen. Enumerar sus pepinazos es como hacerlo con la alineación de campanillas de los Bulls de Jordan. At The Gallows End, Codex Gigas, Bewitched... Y otra paso más en la senda gloriosa de la banda. Ancient Dreams fue el tercer asalto con el que Candlemass conmocionaron el mundo metálico. Leif Edling sigue sin estar contento con ese álbum a dia de hoy, que se vio envuelto en numerosos problemas, pero para los oyentes, mucho más imparciales que el padre de la criatura, se trata de otro de los discos indispensables de Candlemass, e incluso muchos de nosotros creemos que se trata del mejor de su discografía. Es sin lugar a dudas el más heavy y duro de sus cuatro primeros álbumes, y probablemente el más variado (dentro de lo que es el mundo de Candlemass). Los solos están increíblemente trabajados, influenciado en parte por el reinado que el heavy metal ostentaba en aquellos tiempos, ya que no olvidemos que Ancient Dreams data de 1988. Como si de su Painkiller particular se tratase, no había aquí los temas tan demoledores del Epicus ni de Nightfall, pero sí joyas inmortales del calibre de Mirror, Mirror, Bearer Of Pain o esa acojonante Bells Of Acheron. Los elementos intrínsecos a la banda se habían pulido prácticamente, y tanto sus riffs como sus ambientes oscuros y teatrales y sus temáticas cuasi powermetaleras gozaban de un brillo único y personal en toda la escena. Un año después apareció su última gran obra, Tales Of Creation. Excelente continuación de Ancient Dreams, aquí nos encontramos con un álbum más veloz de lo habitual en los suecos, pero igualmente heavy y épico, y con un Messiah Marcolin en la plenitud de sus cualidades vocales, como constata ese comienzo al galope con la genial Dark Reflections. Leif Edling se muestra en estado de gracia, y aquí factura algunas de sus mejores canciones, como The Edge Of Heaven o A Tale Of Creation. Tras éste álbum, y de lleno en la gira mundial que la banda ofrecía en 1991, Marcolin decide abandonar la banda. Candlemass entró en una fase difícil, y aunque el talento de Edling seguía allí, parecía que sin Marcolin como referente vocal el rumbo andaba algo perdido, pese al buen trabajo que Thomas Vikstrom realizó en el notable Chapter VI de 1992. Luego llegaron discos mediocres como Dactylis Glomerata(1998) o From The 13th Sun (1999), tras el que servidor les dio por perdidos (ay, hombre de poca fe que soy...). Sin embargo, cual fue mi sorpresa, ya mediada la primera década de siglo, cuando leí que Marcolin regresaba y con él un nuevo lanzamiento de la banda. A pesar de mis reticencias y dudas, tuve que rendirme ante la primera escucha de Candlemass (2005). Cabrones, lo habían vuelto a hacer. Sonaban muchísimo más duros que antaño, algo normal teniendo en cuenta la época, pero la esencia del grupo estaba ahí. De nuevo un comienzo bestial con Black Dwarf, probablemente el tema más duro y heavy que hayan grabado nunca, y Seven Silver Keys y Assasin Of The Light ahondaban en esta línea. Para los nostálgicos, nos regalaban una Copernicus que tenía un sabor deliciosamente añejo. Al poco Marcolin volvió a dejar la banda, pero dejando tras él uno de los mejores discos del año y otra muesca más en una discografía insuperable.



viernes, 16 de abril de 2010

TWILIGHT - Monument To Time End (2010)

Jo,jo,jo, que ganazas de tener por fin este discazo entre mis garras. Mucho se venía hablando de él, y enorme era la expectación generada por los miembros que componen esta superbanda. Porque señores, hablamos de los músicos que han conseguido convertir el underground metálico en un movimiento de semi-masas gracias obras maestras de calibre incuestionable, y de erigir sus respectivas bandas en grupos de culto y esenciales para entender la música de nuestro tiempo. Hablamos de (todos en pie):

N. Imperial (Krieg, N.I.L.) - Voz.
Aaron Turner (Isis, Old Mans Gloom) - Guitarra, Efectos, Voz.
Blake Judd (Nachtmystium) - Guitarra, Voz.
Wrest (Leviathan) - Batería, Bajo, Guitarra.
Sandford Parker (Minsk) - Sintetizadores.
Stavros Giannopoulos (The Atlas Moth) - Guitarra.

Pues si, todo un all-star que se ha reunido con la única intención de hacer black-metal con denominación de origen norteamericana. Ese que ha encumbrado a formaciones como Wolves In The Throne Room o Kult Ov Azazel. De todos modos, y como suele ser habitual en estos casos, la pregunta es ¿está el álbum al nivel de sus insignes integrantes?.

A diferencia del debut de la banda, más enfocada a un black metal primario y en el que se notaba la participación de Malefic (Xasthur) y Hildolf (Draugar), la salida de éstos y la incorporación de Giannopoulos, Aaron Turner y Sandford Parker ha provocado un comprensible cambio de rumbo en el sonido del combo, más enfocado ahora hacia el cuidado de las atmósferas y con una más que evidente propensión a las progresiones. Aún así no preocuparse, porque esto suena 100% black metal, o al menos puro black metal norteamericano, de ese que hace tiempo decidió abrirse su propio camino sin atender a estúpidos corsés, prejuicios o estereotipos. Ya la inicial The Cryptic Ascension nos asalta con una genial mezcla de black rabioso con las atmósferas oscuras de Isis, y sus reverberaciones sludge, lejos de provocar una espantada general, suenan increíblemente conjuntadas y naturales. Imperial y Turner hacen gala de sus voces más brutales para cargar de rabia cada corte de una manera bestial, mientras que la aparición estelar en algunos de ellos de la voz limpia de Robert Lowe (Om) ayuda a matizar y versatilizar el conjunto. Las sorpresas no tardan en llegar tan pronto comienza 8,000 Years, con una base industrial impresionante a cargo de unos sintetizadores que por momentos transforman la canción en una suerte de black metal bailable. ¿Suena terrible?. Pues nada más lejos de la realidad, porque es un temazo acojonante, os lo aseguro, y que viene a remarcar una vez más la libertad creativa que ha hecho tan grandes a estos tíos. Convulsions In Wells Of Fear es un pepinazo de black norteamericano, y que nos recordará en muchos momentos a los grandes Kult Ov Azazel. Pero sin lugar a dudas lo que todos esperábamos llega con la final Negative Signal Omega, cinco minutos de oscuridad muy doom, llena de experimentación, con una brillante aportación de Robert Lowe y que nos hará pensar incluso en los mismísimos Radiohead en su tramo último. Es pronto para valorar un disco que, como éste, acaba de salir, pero apostaría que en un futuro será visto como la constatación en firme del rumbo que el black metal del nuevo siglo decidió emprender de manera brillante. Puede que a los más ortodoxos no les haga ni pizca de gracia. Bueno, pueden seguir alímentándose a base de discos de Mayhem y Darkthrone toda la vida, no hay problema. Para todos los demás que aplaudimos a aquellos músicos que se arriesgan a adentrarse en sendas inexploradas, éste es nuestro disco.

Una gozada de álbum en la que poder disfrutar como enanos del talento de algunos de los artistas más talentosos de nuestra época. Un atisbo del futuro que ya está aquí. Un más que firme candidato a disco del año.

Nota: 9,5/10



jueves, 15 de abril de 2010

THE FALL OF EVERY SEASON - From Below (2007)

Continúo mi recorrido por los desolados páramos del doom de la pasada década, y esta vez lo hago con un grupo bastante menos conocido que los anteriores, pero que a mí personalmente me fascina, y que considero uno de los grandes nombres del género actualmente, a pesar de que sólo cuenten con un álbum en el mercado. Estamos ante lo que los anglosajones llaman una "one-man-band", es decir, el proyecto personal de un músico concreto, en este caso Marius Strand, que tras la disolución en 2004 de la banda Nyctanthous decide dar rienda suelta a su creatividad bajo su propia bandera. From Below fue su disco debut tras dos demos, consiguiendo una considerable repercusión dentro del circuito metálico gracias a su especial mezcla de doom, death y sonidos acústicos y ambientales. Señalar que Strand se decidió a publicar From Below tras la tremenda respuesta que tuvo una de sus canciones que un año antes había colgado en la red y puesto a disposición de todo el mundo. Her Withering Petals tuvo miles de descargas, y convenció al músico noruego de arroparla con cuatro composiciones más y ponerlas a la venta en formato LP. Se espera que a finales de este año aparezca su segundo álbum, de título Amends.

Nos encontramos ante un disco conceptual que habla sobre relaciones rotas e interconectadas entre sí entre los integrantes de una desgraciada familia, con la pena y la melancolía como hilos conductores de la función. Además, el álbum sigue un esquema en el que tras una canción de dilatado metraje (superando los diez minutos), le sigue otra de menor duración apoyada en guitarras acústicas, de sonoridades más minimalistas e introspectivas. Se trata de Sysyphean y Escape Of The Dove, bellísimos cortes donde Marius Strand se apoya únicamente en las ya citadas acústicas y en su voz limpia para abrirnos su corazón roto por las decepciones. Pero sin lugar a duda las joyas del disco son esos tres monumentos llamados From Below, The Triumphant Beast (ese comienzo death/doom es para enmarcar...) y la famosa Her Withering Petals. Gigantescas composiciones que son álbumes en sí mismos por la ingente variedad de elementos que encierran, y que pasan por la energía de Novembers Doom, la clase de Anathema y unas atmósferas que les emparentan mucho con los enormes Agalloch, todo ello sin olvidar los claros paralelismos que en sus pasajes acústicos tienen con los Opeth más calmados. Referencias diversas pero que encuentran su sitio con pasmosa facilidad en este From Below, y que componen un ente con personalidad propia en lo que supuso uno de los lanzamientos más sorprendentes y novedosos de la década pasada. Los contrastes entre los momentos más death y los atmosféricos están espléndidamente enlazados, como lo están los arranques de furia y de tristeza en todo trauma sentimental del ser humano. La rabia, la negación, el rencor, la depresión, la melancolía... encuentran en From Below la expresión musical perfecta, y en Marius Strand la voz ideal para narrar los sentimientos que surgen tras un desencuentro. Especial mención merecen los 15 minutazos de Her Withering Petals, que resumen con exquisita perfección la propuesta de este genio noruego. Partes de dureza monolítica acompañadas de unas voces guturales que golpearán tu corazón con furia, atmósferas que lo sumergirán en aguas heladas y una tranquila y acojonante voz limpia que te dirá que no hay solución posible, porque la vida es dolor e indefensión eternos. Una maravilla de álbum, y el primer paso de un melancólico nuevo genio, que hasta se hizo cargo de la producción del disco.

Uno de los álbumes que más dentro me han llegado en los últimos años. Si Amends supera esta maravilla, me voy a Noruega de rodillas a pedirle matrimonio a este tío.

Nota: 9,5/10


miércoles, 14 de abril de 2010

WARNING - Watching From A Distance (2006)

Como ya comenté con el album de Esoteric, esta semana quiero condenaros a un profundo pozo de desesperación. Unas décimas de fiebre a causa de una neumonía y un cielo gris no hacen sino incrementar mi determinación. Y que mejor que los gigantescos Warning para ello. Procedentes de Essex, la banda se formó en 1994 por el batería Stuart Springthorpe y el vocalista y guitarra Patrick Walker. Tras dos demos, Revelation Looms en 1996 y Blessed By Sabbath en 1997, su primer larga duración llegó en 1999. The Strength To Dream, obra de culto fundamental dentro del metal tradicional, salió de la mano del sello Miskatonic Foundation propiedad de Rich Walker (guitarra de Solstice), que años antes había publicado At The Mountains Of Madness, recopilatorio de bandas en el que participaron los propios Warning y que a día de hoy está considerada como la primera piedra en la oleada de bandas de doom tradicional que se consolidó durante toda la década siguiente. Aquel álbum supuso toda una conmoción en el mundillo metálico, y entre sus participantes se encontraban grupazos como Slough Feg, Solstice, While Heaven Wept o Cold Mourning. La banda, sabiéndose ya un grupo de culto, se separó en 2001 y sus miembros se dedicaron a sus propios proyectos personales. Sin embargo en 2005 volvieron al trabajo conjunto, y el resultado es este Watching From A Distance, muy seguramente el mejor álbum de doom "clásico" de la década. Desgraciadamente, el grupo volvió a separarse en 2009 sin que ninguna noticia indique que esa situación vaya a cambiar.

Mientras Esoteric transmiten dolor, agonía y deseperación, Warning se centran simplemente en un solo sentimiento, la melancolía. Basando su propuesta en unos lentos y monolíticos riffs y en la personalísima voz de Walker, Watching From A Distance te transportan a un mundo regido por el abatimiento y cuyo único color es el gris más plomizo. Lo más destacable es que en un género tan encorsetado como el doom, la banda suena única. Si, diréis que esto ya lo habéis oido antes, y que nunca es cierto del todo. Pues no se debido a qué será, pero en este caso es verdad, y es lo que hace tan especial a Warning. Desde la manera en la que despliegan esos guitarreos pesados, a la increíble habilidad para desplegar retorcidas melodías con unos pocos acordes pasando por la empática exhibición en las voces de Walker, todo hace de Warning una formación absolutamente única. Deteniéndome en ese último aspecto, asusta la capacidad de este hombre para llevarte a su mundo con sus lamentos. No es que posea una voz asombrosa (Robert Lowe o Messiah Marcolin tienen chorros de voz muy superiores), pero su capacidad para transmitir emociones es sencillamente incomparable. Siguiendo a esos riffs monótonos, su tono lineal pero reverberante a la hora de cantar unido a unas letras preciosas y muy personales consiguen que el oyente se vea incapaz de resistir una honda sensación de soledad en el pecho, como si de una fulminante depresión se tratase. De hecho la música de Warning se puede resumir a una épica y desesperanzadora batalla entre las seis cuerdas de una guitarra contra las cuerdas de una voz desgarrada por el dolor. No voy a diseccionar los cinco temas que componen Watching From A Distance, dejo que seáis vosotros los que juzguéis. Yo ya lo hice en su día, y el veredicto es que Warning es Doom en estado puro, tanto musicalmente como filosóficamente. Sin lugar a dudas los dos álbumes de los británicos merecen ocupar el mismo lugar que ya lo hacen las obras magnas de Pentagram, Saint Vitus, Candlemass o Sleep. Lo que es incuestionable es que Watching From A Distance es el mejor disco de Doom de toda su década.

Una de esas pocas obras capaces de seducir tu alma al mismo tiempo que tus oidos. Del mismo modo, se trata de uno de los escasos álbumes que consiguen llevarte a su terreno, aunque éste sea un paraje yermo de esperanza. Esencial.

lunes, 12 de abril de 2010

ESOTERIC - The Maniacal Vale (2008)


Tracklist:

Disc 1:
Circle
Beneath This Face
Quickening
Caucus Of Mind

Disc2:
Silence
The Order Of Destiny
Ignotum Per Ignotius

Esta semana he decidido condenar al Infierno a todo el que me rodea. Que solo conozca dolor, desesperación y una absoluta sensación de impotencia ante ello. Sí, tengo una semana de esas. Además, me viene que ni pintado, porque tenía pensado desde hace tiempo hacer un pequeño hiato en el blog para dedicarlo al doom de tintes más primarios y oscuros, y a las impresionantes obras maestras que tanto Warning como Esoteric nos regalaron en la segunda mitad de esta década que nos acaba de dejar. Esoteric, al igual que Warning, son una veterana banda inglesa de funeral doom, toda una institución en el género merced a sus más de 15 años de trayectoria y sus enormes cinco álbumes que han despachado hasta la fecha. El quinteto de Birmingham, líderado por Greg Chandler, lanzaron este The Maniacal Vale a través del prestigioso sello francés Season Of Mist (... and Oceans, Anaal Nathrakkh, Drudkh, Gorguts, Rotting Christ, Watain, Solefald...), convirtiéndose rápidamente Ten uno de los álbumes que más elogios recibieran ese año junto a The Call Of The Wretched Sea de Ahab. Sin embargo, y a pesar de lo excelente del disco de los alemanes, The Maniacal Vale se erigió a la categoría de obra maestra, deviniendo en el mejor disco de doom de toda la década (añadiéndole Watching For A Distance de Warning), y en uno de los más grandes discos de doom de todos los tiempos.

Lo primero que hay que decir es que la música de Esoteric no es para todo el mundo. Lejos de ser una afirmación gratuita o snob, es una constatación de una realidad que en muchos casos puede ser extensible al doom en su totalidad, género de gran capacidad erosionadora y que necesita un importante esfuerzo por parte del oyente. Y es un esfuerzo que no mucha gente está dispuesta hacer, más cuando se trata de penetrar en un mundo generalmente dominado por los sentimientos y sensaciones más pesismistas que el género humano haya sido capaz de desarrollar. Pues todo esto está multiplicado por mil en The Maniacal Vale, porque a lo que uno se enfrenta es a un doble álbum que se estira agónicamente hasta 1 hora y 40 minutazos. Personalmente puedo asegurar que es el disco más agotador al que me he enfrentado jamás, y no lo digo por que me haya causado aburrimiento, ni mucho menos, pero es tal la intensidad que despliega, lo enfermizo de su propuesta y el mal cuerpo que genera que difícilmente uno puede terminar de escucharlo sin tener la sensación de haber sido pisoteado, vejado y hundido en la más profunda de las ciénagas. Todos sabemos que el doom, y más el funeral doom, se rigen por unos esquemas muy definidos y poco dados a la experimentación, de ahí que la gran mayoría de bandas caigan en una monotonía insoportable basada en notas que se extienden perezosas hasta el infinito. Pero de vez en cuando alguna formación alcanza la esencia pura del género, que no es otra que el regodeo en los sentimientos más oscuros del hombre a través de unas sonoridades que por lentas desesperan, y que de tan expansivas te rodean y asfixian. The Maniacal Vale consigue eso y mucho más. Siguiendo el mismo esquema, con temas que comienzan atmosféricos y van ganando en intensidad hasta destruirte, en ningún momento suenan Esoteric unidimensionales. Y eso es simplemente porque la colección de temazos que escupen en tu cara es irrebatible. De la belleza decadente de Beneath This Face a ese inesperado trallazo de death metal old school llamado Caucus Of Mind, pasando por el apoteósico cierre con Ignotum Per Ignotius, todo está conjurado para desgarrarte la yugular y observar como te desangras lentamente. A pesar de que Esoteric utilizan teclados y pasajes melódicos perfectamente integrados en el conjunto, su principal baza son unos riffs que, unidos a una producción perfecta y a los berridos inhumanos de Greg Chandler, elevan unas murallas de sonido que por momentos te parecen tangibles por las cotas de masividad que alcanzan. Y los breves respiros que ofrecen, como en la preciosamente oscura Silence, tan sólo son para crearte esa falsa sensación de seguridad que, como en la vida, precede a los grandes batacazos y decepciones. Al igual que con Negura Bunget, Esoteric es de esas bandas que no hacen música para ser escuchada, porque ningún sentido es capaz de asimilarla en su totalidad. Los británicos proponen experiencias, y como tales deben ser afrontados sus álbumes. The Maniacal Vale fue su último asalto a la psique humana, y os aseguro que no volveréis a ser los mismos después de afrontarlo.

Una obra descomunal, casi inabarcable. Auténtica obra maestra y una oda a la desesperación como nunca oiréis en vuestras vidas.

Nota: 10/10



miércoles, 7 de abril de 2010

GALAR - Til Alle Heimsens Endar (2010)

Joder, que ganacas le tenía a este disco. Tras su descomunal debut, Skogskvad, hace ya cuatro años, no podía ser de otra manera. Encuadrados dentro del incierto género del Viking Metal, no son Galar una banda que pueda meterse en el mismo saco que Finntroll, Amon Amarth ni tan siquiera Bathory. Aunque partiendo de la misma base black que la mayoría de formaciones del estilo, los noruegos siempre se han decantado más por ser fieles a unas estructuras muy deudoras de la música clásica y con gran apego por las atmósferas épicas, para las cuales se valen de coros y voces limpias. Hablamos del proyecto de dos músicos noruegos, Slagmark (Marius Kristiansen) a las voces, guitarra y bajo, y su compañero Fornjot (Are B. Lauritzen) que se encarga de las voces limpias, piano, teclados y fagot. Para grabar las baterías en este disco, han vuelto a contar con la colaboración de Phobos, conocido por su labor en Aeternus y Gravdal.

El principal mérito de la música de Galar es la perfección con la que consiguen aunar la rabia blacker con estructuras tremendamente complejas y ricas provenientes, como he comentado, del clasicismo más regio. En ningún momento abusan de las paradas que dan paso a desarrollos orquestales, sino que fusionan guitarras eléctricas y dobles bombos con violines y piano con una naturalidad digna de elogio. Sí es cierto que en los temas instrumentales, como Det Graa Riket, Etterspill o Forspill, están completamente dominados por arreglos orquestales, pero son tan exquisitos que nada se les puede reprochar, y embellecen el sonido global de Till Alle Heimsens Endar con un brillo que no recuerdo en ningún otro álbum de folk metal (que no sea Skogskvad, claro). Sinceramente, en cuanto a la maestría con la que aunan ingredientes, Galar superan incluso a mis adorados Windir, tótems del género pero que siempre se decantaron más por la furia que por la delicadeza folk. De todos modos, si lo que uno quiere es gruñir con el puño en alto mientras pide la bendición a los dioses para la batalla que se avecina, ahí están himnos como Ingen Siger Vart Vunnin (que coros, madre mía...) o Ván para saciar la sed de sangre del heavy más belicoso. Si hubiera que utilizar dos adjetivos para calificar a este disco, eso serían potencia y grandeza. La épica hincha las velas que mueven este barco sonoro como impulsadas por el mismísimo aliento de Odín, y la minuciosidad compositiva junto a una producción perfecta dotan al conjunto de una pegada y claridad como oirás en muy pocos discos. Nunca las leyendas fueron narradas con tanta belleza como de la mano de Galar, y la batalla cantada con tanta pasión como a través de sus cabalgadas y coros guerreros. Olvidate de las poses, de los ritmos kalimotxeros disfrazados de himnos vikingos. Pon Til Alle Heimsens Endar a todo volumen en tu reproductor (y de paso añadele Skogskvad) y sabrás lo que es el viento helado en tu cara, el peso de la espada colgando de tu cintura y la sensación de la sangre manando de tus heridas.

Otro discazo a la buchaca de este año, y otra victoria indiscutible para Galar.

VIAJE A 800 - Diablo Roto Dë... (2001) / Estampida De Trombones (2007)


Diablo Roto Dë...



Estampida De Trombones

Entre tanta novedad, y mientras preparo mi valoración del último pepinazo de Jucifer (cortesía del siempre atento Alexcore), es bueno pararse de vez en cuando y dedicar espacio a grupos que aunque no se encuentren en primera línea por la inmediatez del lanzamiento de un nuevo álbum, si lo están por la relevancia de su música, o al menos por la importancia que para servidor supuso su descubrimiento. En este grupo se encuentran los algecireños Viaje a 800, banda que junto a Mermaid fueron pioneros del sonido stoner en nuestro país, y primeras cabezas visibles del por entonces novato sello Alone Records. Formados en 1997, no fue hasta 2001 que el trío debutó con su primer larga duración, el impresionante Diablo Roto Dë... La grandeza de este álbum traspasó nuestras estrechas fronteras estatales, y los parabienes por parte de la crítica llegaron desde todos los rincones del planeta, que alabaron especialmente lo personalísimo de su sonido, y todo ello a pesar de que la banda siempre tuvo claro que el idioma en el que querían expresarse era el castellano, aspecto que en principio podía frenar la difusión de un sonido tan ligado al mundo anglosajón. Antes de eso, ya habían grabado una maqueta, Santa Águeda (1998), y un split junto a los argentinos Los Natas. Diablo Roto Dë... tuvo una repercusión enorme (para tratarse de este tipo de música y en nuestro país), y de hecho hasta que Alone se decidió a reeditarlo en 2007, el álbum estuvo años agotado. Ese mismo año se publicó el segundo LP de la banda, Estampida de Trombones, un disco mucho más pulido en todos los aspectos que su antecesor, y donde la etiqueta stoner se les queda pequeña por la cantidad de influencias de las que beben.

Lo primero que hay que decir de estos tíos es que su sonido es único. Vale, las influencias están ahí, son reconocibles, pero de alguna manera al pasar por el filtro de los gaditanos el sonido muta, cambia, y se dota de un aire especial, difícil de definir pero potente. En un panorama en el que las bandas están tan preocupadas por sonar como sus homólogos norteamericanos que devienen irremisiblemente en meros clones mediocres, Viaje a 8oo sobresalen como una entidad con genética propia, encontrándose entre las pocas formaciones a nivel internacional con el derecho a enarbolar su propia bandera.

Diablo Roto Dë... El primer álbum de la banda se erige sobre tres pilares fundamentales, que no son otros que Kyuss, Black Sabbath y Pentagram. Sin embargo, ese primarismo no está carente de detalles, como lo certifican los escarceos con el jazz rock en Vuelo Infierno / Alter en Marte gentileza de un saxofón exquisitamente introducido. Otro ejemplo es la final Humo de Mota, que pilla al oyente completamente a contrapié y que hace honor a su nombre. Pero si servidor debe remarcar temas, esos serían los dos que abren el álbum, y que no podrían ser más diferentes entre sí. El primero, Roto Blues, dice mucho de la actitud de esta banda, porque comenzar un disco con un tema de 10 minutos tan plúmbeo, monolítico y psicodélico como ese habla a gritos de lo poco amigos que son de los convencionalismos. Una pasada de tema, que sin ninguna prisa va elevando la presión hasta atraparte irremisiblemente en una especie de descenso a las profundidades abisales tras haberte zampado un par de tripis. Maravillosa. Cardio Límite, el segundo corte en cuestión, es todo lo contrario, ya que se trata de la canción más rapida del álbum, un puñetazo stoner 100%. Contundencia, blues decadente, psicodelia lisérgica y, sobre todo, actitud y personalidad a raudales en uno de los dos mejores discos de rock que jamás se han hecho en este país. Pero claro, es que el otro es Estampida de Trombones...

Estampida de Trombones. Toda una reafirmación de que Viaje a 800 son inalcanzables, tanto en calidad compositiva como por su constante afán de renovación. Estamos ante un álbum que rezuma pesimismo, amargura, y que como nicotina en tus pulmones se te queda adherido hasta ahogarte entre negro alquitrán. Sólo por ese comienzo con Los ángeles que hay en mi piel y El amor es un perro del Infierno abaten a puñetazos y dentelladas a cualquier contrincante que tuviera la osadía de enfrentarles. Riffs poderosos, letras pesimistas y desafiantes, voces dobladas que te transportan a otra dimensión y un sonido expansivo que no derrumba fronteras porque en el mundo de Viaje a 8oo nunca existieron. Todo en este disco suena perfecto, gracias sobre todo a una notable mejoría en la producción y en la habilidad técnica del trío, que parece no conocer límites. Algo que queda patente en las tremendas instrumentales, Ossario y Dios Astrónomo, donde la banda no teme explorar ninguna sonoridad, electrónica incluida. es todo un puñetazo en la cara, directo, y que nos recuerda al sonido de su anterior trabajo. En Luto la potencia deja paso a la delicadeza, y la guitarra acústica toma el papel protagonista. Un tema que mantiene una conversación con los silencios, y que culmina con un solo de guitarra espacial acojonante. En Patio Custodio vuelve la experimentación, esta vez de la mano de sonidos de claras reminiscencias árabes, y que da paso a Cabezas de Tungsteno y Cancer Bahía, que vuelven a incidir en lo pesimista del álbum. La primera, a través de una letra que puede hundir al más risueño, y la segunda echando mano del poder más melancólico de la bossa nova (si, estos tíos no temen tocar ningún palo). Una obra maestra en toda regla.

Con estos dos discos, Viaje a 800 se han puesto un listón tremendamente alto de cara al inminente nuevo álbum. Para el resto de bandas, nacionales e internacionales, una tarea imposible.

martes, 6 de abril de 2010

NEGURA BUNGET - Virstele Pamintului (2010) / Om (2006)



Tenemos nuevo disco de los rumanos Negura Bunget, una banda que lamentablemente será siempre medida por el rasero de Om, sin lugar a dudas uno de los mejores discos de metal de la historia. Evidentemente, cualquier formación mataría por publicar una obra de tamaña magnitud, y gustosa vendería su alma al diablo por ello. Sin embargo, los daños colaterales que aquel enorme meteorito caido en la Tierra causó se expresaron en forma de baremo prácticamente insuperable para cualquier mortal, en una marca a batir inalcanzable. Aunque también es cierto que los conquistadores que pasan a la historia no son los que ganan la mayor de las batallas, sino los que ganan guerras y crean imperios. Y Negura Bunget, a mi parecer, se encuentran en este segundo saco, porque todos sus lanzamientos son excelentes, insuperables por nadie que no sean ellos mismos. Enroscados como una invisible serpiente sobre si mismos, su música es inaccesible para cualquier otra banda del planeta, y tan solo entrando como espectador dentro de su anillo constrictor uno puede tocar su música mientras la presión nubla la vista y te rompe las costillas inexorablemente. Y es que Negura Bunget no crean música. Crean sensaciones, experiencias, la convicción en el oyente de que todo va mucho más allá de unos instrumentos conjuntados, de unas voces, de un álbum. Por todo ello es muy complicado diseccionar sus nuevos lanzamientos, ya que uno se enfrenta no a valorar la calidad musical implícita en ellos, sino las sensaciones que te generan. Y es un nivel de introspección que a muchos nos cuesta terriblemente sacar a la luz. Pues bien, Negura Bunget vuelven con Virstele Pamintului, y todas estas disquisiciones existenciales vuelven ala palestra.

Lo primero que hay que decir es que Virstele Pamintului no es superior a Om. Dudo que nadie jamás pueda parir un disco a esa altura, ni ellos mismos. Es imposible que se pueda dar una conjunción de talentos en el momento adecuado como aquella una segunda vez. El Universo no podría aguantarlo, el espacio-tiempo se desgarraría y plegaría sobre si mismo. Lo segundo que hay que decir es que Virstele Pamintului es una obra maestra, y muy probablemente candidato directo a disco del año. Incongruencia? Yo creo que no. Todos sabemos que albumes como Reign In Blood, Master Of Puppets o Altars Of Madness son mucho más que obras maestras. Pertenecen al selecto grupo de obras que, llegadas en el momento justo, marcaron una época, un hito en la historia a partir del cual todo fue diferente. Om, encuadrado dentro de la música progresiva extrema, entró directamente en ese grupo. Virstele Pamintului recoge el legado de su progenitor y lo mantiene bien alto, nada más y nada menos. Heredero musical de aquel, nos encontramos ante un nuevo disco que es imposible vivir, porque tan sólo se puede experimentar. Aunque siguiendo la estela de Om, nos encontramos ante un álbum más enfocado a las atmósferas, con más componentes folklóricos y menos arrebatos propios del black metal, aunque los encontremos diseminados a lo largo del disco. Los tres temas que abren el álbum, Pamint, Dacia Hiperboreana y Umbra, nos dan fe de lo anteriormente expuesto, y no es hasta la llegada de Ochiul Inimii que el black metal asoma la cabeza timidamente. Especialmente grandiosa es Dacia Hiperboreana. Difícil explicar lo que uno siente al escuchar esos teclados etéreos, esa voz que da miedo mientras narra historias de una Rumania ancestral, ese xilófono omnipresente durante todo el disco, los instrumentos tradicionales de cuerda... Pocos temas han conseguido emocionarme hasta tal punto como éste lo ha hecho, y pocas bandas pueden alcanzar ese nivel de épica y capacidad de evocación como Negura Bunget. Por otro lado, cortes como Chei de Roua, Tara de Dincolo de Negura y Arborele Lumii son los más directos del álbum, con voces blackers, aunque tanto los riffs como las atmósferas siguen conteniendo fuertes componentes reminiscentes del folk eslavo/balcánico. En total 9 cortes distribuidos en una hora, un todo indivisible que supone una experiencia única, cargada de una oscuridad, misticismo y belleza exuberantes, y donde el único límite físico viene dado por el fin del metraje del álbum. A pesar de eso, cuando el álbum toca a su fin, te descubrirás aún ensimismado, paladeando los ecos de cada nota, intentando aferrar unas sensaciones que se han ido pero se encuentran aferradas para siempre en un rincón inaccesible de tu alma.

Obra maestra y muy probablemente disco del año.

Nota: 9,75 /10





Bueno, y de paso cuelgo su disco más emblemático, el increíble Om. Como ya he comentado, un álbum de los que hacen historia. Evocador, expansivo, ilimitado, técnicamente perfecto, y con una producción meticulosa que hace sonar todo en su sitio, Om además es un álbum incomparable, ajeno a estilos y bandas, porque es imposible que nadie se pueda acercar, ni en fondo ni en forma, a lo contenido en sus 11 cortes. Disfrutadlo.

NECHOCHWEN - Azimuths To The Otherworld (2010)



Pagan Metal. Folk Metal. Instantáneamente nos vendrán a la cabeza imágenes de frios acantilados escandinavos, o bosques cubiertos por la niebla de alguna ignota región del Este de Europa acompañados por gruñidos propios del black metal cantados la mayoría de veces por bochornosos individuos con cotas de malla y pinturas de guerra. No todos los casos son así, demos gracias por ello, y bandas como Negura Bunget, Drudkh o incluso Primordial han parido verdaderas obras maestras del metal moderno partiendo de esas coordenadas. Pero lo que no cambia es el casi exclusivo monopolio que las formaciones europeas tienen dentro del estilo. Pues bien, la globalización se abre paso en todos los ámbitos, y ahora le toca el turno al metal de raíces más ancestrales, porque Nechochwen bebe de la mitología nativa norteamericana. Algo que personalmente veo muy acertado. Si un pueblo se ha caracterizado por su espiritualidad, su profunda comunión con la naturaleza y su ardor guerrero pero honorable, esos fueron los indios norteamericanos. No por nada Engels, basándose en los estudios del antropólogo Morgan, les definió (junto a otros pueblos como los primeros griegos) como comunistas primitivos. Una sociedad completamente democrática, solidaria, pero limitada por lo tosco de sus conocimientos técnicos y científicos, y aún temerosos de su entorno, tanto como para elevarlo a la categoria de tótem o espíritu (las deidades pertenecen a épocas posteriores). Y si estas características no son ideales para un disco de metal, que venga Manitú y me fulmine en el acto. Nechochwen, el proyecto personal del músico del mismo nombre (sobrenombre más bien, ya que adopta la traducción india) y que es miembro fundador de los también interesantes Angelrust, comenzó su andadura en 2005 y debutó con Algonkian Mythos, una excelente carta de presentación donde mostraba el personalísimo sonido que recorre, aunque de manera menos pulida, este Azimuths To The Otherworld. Basado en los mitos y tradiciones de los indios nativos Adena y Hopewell, que hace 2000 años ya vivían en el Valle del Río Ohio, probalemente se trate de uno de los álbumes con mayor capacidad de traspasar estilos que servidor se ha echado a la cara.

Porque durante la mayor parte del álbum uno hasta duda de que Nechochwen sea un grupo de metal, y no lo digo como un aspecto negativo, ni mucho menos. Todo lo contrario, ya que al acabar la hora durante la cual se despliega Azimuths To The Otherworld, uno queda convencido de que de ninguna otra manera se podría haber captado tan bien la esencia de aquel pueblo ancestral que hablaba con los árboles, la piedra, el agua y todos los seres vivientes con cariño, veneración e incluso miedo. El instrumento principal sobre el que se erige el sonido del disco es la guitarra acústica, y en muchos cortes es el único instrumento que se escucha, prescindiendo en su mayoría de las voces. Ojo, hay que señalar que la exquisitez y maestría con la que Nechochwen toca el instrumento es para quedarse sin aliento, y pocas veces en mi vida la acústica ha sido capaz de emocionarme tanto como lo ha hecho en Azimuths To The Otherworld. También la percusión tribal está muy presente, reforzando esa sensación de primitivismo y espiritualidad que el músico norteamericano pretende conseguir. Las voces generalmente siguen el esquema de cánticos, manteniéndose en segundo plano, y dedicándose a fluir con la música. También tenemos algún que otro fogonazo propio del black metal, más en la línea de la otra banda de Nechochwen, Angelrust, pero están muy limitados a unos pocos temas (Allumhammochwen - The Crossing o Red Ocher,por ejemplo) y no en la totalidad de los mismos. No estamos ante un álbum con el que poder hacer otra cosa mientras lo escuchamos que no sea perderse ante un libro de mitos y leyendas o en las propias ensoñaciones de uno frente a un buen paisaje. Y si ya somos muy afortunados, ambas cosas. Difícil tarea es recomendar temas o analizarlos, puesto que los catorce que componen Azimuths To The Otherworld son un todo único e indivisible, la memoria de un pueblo milenario, de su pasado, cantada a través del talento de un descendiente 2000 años después. Pero si debo recomendar un tema, ese sería Four Effigies, que internamente está dividido en The Turtle Effigy, The Adena Pipe, Amanita Mushroom Wand y Weeping Eye. Casi 9 minutos en los que Nechochwen comprime todo lo que es su propuesta, pero elevándola a la categoría de excelencia. 9 minutos de viaje espiritual, de ensoñación, de auténtica experiencia catártica en la que volveremos a aquel tiempo y lugar en el que un pequeño pueblo dejó un fabuloso legado de dignidad que aún a día de hoy sigue conmoviéndonos. Y más con embajadores como Nechochwen.

Una de las sorpresas del año. Un álbum personalísimo y único en su especie, que demuestra que el folk metal no tiene nada que ver con las pinturas ni las poses de vikingo, y si con el respeto a las raíces. Seas cuales sean.

Nota: 8,75/10



lunes, 5 de abril de 2010

BRANT BJORK - God & Goddesses (2010)



Buf, tras una semanita de intensas emociones y juergas descontroladas, vuelvo por estos lares con muchas ganas y unos añitos menos de vida. Y lo hago con el noveno álbum de estudio de Brant Bjork. Toda la semana he estado escuchando este God & Goddesses sin parar, y reconozco que me ha tenido enganchado como un tonto. O no tan tonto, porque es todo un ejemplo de lo que un disco de rock debe ser. Enumerar la lista de méritos de este hombre es complicado por su extensión: batería y compositor de los padres del stoner rock, Kyuss; compositor del álbum de debut (No One Rides For Free) de otros clásicos de la escena, Fu Manchu (uniéndose a ellos en 2002 como miembro oficial y grabando cinco discos más), además de colaborador en los Mondo Generator de Nick Oliveri y las Desert Sessions de Josh Homme. También ha prestado sus servicios a Melissa Auf der Maur y los Smashing Pumpkins. Con menos "glamour" y portadas dedicadas que Josh Homme, yo siempre he creido que el talento compositivo de Brant Bjork es muy superior al del pelirrojo más famoso del rock actual, y que álbumes como Jalamanta son capaces de patearle el culo a cualquier lanzamiento de los Queens Of The Stone Age. En cualquier caso, nuestro californiano de inmortal cinta al pelo siempre ha sido fiel a su amor por el rock más añejo y psicodélico, y para regocijo de sus fans siempre ha hecho alarde de una prolífica capacidad creativa.

God & Goddesses es probablemente el disco más inmediato y simple que jamás haya grabado Brant Bjork. 8 temas ventilados en poco más de media hora, y que se cimentan principalmente sobre un rock desprovisto de artificios y con el groove característico de Brant Bjork, que tan grandes han hecho a Fu Manchu o incluso a Kyuss. La psicodelia de albumes anteriores se encuentra aquí mucho más mitigada, y como mucho aparece en segundo plano, matizando el sonido general, caso de cortes como Little World, donde el sonido expansivo y unos solos maravillosos de guitarra son los auténticos dueños de la situación, pariendo uno de los temas más evocadores de su carrera. Para apoyar este nuevo rumbo, Brant Bjork se ha rodeado en una nueva banda de acompañamiento (en sustitución de la habitual hasta ahora, The Bros.) , compuesta por el guitarrista Brandon Henderson, el batería Giampaolo Farnedi y el bajista Billy Cordell, miembro de los indispensables Yawning Man. Todo el álbum nos traslada reminiscencias a los clásicos, principalmente Led Zeppelin y Black Sabbath, pero con el fantasma de Hendrix siempre presente, como lo constatan esos maravillosos solos en Porto o Blowing Up Shop. También hay lugar para el recuerdo del sonido Detroit de los años 70, el de bandas como The Stooges o MC5 en las iniciales Dirty Bird y The Future Rock (We Got It), esta última un auténtico temazo para mover todo el cuerpo con una enorme sonrisa en la cara. Vocalmente Brant Bjork nos recuerda más que nunca al gran Phil Lynett de Thin Lizzy, algo que es más que evidente tras escuchar Radio Mecca o Good Time Bonnie, aunque con ese toque de actitud punk que Bjork transmite en todas sus composiciones. Pero probablemente lo mejor del disco llega con su última canción, ese blues psicodélico llamado Somewhere Some Woman, donde el trabajo de la sección rítmica roza la excelencia, creando una cadencia sonora realmente hipnótica a través de la cual los lamentos de la guitarra y de la propia voz de Brant Bjork nos transportan a un mundo de melancolía realmente bello. Por último hay que comentar que otra de las novedades con este God & Goddesses es la participación por primera vez de un productor ajeno al propio Brant Bjork, Ethan Allen. El resultado es un sonido mucho más limpio, profesional, y que dota a los temas de una claridad y contundencia que vienen como anillo al dedo a la inmediatez que el norteamericano exhibe en esta su última creación.

Un disco de rock excelente, entre los mejores de su carrera. Una constatación de que el buen rock no entiende de edad mientras se encuentre en manos de talentos como el de Brant Bjork.

Nota: 8,75/10