Ecos de una ciudad sumergida.

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jueves, 25 de noviembre de 2010

413 - Path To Hocma (2010)




Da gusto encarar reseñas como la de hoy. Por un lado está el hecho de que me he llevado una enorme sorpresa con éste álbum y su artista, un completo desconocido para mí hasta hace muy poco. Por otro lado la alegría, llámenla chovinista si quieren, de descubrir otro talento más que se suma a la acojonante producción que este año ha salido de Euskal Herria: Horn Of The Rhino, The Soulbreaker Company, Aiumeen Basoa o este proyecto, 413, demuestran la buena forma en la que se encuentran los músicos vascos, así como sus ganas de tocar diferentes palos e incluso osar trascender los mismos para visitar paisajes sonoros nuevos. En esta última categoría entraría nuestro protagonista de hoy, David Pisabarro, que bajo el nombre de guerra de su proyecto da rienda suelta a unas inquietudes que aunque podríamos etiquetarlas dentro del post-metal, a nada que se agudiza el oido se descubre que van mucho más allá de tan manido género. David Pisabarro es un músico (aunque no le guste la etiqueta) y productor donostiarra que pese a su juventud ya cuenta con tres álbumes y una demo tras los controles: Cohen - Subconscious Mind (2010), Madeleine - Madeleine (2009) y Thee Brandy Hips - We Are Love (2009) / Demo 2 (2007). Como artista, y tras militar en diversas bandas de la capital gipuzkoana, decide tomar las riendas de su creatividad y poner en marcha el proyecto unipersonal 413, cuya primera presentación en sociedad es Reschith (2008), un trabajo de 5 temas que le vale importantes críticas en medios como Rockzone o Feiticeira. Por último, y no menos importante, hay que quitarse el sombrero ante la filosofía con la que David presenta su música. Porque señores, la edición física de Path To Hocma se puede conseguir GRATUITAMENTE, tan sólo con contactar con el autor a través de su web. Yo ya la tengo, y os puedo asegurar que tanto el formato como el artwork a cargo de Leyre Otermin son simplemente alucinantes. También se pone en la página un enlace para quien quiera colabore con el proyecto haciendo una donación vía Pay Pal. Chapeau por una visión que rompe tan radicalmente con lo establecido, que supone un auténtico esfuerzo y compromiso con la música por parte del autor y que, en definitiva, lucha por un arte libre y compartido, para que (como dice el filósofo francés Alain Badiou, al que se cita en el libreto de Path To Hocma) no acabemos convertidos en los más despiadados censores de nosotros mismos.
 


Centrándonos en su propuesta musical, Path To Hocma es uno de los discos más brillantes, transversales estilisticamente e imaginativos que recuerdo en la escena estatal. Osadía es otro de los adjetivos que se le podría poner, pero quedaría en agua de borrajas o en bochorno si no estuviera sustentado en un enorme trabajo lleno de talento e inventiva. Esto último lo comento porque David Pisabarro ha contado tan sólo con un bajo eléctrico y sus conocimientos en materia de sonoridades, prescindiendo de guitarras, amplis o estudios. Y joder, de verdad que sigo incrédulo ante ello, porque la riqueza de matices del álbum es apabullante, así como las vastas regiones por las que transita, que a muchos grupos "clásicos" les sería imposible alcanzar. Trazar similitudes claras o referencias se me antoja tremendamente complicado, ya que este tío alcanza tantos palos con sus largos tentáculos y los mezcla de tal manera, que no sería veraz el citar ninguna banda como faro-guía de su ADN musical. Por propuesta podríamos hablar de Neurosis, de su filosofía de deconstruir el metal y mutarlo, romper su hermético cascarón y hacerle ver mundo, y con ello forzarlo a un cambio que lo engrandezca. Pero es que 413 va más allá del post-metal, y aunque hay cortes que crecen en intensidad hasta explotar en catársis emocionales, el fluir de Path To Hocma también desemboca en bellos pasajes de teclados minimalistas, en introspectivos momentos acústicos e incluso en acercamientos al pop independiente. Y todo ello se desenrosca con una naturalidad y coherencia que hablan de un músico que pese a estar comenzando su andadura e imbuido de la mayor de las ansias exploratorias, ya cuenta con una huella propia y una forma que aunque cambia y varía de tonalidades, posee un núcleo de indestructible solidez creativa. Con pinceladas tan variadas como las de Mr.Bungle, Cult Of Luna, Morricone (esa The Rising Of The Real Man...), Mogwai o Refused, y sin miedo a incluir tonalidades propias del screamo o la electrónica, 413 consigue crear un mural sonoro de una riqueza gigantesca, en la que te perderás durante innumerables escuchas, todas ellas nuevas, diferentes. Para apoyar tan monumental trabajo, Path To Hocma cuenta con las colaboraciones vocales de gente de la escena donostiarra, como Urko Ezimendi (Krilin), Joseba Ruiz (Dazein) o Rubén Ramos (Cohen), que se suman al propio 413


Poco más que añadir a una obra que va directa a la saca de Grandes Sorpresas del 2010. Yo me retiro a seguir tocando el cielo con temazos como The Brigit Mountains o la preciosa The Ophoist.

Nota: 8,75/10

martes, 23 de noviembre de 2010

YAOTL MICTLAN - Dentro Del Manto Gris De Chaac (2010)

 


Hoy toca endurecer un poco la propuesta, que a su vez propone un viaje al interior de una de las culturas más tristemente pisoteadas de la Historia. Sometidos al rodillo inquisitorial de los conquistradores españoles, los pueblos mesoamericanos fueron esclavizados, humillados y privados incluso de su propio pasado. Un pasado que aún a día de hoy nos sigue maravillando por lo avanzado de su ciencia y técnica, por no hablar de un arte exquisito y un panteón de dioses tan rico o más como el de nuestros ancestros occidentales. Muchas de esas maravillas desgraciadamente se han perdido (los españoles derretían las esculturas de oro para hacer lingotes mientras los curas prohibían y destruían importantes textos religiosos tachándolos de heréticos), pero por suerte todavía quedan habitantes del subcontinente que miran atrás con orgullo, y se esfuerzan por preservar y difundir uno de los legados históricos más exhuberante y enigmático de nuestra especie. Entre esa gente se encuentra el grupo que traigo hoy, Yaotl Mictlan (traducido como Guerreros de la Tierra de los Muertos), un cuarteto mexicano pero residente en Salt Lake City. Còmo se tienen que sentir unos señores que odian (justificadamente) el cristianismo y su herencia de muerte e intolerancia viviendo en la capital de una de las corrientes más puritanas del mismo, es algo que no me puedo imaginar. Formados en México en 1999 y tras sacar un par de demos (con la ayuda de Juan Brujo de Brujería), la banda debuta en sociedad con Guerreros de la Tierra de los Muertos (2006), un álbum notable donde unían un black metal con influencias de Belphegor con unos textos en castellano que hablaban de sus raices culturales y su odio por el conquistador blanco. Esas raíces comenzaban a hacerse sentir también en el uso de instrumentos tradicionales mesoamericanos (especialmente percutivos, pero también de viento) y coros, que dotaban a la música de Yaotl Mictlan de una personalidad propia. La acogida del álbum fue tan positiva que Candlelight Records, el prestigioso sello hogar de grupazos como 1349, Anaal Nathrakh, Blut Aus Nord, Emperor u Orange Goblin, no duda en ofrecerles un contrato para lanzar su siguiente disco, el que tenemos hoy entre manos. Actualmente la banda está compuesta por Tlatecatl (voces, guitarra), Yaotl (batería), Nahualli (bajo) y Xolotl (guitarra). Además de esto, todos ellos tocan instrumentos mayas, mexicas, quiches y propios del estado de Oaxaca (preciosa región, por cierto, que tuve el gusto de visitar en mitad de aquella revuelta que nos inspiró a todos...).


Y ahora metiéndonos en harina, he de decir que Dentro del Manto Gris de Chaac me ha encantado, y mucho. Partiendo del black iracundo de su debut, el cuarteto mexicano ha insuflado a su propuesta, y con mucho acierto, una mayor cantidad de instrumentaciones y sonoridades originarias de su folklore nativo. El resultado es un disco que gana enormemente en versatilidad y matices, y al mismo tiempo les diferencia del resto de bandas del género dentro de la arena internacional. Si hubiera que buscar similitudes, creo que la de los israelís Melechesh sería muy acertada, por aquello de fusionar el extremismo sonoro con ritmos propios del folklore de sus diferentes culturas. Quizás Rotting Christ les quedan más lejos, ya que pese a todo lo comentado, Yaotl Mictlan siguen siendo inequivocamente blackers, mientras la música de los griegos hace tiempo que abandonó ese sendero. Como si fueran enviados de Chaac, deidad mexica (azteca según la denominación occidental) de la lluvia, Yaotl Mictlan se avalanzan sobre el oyente como una desatada tormenta repleta de energía y mala hostia, encarnada en una interpretación vocal, la de Tlatecatl, que hubiera conseguido que más de un conquistador español se hubiera dado media vuelta sin desenvainar siquiera la espada. Apoyándose en una descarga de violencia sonora tremenda, a su vez el cuarteto mexicano demuestra un gusto exquisito por las melodías y le épica, que a bien seguro te hará levantar el puño y apretar los dientes en más de una ocasión. Este último elemento, el épico, se ve aumentado por la introducción de unas percusiones folklóricas impresionantes, así como unos coros guerreros que te pondrán los pelos de punta. De hecho, si algo se le puede achacar al álbum es que esos trazos ancestrales no sean más visibles en el mural de Dentro Del Manto Gris De Chaac, porque de verdad que son todo un acierto. Aún y todo, es imposible no alucinar en colores con ese pepinazo puramente black que es Cihuacoatl o la ultraviolenta Hun Hunapu. Con la voz y la batería como pilares maestros de su pirámide ancestral, Yaotl Mictlan despliegan 8 temas donde demuestran su tremenda evolución técnica y compositiva respecto a su debut, alcanzando momentos de verdadera genialidad. Temas como Garra de Jaguar - Ocho Venado, Noche Triunfadora o Nada Verde Crece Aquí son de lo mejor que un servidor ha escuchado no sólo este año, sino en mucho tiempo. He leído estupideces chovinistas en varias webs anglosajonas sobre la supuesta pega del idioma. Que les jodan, y se esfuercen por comprender otros idiomas y culturas, como hacemos los demás, o acabarán pareciéndose muy mucho a esos conquistadores españoles que pisotearon un continente entero bajo el símbolo de la cruz. Éste es un álbum que no está hecho para ser cantado en inglés, ni siquiera en castellano si me apuran. Dentro Del Manto Gris de Chaac hubiera sido tremendo cantado en la lengua originaria azteca, el náhuatl, que aún a día de hoy resiste al castellano y es hablado por más de un millón y medio de mexicanos (y casi 200 mil norteamericanos). Pero bueno, ya estoy divagando otra vez y robándole el protagonismo a un álbum que lo merece más que mis disertaciones lingüísticas.Termino comentando la producción del álbum, que a pesar de adscribirse a eso llamado raw black metal, en ningún momento impide disfrutar de las diferentes y ricas sonoridades que reptan tras el papel protagonista que tiene la violencia primigenia.


Discazo tremendo, y una lección de historia para los muchos ignorantes altaneros que pueblan Occidente. Huitzilopochtli estará muy orgulloso de vosotros, cabrones.

Nota: 9/10 


miércoles, 17 de noviembre de 2010

POMBAGIRA - Baron Citadel (2010)



Decidiendo todavía si el reciente Black Masses de Electric Wizard es un gran disco o una decepción (en esas ando...), he decidido decantarme por un álbum con el que no tengo ninguna duda respecto a su grandiosidad. Publicado en Agosto a través del sello underground Withered Hands, Baron Citadel es el tercer trabajo de esta banda británica de doom, que con su tremendo debut de 2008, Crooked Path (disco doble, con dos cojones), ya pusieron a todo el personal sobre aviso. La confirmación vino con su también notable continuación,  Black Axis Abraxas (2009). Inicialmente un trío, Pombagira se presentan actualmente como un dúo formado por Pete Hamilton-Giles (voz, guitarra) y su esposa Carolyn (batería). El nombre del grupo proviene de la deidad afro-brasileña Pomba Gira, protectora de los caídos en desgracia, las prostitutas y, en general, los más débiles y desprotegidos de la sociedad. Una diosa capaz de la mayor de las benevolencias junto con los más aterradores arranques de furia para con todos los cabronazos e impuros de corazón. Además, despliega todo su poder a través del sonido. Por lo tanto, no podría ser más acertado el nombre de una banda que basa su propuesta en una imbatible mixtura de doom, sludge, drone y oscura psicodelia, amén de múltiples referencias a las religiones mal llamadas "oscuras" (¿cuáles no lo son?), especialmente el Vudú.

Llevando a cabo la complicada tarea de superar sus anteriores trabajos , el dúo británico vuelve a sorprender por su capacidad asombrosa para arrancarle a un género tan caústico como el doom la más variada  de las paletas cromáticas, y que uno pueda escuchar un tema que sobrepasa los 20 minutos de duración sin despegar el oído de los auriculares. Y es que Baron Citadel, a través de sus gigantescos cuatro cortes, nos sumergen en más de una hora de doom herético y denso cual fosa séptica rebosante de sacrificios humanos. Echen cuentas. Cuatro monolitos cuya coraza pétrea no es más que una de las diferentes armas con las que esta furiosa deidad se lanza a la batalla. Un punto de partida, si se quiere, a través del cual desplegar su visión personal del género. La principal baza de este trabajo es su intrínseca cualidad hipnótica, una especie de pulso homogéneo que, operando a un nivel subconsciente, nos mantendrá abandonados en un estado de concentrada audición durante todo su metraje. Desechando artificios banales y matices Pombagira consiguen, sin embargo, crear un universo tremendamente rico y evocador, tarea harto difícil cuando uno está adscrito al doom, un género cuyas cualidades suelen recorrer otro tipo de senderos. Como difíciles son también los niveles de densidad que se alcanzan en Baron Citadel sin la utilización de bajo ninguno, lo que habla de la pericia e inventiva del matrimonio en la utilización de toda una suerte de herramientas como pedales, amplis y la manipulación de frecuencias. Algo que me agrada enormemente de esta banda es la manera en que dotan a su monolítica propuesta de un aire dramático, incluso épico, principalmente a través de la voz de Hamilton-Giles, que hace gala de una interpretación en la que además de una fuerza y profundidad sobrehumana, coexiste una pasión muy infrecuente en este tipo de trabajos, y que le puede emparentar con algunos cantantes de post-metal actuales. Esto se hace evidente en los dos primeros temas del álbum, Causeway Charred y Baron Citadel, sendos juggernauts que cabalgan supeditados a la poderosa voz del guitarra. Con tan "sólo" 8 minutos de duración cada uno, suponen el maravilloso calentamiento para lo que ha de venir. Pero no nos equivoquemos, porque la valía de ambos es tremenda, y bien seguro que para muchos, los menos adscritos a los viajes transcorporales, supondrán los puntos álgidos del álbum. Porque la épica condensada, monótona y oscura que supuran no está al alcance de cualquier banda. Mirando de reojo a Electric Wizard, Sleep, Reverend Bizarre e incluso Sunn O))), pero con otro ojo puesto en el dramatismo de Suma, el duo se introduce en su verdadera pasión, la psicodelia de los 60 y 70. Si batimos todos esos ingredientes, y les añadimos un par de hechizos de oscura magia caribeña sazonados con muy mala hostia, estaremos preparados para esa sobredosis de peyote que son Seals Of Grace y Corporeal Altar. Contando entre ambos casi una hora de duración, se trata más bien de una unidad lisérgica pergreñada para arrancar tu alma del cuerpo y transportarla a parajes que tu atrofiada imaginación jamás pensó que existieran, porque hubiera enloquecido de hacerlo. Riffs densos y monolíticos que encierran melodías tras capas de lija hiriente, mantras incomprensibles e hipnóticos moviéndose en oscuros planos oníricos, monotonía rota por estallidos de desaforada pasión dramática, y una sensación de inmersión en arenas movedizas, sin asideros ni apoyos, con tan sólo una maleable presión que aumenta a nuestro alrededor. Todo eso y mucho más que las palabras no pueden explicar son Pombagira, y Baron Citadel es el mejor de sus exponentes.


Otro discazo para un año pletórico. Una extraña gema de maléfico poder e inigualable magnetismo.
PD: si os gusta el álbum, no dudéis en pegarle unas escuchas a los Splits que la banda ha grabado junto a titanes como Jucifer, Eagle Twin, Coffins y The Wounded Kings, porque no tienen desperdicio.

Nota: 9,75/10


lunes, 15 de noviembre de 2010

GROAN - The Sleeping Wizard (2010)



Uf, que ganas tenía de volver por aquí. El trabajo y los viajes asociados a él me impiden actualmente sacar el tiempo necesario para escribir en el blog con la regularidad y dedicación que se merece, aunque intentaré por todos los medios que como mínimo haya una entrada nueva por semana. Muchos son los discos que se acumulan en mi cabeza como candidatos para ser reseñados, y no es nada fácil tener que hacer una selección, mucho menos cuando ésta es obligada por circunstancias ajenas a mí. Los argumentos de selección son variados, y más cuando todos ellos comparten un nivel de calidad tan alto como el que estamos disfrutando en este 2010. Hoy me he decantado por la novedad que supone uno de los debuts más molones de este año que se encamina a su final. Groan son una banda británica de stoner/doom con un desaforado amor por Black Sabbath, los canutos de marihuana, las brujas y los dragones. Con una formación compuesta por gente que se llama Mazzereth (voces), Thor´s Hammer (batería), The Forest-Dwelling Fuzz Creature (bajo) y The Riff Wizard (guitarra, teclados), uno ya se hace una idea de por dónde van los tiros. Inicialmente creados como proyecto personal de The Riff Wizard, pronto el guitarrista pidió la ayuda de Mazzereth (Battlewitch, Ratz Azz, Trebuchet) para poner voz a sus composiciones. Viendo la dimensión que alcanzaban las mismas, no dudaron en sumar al proyecto al resto de integrantes con el fin de dotar a Groan de una estructura más sólida.  A pesar de su corta carrera, ya han compartido escenario con bandas como Lord Vicar, Invasion o Witch Sorrow. The Sleeping Wizard ve la luz de la mano de un sello también debutante, Doomanoid Records.

 Da gusto saber que existen bandas como Groan ahí fuera. Combos absolutamente ajenos al mundo que les rodea, habitando un planeta donde siempre es 1970, la atmósfera es THC y las galletas están cocinadas a base de ácido lisérgico. Una Tierra donde el enorme Woodstock en que ha devenido su sociedad es gobernada con máno férrea por Black Sabbath, contando como ministros con Blue Cheer y Rainbow. Proto-heavy de un nivel estratosférico es el que despliega el cuarteto británico, condensado en siete temas que devienen en himnos instantáneos que te harán bailar y marcar tus cabeceos como un poseso. Partiendo de unos riffs 100% Iommi que son los líderes de este ataque sonoro, Groan añaden a su propuesta, y de manera muy acertada, pinceladas de psicodelia, rock progresivo clásico y la densidad de los mejores Cathedral. Pero todo ello supeditado a la creación de unos cortes con la inmediatez como bandera y la vocación de hits implícita en todos ellos. No es The Sleeping Wizard un trabajo a analizar sesudamente, y ahí radica su mejor baza. Hablamos de heavy descarnado, del que no necesita técnica ni masturbaciones ridículas, porque tiene todo lo que se necesita para hacer un gran disco: riffs mastodónticos y melodías imbatibles. La voz de Mazzereth es el complemento "retro" perfecto a un álbum como éste, con esa afinación tan característica de las bandas setenteras, especialmente las de psicodelia. Difícil se hace destacar temas en un disco que roza la perfección en todos ellos, pero si cortes como Witchy Woman, Deadly Omens, Sleeping Wizard o Ancient Space (Master Of Time) no te llevan al orgasmo, es que nunca te gustó el heavy metal y por lo tanto mereces estar encerrado en el más profundo de los bunkers secretos para tu estudio y vivisección. La producción también mira a la década de los 70 como referente, y no difiere en nada de la que encontramos en los clásicos de Black Sabbath, lo que en un trabajo como éste es otro punto muy a su favor. La única pega a The Sleeping Wizard, portada horrible aparte, es su escasa duración. Sus siete temas y 26 minutos de metraje se me hacen muuuuuuuuuy cortos, aunque es verdad que tiene la sencilla solución de volver a darle al play en un bucle infinito de regocijo rockero.


La verdad que poco más tengo que añadir a un disco que llevo escuchando de manera enfermiza desde hace un mes y del que dudo que me canse nunca. Otra de las grandes sorpresas de este 2010 y un álbum a colocar en la estantería junto a nuestros clásicos de los 70.

Nota: 9,25/10


jueves, 4 de noviembre de 2010

AGALLOCH - Marrow Of The Spirit (2010)




Joder, así da gusto volver por estos lares. Cuestiones de trabajo y la consiguiente falta de tiempo me obligan a frecuentar el blog menos de lo que desearía, pero hoy estamos ante una ocasión especial. Y es que este es el álbum más esperado por un servidor no ya en lo que va de año, sino en los 4 que han transcurrido desde que Agalloch parieran esa obra maestra llamada Ashes Against The Grain. Decir que la banda norteamericana es uno de mis grupos preferidos es quedarse corto, porque mi amor por ellos va más allá de razonadas argumentaciones y apela a sentimientos que difícilmente pueden expresarse con palabras. Todavía recuerdo la época en la que en mi cadena sólo sonaban álbumes de Agalloch y Empyrium y me recorre un escalofrío por la espalda, mezcla de nostalgia y admiración por dos de las bandas que más me han impresionado jamás. Desaparecidos los segundos (y reconvertidos al gothic metal bajo el nombre de The Vision Bleak), es el cuarteto de Portland el encargado de defender un legado que por su calidad sólo puede calificarse como impresionante y único. Formados en 1995 alrededor del dúo formado por John Haughm y Shane Breyer (voces, guitarra, batería) y (teclados), no tardaron en sumar al proyecto al guitarra y pianista Don Anderson y al bajista Jason William Walton. Conformados como cuarteto, lanzan en 1999 su acojonante debut, Pale Folklore, en el que se mitigan las influencias black metaleras de sus primeras demos para dar paso a un personalísimo sonido muy influenciado por el folk y las ambientaciones clásicas. Con crítica y público rendidos a sus pies, y de manera sorpresiva, Shane Breyer decide abandonar la banda. En 2002 regresan con The Mantle, un trabajo aún más reposado, a medio camino entre el post-rock y las instrumentaciones folk propias del martial. Otros cuatro años tuvieron que pasar para que viera la luz su tercer álbum, Ashes Against The Grain, el más complejo y ambicioso de sus discos, y curiosamente el que les granjeó mayor popularidad. Agalloch había trascendido el status de banda de culto y se consolidaba como una de las formaciones más brillantes, únicas y geniales del panorama metálico moderno. El nuevo álbum viene con novedades, como la del debut del nuevo batera de la banda, Aesop Dekker (Ludicra, Worm Ouroboros), y las colaboraciones de la cellista Jackie Perez Gratz (Giant Squid, Grayceon, Amber Asylum), Jeffrey Neblock (Vindensang) y Nathan Carson (Witch Mountain, Sunn O)))). La producción ha corrido a cargo de Steven Wray Lobdell (guitarra de Faust) y la masterización por Justin Weis (Slough Feg, Ludicra, Hammers Of Misfortune). Casi nada!


 Pues bien, con Marrow Of The Spirit vuelven a auparse sobre sus contemporáneos con una facilidad pasmosa, a la par que se descuelgan con otro disco diferente dentro de su discografía, pero que a la vez sigue sonando 100% Agalloch. Desde ya os doy mi opinión: este es el disco del año, e incluso eso se queda corto. Y lo es demostrando el lado más fiero y agresivo de la banda, con un black metal más presente en su sonido de lo que jamás lo estuvo en ninguno de sus álbumes anteriores, pero engrandecido con ese don para las atmósferas y melodías que tan grandes les han hecho en sus 15 años de carrera. Abriendo con They Escaped The Weight Of Darkness, una preciosa instrumental basada en violines y en el sonido del agua fluyendo, uno pensaría que estamos ante la continuación de su anterior EP The White, que transcurría por paisajes de ambient minimalista. No es así, ya que los 12 minutos de la siguiente Into The Painted Gray explotan en nuestra cara con una furia inédita en el cuarteto de Portland. Un tema que comienza a todo trapo, con unas guitarras y percusiones black metaleras con la quinta marcha metida. Energía desbordada que se rompe cuando entra una bellísima guitarra marca de la casa, que simplemente te desarma y te recuerda por qué Agalloch son tan jodidamente grandes. Lo que sigue es genialidad pura, de la mano de una fusión de elementos que nadie en el planeta es capaz de urdir como estos cabrones. Rabia, melancolía, belleza, evocación sin límites... nada se resiste a la paleta de unos pintores cuyo libro de estilo es inaccesible para el resto de artistas. Un temazo gigantesco, no puedo decir más. The Watcher's Monolith nos retrotrae al estupendo Pale Folklore, con su sonido cargado de tristeza folk y orfebrería ambient y que nos traslada a ese estado de helada ensoñación tan característico de los norteamericanos. Los 17 minutos de Black Lake Nidstang continúan por este sendero de belleza melancólica hasta que se rompe en su tramo final con un arranque arrebatadoramente épico y en el que John Haughm abandona la guturalidad black para dar paso a una voz limpia que es el remate perfecto a otro tema genial. Ghosts Of Midwinter Fires comienza con un desarrollo instrumental muy espacial y expansivo, hasta que de nuevo unos riffs agresivos rompen la calma para desembocar en un final nuevamente cargado de belleza y épica que explota en nuestas cabezas moviéndose en esas sinuosas espirales cuyo trazo es inexplicable para el común de los mortales. El final llega con To Drow, que entre susurros, violines, acústicas y melodías te inducen a un estado de ensoñamiento onírico tras el cual te preguntarás si Marrow Of The Spirit fue real o tan sólo un sueño fruto de tus más profundos deseos.


 Son Agalloch. Han vuelto. Todo lo demás no importa.

Nota: 10/10