Ecos de una ciudad sumergida.

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jueves, 26 de enero de 2012

PLUTONIUM - Devilmentertainment Non-Stop (2011)


Quien diga que corren malos tiempos para la música o es ciego o confunde el cadáver putrefacto de la industria con el estado de salud de un arte que, al menos en lo que toca al metal underground, no podría gozar de unas constantes vitales más plenas y vigorosas. Un claro ejemplo de ello es el reciente disco de Nahrayan o esta maravilla que me llegó hace unos días a mi cubil de ignominiosa perdición. Plutonium es una banda sueca nacida en 2003 para dar forma a las inquietudes creativas de J.Carlsson. En 2004 editan la demo Wind Of Change, que les abre las puertas para fichar por la ahora extinta Khaoz Star Records y sacar su LP de debut One Size Fits All. Diferencias entre los miembros de Plutonium hacen que J. Carlsson continúe la travesía en solitario, y sin que ello suponga ningún freno a los planes de futuro de la banda, comienza a componer nuevo material para su siguiente LP. Devilentertainment Non-Stop queda grabado en 2009, pero diferentes problemas con varios sellos hacen que su edición se demore, hasta que en 2011 J.Carlsson decide sacarlo de manera autoeditada. Toda una bendición, porque de lo contrario se nos habría privado de un álbum realmente sorprendente.



Y es que aunque su Black Metal Industrial a priori no inventa la rueda, al mismo tiempo juega sus cartas de tal forma que acaba conformando una mano ganadora y muy especial. Uno de los grandes triunfos del álbum es la grandiosa utilización de la electrónica, omnipresente durante los 9 temas que lo conforman y que operan tanto de catalizadores de la rítmica industrial como de genial apoyo a unos pasajes atmosféricos realmente evocadores. Si a ello le sumamos unas guitarras repletas de efectos y cuyas frecuencias van desde el sonido más crujiente a la distorsión pasando por los característicos calambrazos blackers, pues nos encontramos con que Devilmentertainment Non-Stop es una de las obras más versátiles que un servidor haya escuchado en todo 2011 en lo que a metal extremo se refiere. Y es que muy pocas bandas hoy día pueden comprimir en una misma propuesta misiles de black metal tradicional como la inicial A Tribute To The Tools Of The Cosmic Abortionist, cortes de oscuras ambientaciones como Peace Keeper y Dedt Döda Exemplets Makt o recordar a los mejores Satyricon en la muy black'n roll The Misery King. Todo ello sin mencionar todavía los verdaderos puntos álgidos del disco a opinión de un humilde servidor, como el corte que da título al álbum. Una puñetera maravilla que obra una alquimia fascinante entre la frialdad eléctrica del black metal, la electrónica más machacona y unas voces que llegan a transitar la guturalidad del death para devenir en una puñetera incitación a dejarte las cervicales en su escucha. Zero Swarm es otro tema que alcanza la excelencia, merced a un comienzo que coquetea con sonoridades sinfónicas como preámbulo a una patada en la boca en forma de auténtico hit malsano. Y para cerrar, los casi 8 minutos de la tremenda Hell Is All Around, toda una síntesis de las virtudes de J.Carlsson en forma de desquiciada mixtura de brutalidad, épica y enfermizas ambientaciones. Bajada de telón perfecta para un disco espectacular, original y arriesgado.




Enorme sorpresa, diría que de las mayores que han explotado en 2011. Y no tanto por el desconocimiento de la banda sino por una propuesta que combina una variedad de ideas abrumadora con la redondez nacida del talento compositivo. Muy grande!

NOTA: 8,75/10

INFORMACIÓN/CONTACTO/COMPRA DEL CD:

lunes, 23 de enero de 2012

SLINT - Spiderland (1991)


Aunque 2012 no podía haber empezado peor, con negros nubarrones de censura oscureciendo la red y los internautas en pie de guerra, un servidor regresa aportando su granito de arena para intentar que algún rayo de luz atraviese el cielo encapotado. Y a través de esta plataforma que es Ecos de R'Lyeh lo haré inaugurando una nueva sección: REBOBINANDO... En ella comentaré esos discos que han entrado en la categoría de "clásicos", intentando no caer en las obviedades y sacar a la luz trabajos no tan conocidos pero en mi opinión igual de importantes que los grandes nombres que aparecen en la mayoría de publicaciones. En última instancia me dejaré llevar por mis instintos, como generalmente suelo hacer, y esperar que conecten con los de los que visitáis mi humilde morada. Si despierto vuestra nostalgia, genial, y si sirve para que descubráis bandas de las que no teníais conocimiento, pues mucho mejor. Bienvenidos a esta pequeña máquina del tiempo.



Corría 1991... Slint ya había avisado de sus intenciones con el irregular Tweez dos años antes, un disco producido por Steve Albini y que aunque adolecía de claridad de ideas y cohesión, apuntaba el carácter rompedor de una banda que no estaba hecha para amoldarse a ninguna etiqueta. Provenientes de las cenizas de Squirrel Bait, banda crucial en el devenir del post-hardcore (y de los que seguro hablaré en esta sección otro día), el cuarteto de Kentucky compensaba su edad (eran estudiantes todavía) con una visión de la música que aún a día de hoy, 21 años después, sigue sonando rompedora y visionaria. La grabación de Spiderland no contó con Steve Albini como productor (para la ocasión eligieron a Brian Paulson, amigo de Albini y que posteriormente produciría a bandas como Wilco, Dinosaur Jr. o Beck), pero sí como un defensor acérrimo de un trabajo que en su día recibió críticas negativas fruto de la incomprensión más absoluta, aunque habría que decir que en general Spiderland pasó desapercibido en un año espectacular en el que los focos apuntaban hacia el Black Album de Metallica, los faraónicos Use Your Illusion de Guns'n Roses, el Blood Sugar Sex Magic de Red Hot Chili Peppers o la explosión del grunge con trabajos como Nevermind, Ten o Badmotorfinger. No se equivocaba Albini, porque con el paso del tiempo, aunque Spiderland no haya gozado del éxito de los discos anteriormente citados, sí supuso la primera piedra en un género aún por nacer, el post-rock, y uno de los discos más influyentes de la década de los 90.


Eso sí, si estás esperando un trabajo de luminosas evocaciones y sensaciones cinematográficas, de grandilocuencia, te vas a llevar toda una sorpresa, y no de las agradables. Porque Spiderland no va en la línea de los posteriores desarrolladores del género, compuesto por músicos de refinada técnica y elegancia, sino que es una criatura primaria, oscura y, por momentos, violenta. Podría decirse que el cuarteto es más el padre filosófico de la criatura que el biológico. Demostraron que se podía ir más allá, que no era necesario aferrarse a los esquemas preestablecidos, y que eso de que todo estaba inventado era el recurso de los cobardes o los poco dotados. En lo estrictamente musical Slint ocupaban un lugar a medio camino entre el post-hardcore de Fugazi (que ese año publicaba el genial y también incomprendido Steady Diet For Nothing) y un rock progresivo tremendamente personal y vanguardista que hacía del ascetismo su mayor seña de identidad. Imagínate a Pink Floyd desprovistos de grandilocuencia, de su clase y su técnica y obligados a convertirse en una bestia movida por los instintos de sus entrañas, y te harás una idea de por dónde van los tiros. Spiderland era una obra arisca, incómoda y oscura, pero que golpeaba en el estómago con una fuerza incomparable, agarrando el alma del oyente y hundiéndola en un océano infinito, si, pero de brea. Obviando cualquier regla mínima de composición, el álbum es un maelstrom de ritmos primarios, casi desnudos, llenos de susurros, distorsión y aparentes viajes a ninguna parte, pero que cuando nos olvidamos de la razón, respiramos y nos abandonamos a nuestras sensaciones más descarnadas, deviene en una experiencia única, transgresora y que hace gala de una belleza que aunque grotesca y golpeada, pone los pelos de punta. La tensión entre los miebros de la banda (se dice que alguno de ellos acabó en el psiquiátrico para recuperarse del proceso de composición) llegó a unos niveles tan altos que se grabaron a fuego en Spiderland, imprimiéndole una sensación de calma tensa, de violencia a punto de desatarse muy palpable a lo largo de los 6 cortes que lo componían. Por eso no fue de extrañar que al poco de grabar el álbum, y como ocurrió con Squirrel Bait, la banda decidiera separarse, encarnando a la perfección esa visión de la evolución y el cambio como un proceso violento, desgarrador y convulso capaz de consumir las energías mas poderosas.


Spiderland fue una explosión y un nacimiento, un callejón sin salida y una profecía, una tormenta que vaticinaba mil días soleados. Todo un logro para algo que fue grabado en cuatro días, y que años más tarde provocaría reverencias entre discípulos como Mogwai, Isis o Tortoise. Termino citando la valoración más visceral que en su día hizo Albini en la revista Melody Maker: "Ten fucking stars". Pues eso.

viernes, 20 de enero de 2012

CIERRAN MEGAUPLOAD: Cthulhu está muy, pero que muy enfadado.

He colgado mi opinión al respecto en El Desván de Cthulhu, mi otro blog y el gran afectado puesto que todo lo colgado allí estaba en ese servidor. No es muy largo, y a quien le interese saber lo que pienso, pues puede ojearlo. A quien no le interese, pues informo que todos los archivos están ya subiéndose y los iré colgando en cuanto se completen. Un indignado saludo!



martes, 17 de enero de 2012

MOKSHA - Sang De Roure (2011)


Tal como se lo había prometido al gran Alexcore, que Satanás me lo cuide bien, aquí va mi reseña de este arma de destrucción masiva surgida de los más bajos fondos de Sant Celoni (en los Països Catalans, para los que no vivís en el Estado español o estudiáis la LOGSE). Sexto trabajo ya de una de las bandas más grandes e injustamente ignoradas del panorama metálico estatal. Un hecho que por lo leído en las entrevistas no les podía importar menos a Funu (voz), Ivan Ruiz (guitarra, voz), Dani Bude (bajo) y Narcís Prat (batería), contentos por seguir destruyendo cerebelos con su death'n roll salvaje, pasarlo en grande y haber podido compartir tablas con gigantes de la talla de Converge, Napalm Death, Cult Of Luna, Entombed o Dying Fetus. Si no los conocías, corre ahora mismo a por su discografía, porque LP's de la talla de su descomunal debut Antaryâmin (2002), The Five Leafs Of Oblivion (2003) o Moksha (2008) no los vas a encontrar en ninguna banda foránea de leñadores tatuados. Y por supuesto abraza el músculo poderoso de Sang De Roure, en mi opinión su mejor trabajo hasta la fecha y uno de los mejores trabajos metálicos de 2011, otro álbum que de haber tenido tiempo para catarlo en toda su plenitud, hubiera podido entrar en mi Top 25 ( que habría tenido que ser un Top 30 por lo menos,jajajaja).


Porque los 10 misiles termonucleares que componen este disco conforman uno de los ataques terroristas más devastadores del recién fenecido año 2011. Dando una vuelta de sonido (bastante lógica y acertada, por cierto) a su death'n roll gordo y poderoso, los catalanes le han imbuido de una velocidad y bestialidad que les acerca más a formaciones como Converge y Napalm Death que a Entombed. Tal ha sido la dimensión de esta nueva declaración de principios que Sang De Roure podría perfectamente ser calificado como un disco de crust o sludge, incluso del hardcore más bestia (léase propuestas en la línea de angelitos como Integrity), aunque la robustez de los riffs y ciertas líneas sonoras sigan señalando las raíces del cuarteto. Como os imaginaréis no estamos ante un trabajo en el que se impongan los matices; ésto es granito puro y duro, cemento compactado para resistir el ataque de cien naciones imperialistas, odio tan sólido que se siente dolorosamente físico. Eso sí, por debajo de una propuesta aparentemente simplista se esconden una pericia y despliegue técnico no al alcance de cualquier aspirante a quebrantahuesos. Pégale una escucha a esputos como Cavalgant A La Corda Fluixa o El Sot e intenta ejecutarlos en casa, y me cuentas. Precisamente ese es uno de los grandes aciertos de Sang De Roure, conseguir que sus complicadas ejecuciones suenen como una pared de ladrillos al encuentro de tu cara, algo de lo que saben mucho los ya citados Converge y que Moksha ejercitan con una naturalidad pasmosa. No contentos con el sobresaliente el cuarteto ha ido un paso más allá en busca de la excelencia, cabalgando a lomos de auténticos hits como L'Antidot, mi tema preferido del disco y que es lo más parecido a ser sodomizado por un hipopótamo hasta el ojete de Viagra, cortesía de un Funu cuya voz sigue sonando como la de un troll de las cavernas enfadado y con la garganta rasposa por mil porros. Sodomía inclemente que en cortes como Esgarriat o Corre I Caure I Caure I Recaure encima se revisten de melodías, susurros de amor en tu cogote en mitad de una vejación carcelaria. Poco más puedo añadirle a un disco soberbio, con un sonido espectacular cortesía de Santi y Victor García de los estudios Ultramarinos, y que me hacen replantearme una posible visita a Sant Celoni, paraje que desde ahora hace aflorar en mi mente la peligrosidad de las calles de Brooklyn mezclada con la opresiva atmósfera de los pantanos de Nueva Orleans. 


Otra victoria aplastante para Moksha y aunque sigamos siendo cuatro los adoradores de su maligno culto, tened bien seguro que defenderemos con fanatismo malsano hasta el último de sus riffs ciclópeos. De nuevo las fronteras estatales se les quedan pequeñas al cuarteto, porque Sang De Roure es sin duda uno de los mejores discos de metal internacional de 2011. A sus pies.

NOTA: 9,5/10



MOKSHA - ESGARRIAT from WAAAU.TV on Vimeo.

domingo, 15 de enero de 2012

AZARATH - Blasphemer's Malediction (2011)


Domingos, días grises asociados a dolores de cabeza y postraciones en el sofá, consumiendo el tiempo entre la insulsa programación televisiva e inútiles ejercicios de memoria intentando recordar lo acontecido la noche anterior. Para ayudar un poquito en hacer más insufribles los efectos de la resaca, vuestro buen amigo Cthulhu (siempre velando por vuestro bienestar) os trae hoy uno de los ejercicios metálicos más grandiosos del pasado año 2011. Un disco que no entró en mi Top 25 porque lo descubrí demasiado tarde como para que me diera tiempo a desgranar en mi cabeza todas sus inmundas virtudes. Me hace especial ilusión reseñar este álbum porque considero a Azarath una de las bandas más injustamente ignoradas dentro de la escena death metalera. Es muy duro ser polaco y vivir a la sombra de unos titanes como Behemoth, a pesar de llevar desde 1998 pariendo auténticas obras de destrucción auditiva. Sin copar tantas portadas como sus compatriotas, hay que dejar bien claro que trabajos como Demon Seed (2001), Infernal Blasting (2003) o Diabolic Impious Devil (2006) no tienen absolutamente nada que desmerecer al lado de álbumes del renombre de Zos Zia Cultus o Satanica. Si compartes conmigo la idea de que tras Demigod nuestros amigos de Behemoth dejaron a un lado su bestialidad desmedida (aunque su actual propuesta es más que disfrutable, ojo) y echas de menos los buenos viejos tiempos en los que seccionaban cabezas con un blackenead death metal de otro plano material, prepárate para gozar como un hereje nauseabundo, porque Blasphemer's Malediction es precisamente lo que ofrece, cortesía de este cuarteto en el que milita el batería de los citados Behemoth, el gran Inferno.


Es difícil escribir sobre la grandeza de este disco, principalmente porque se antoja muy complicado estarse quieto y teclear cuando todas las impías notas de Blasphemer's Malediction me incitan a hacer headbanging salvaje e intentar imitar con patéticos resultados la abrumadora exhibición de salvajismo de Inferno aporreando los parches. Estamos ante un trabajo que no te va a brindar ni un solo segundo de respiro, y que con la quinta siempre metida pasará sobre tu patético cuerpo como toda una brigada de demolición hasta el culo de anfetaminas y anabolizantes. Los riffs asesinos cortesía de Necrosodom y Bart son de una precisión y contundencia demoledoras, reminiscentes de los mejores Morbid Angel pero beneficiados de una producción moderna que los dota de una pegada para la que no hay defensa posible, y que son lo más cercano a ser diseccionado vivo por el mejor cirujano del mundo. Con machetes roñosos por herramientas. La batería de Inferno nos retrotrae a la época gloriosa de Behemoth, y la absoluta bestialidad asesina que despliegan sus constantes blast-beats y aporreos frenéticos pueden echar abajo las vigas maestras de tu bloque de viviendas sin despeinarse. Es un puto placer tenerle de vuelta con su hiperactividad homicida, siendo uno de los grandes triunfadores de un álbum lleno de victorias aplastantes. Si a todo ello le sumamos los innombrables alaridos blasfemos de Necrosodom, que alcanzan cotas de verdadera invocación maléfica en cortes como Under The Will Of The Lord, pues tenemos un cóctel perfecto con el que acudir al próximo bautizo de un familiar. La compenetración y técnica ultramundana del disco juegan en una sóla dirección, doblegarte por el puro efecto de la brutalidad más directa, mientras que una vez recuperado del primer embate comenzarás a caer seducido por los múltiples matices que se esconden tras la primera oleada de dolor. Un gran ejemplo de ello es la tremebunda Behold The Satan's Sword, que tras un comienzo demoledor, inmisericorde y cruel, acaba mostrando unas melodías de guitarra que evocan el folklore musical de Oriente Medio y te harán sentir la ira de desconocidos dioses perdidos en la memoria de nuestra civilización. Cortes como Crushing Hammer Of The Antichrist (los títulos de las canciones no tienen desperdicio!) y su colección de solos de otro planeta es lo más parecido a una estampida de gorilas con navajas en vez de manos, y para esa altura del álbum ya serás un siervo más del culto de Azarath. No contentos con todo esto el cuarteto polaco introduce toda una serie de guiños a otros subgéneros, como el marchar poderoso y muy death'n roll de la mastodóntica Harvester Of Flames o la grandiosa Supreme Reign Of Tiamat, que haría cagarse de miedo a los mismísimos Melechesh ante la verdadera visión de la monstruosa diosa babilónica. Sinceramente no puedo ponerle ninguna pega a un disco espectacular, bestia y cruel como es Blasphemer's Malediction, uno de los mejores álbumes de death metal de 2011, y que espero que ayude a mejorar el estatus de una banda que por calidad siempre ha jugado en la liga de los grandes.


El entorchado asesino de Behemoth tiene nuevos paladines en las manos de este infame cuarteto polaco, que con Blasphemer's Malediction se han cascado una obra demoledora del mejor blackenead death metal que puedas echarte a la cara. Mis cuernos y pentáculos están ya a su entera disposición.

NOTA: 9,75/10


viernes, 13 de enero de 2012

Desván de Cthulhu: JOY DIVISION de Grant Gee (2007)


Aunque mi blog de variedades no se centra en la música, su apartado de documentales si lo está (al menos de momento), por lo que me parece interesante informar en ECOS DE R´LYEH cuando subo un trabajo que toque este campo. El último que he subido ha sido el maravilloso documental de Grant Gee sobre la historia de los esenciales Joy Division. Y para quien le interese, con anterioridad he subido otros como American Hardcore, Get Thrashed o Instrument (Fugazi). Espero que os sea de utilidad!

Un saludo primigenio!

Ya disponible el link de descarga de "The Beginning Of The End, The End Of The Beginning" de NAHRAYAN!!


Lo prometido es deuda, y hoy pongo a vuestra disposición el enlace de descarga del que en mi opinión es desde ya firme candidato a entrar en el Top de mejores discos de 2012. Espero que la escucha del álbum de Nahrayan os brinde el mismo placer malsano que a un servidor, y que si lo hace apoyéis a la banda adquiriendo el CD que se editará en Febrero o la edición en vinilo que se sacará posteriormente. Creedme si os digo que merece la pena.

miércoles, 11 de enero de 2012

OLDE GROWTH - S/T (2011)



No pocos han sido los álbumes que nos han sorprendido a lo largo de un 2011 lleno de triunfos en lo musical, y que a buen seguro a más de uno le llevará aún muchos meses disfrutar en su verdadera dimensión. Una de esas sorpresas fue el debut de Olde Growth, un joven dúo de Boston que causó una notable conmoción en el panorama metálico estadounidense. He de decir que en su momento no le presté la atención debida al disco, e incluso me pareció de lo más genérico, pero poco a poco fui descubriendo todos sus matices y a día de hoy es probablemente uno de los trabajos que más haya escuchado de la selecta cosecha de 2011. La banda, compuesta por Stephen LoVerme al bajo y voces y Ryan Berry como batería, demostró que no es necesario una formación de cinco o seis integrantes para dar forma a una propuesta que puede medirse en pegada y contundencia con cualquier combo de los que pululan ahí fuera. Y mucho menos si como estos tíos el punto de partida es un sludge abrasivo como la lija del 10. 


Remarco lo del punto de partida, eso sí, porque sería todo un error calificar a Olde Growth como una banda sludge, ya que sus tentáculos abarcan bastantes más sonoridades que las habituales en tan pantanoso género. Podríamos decir que para Olde Growth el sludge es sólo el medio a utilizar para derribar las puertas de tu castillo, y una vez dentro se valen de toda una serie de diferentes tácticas y estratagemas con las que ir liquidando a tu guarnición. Todo ello gracias a la dinámica voz de LoVerme, capaz tanto de emitir gruñidos de orco como de pasar a registros melódicos con un gusto exquisito. También de quitarse el sombrero es su labor en el bajo, tan buena que nos hace olvidar lo necesario de las seis cuerdas en el rock. Su afinación, en vez de hacer hincapié en una distorsión desmedida y gorda (como sería lo habitual), se acerca mucho a la que se suele utilizar en la guitarra, permitiéndose el lujo incluso de cascarse un solo en Life In The Present. Un gran ejemplo de lo que te vas a encontrar en el debut de los bostonianos es la inicial The Grand Illusion: un comienzo lleno de groove stoner que explota en tu cara con toda la rabia propia del sludge, acompañado de los berridos iracundos de LoVerme, para cuando menos lo esperas tirarte de la silla merced a unos estribillos muy en la línea de los Fu Manchu más inspirados. Life In The Present es un corte mucho más denso, plúmbeo, casi doom, y en la que el bajista se vuelve a salir en su versátil utilización de los registros vocales, para completar una maravilla de canción, oscura como una noche sin estrellas. El cuerpo central del disco lo compone la mastodóntica Cry Of The Nazgul/The Second Darkness/To The Black Gate, 10 minutos divididos en tres cuerpos y de evidente inspiración tolkieniana. Sus primeros cinco minutos están dominados por una base demoledora de sludge/doom y alaridos que te harán pensar en hordas de orcos corriendo en tropel a sodomizarte. Sin preámbulos a esa fase le siguen los dos minutos correspondientes a The Second Darkness, muy en la línea de una jam stoner, con voces límpias y un marchar que se convierte en cabalgada, para terminar en un in crescendo épico de la mano de los tres minutos finales de To The Black Gate. En definitiva, un corte inmenso y poliédrico, genial para descuartizar afeminados elfos y matar a golpes con sus partes a patéticos humanos. O algo por el estilo, ya captáis la idea. Sequoia continúa transitando parajes de densidad pantanosa y agresividad, seguida de la pequeña intro Red Dwarf, preámbulos de la parte álgida del álbum en mi humilde opinión. Porque entonces llega Everything Dies, y yo no puedo más que postrarme a los pies de estos dos putos geniecillos. Se trata de una instrumental, pero de qué nivel, señores. Otra composición que va cargándose de intensidad y energía a medida que van pasando los minutos, y que los mismísimos Kyuss hubieran matado por firmar. Y por si no habías tenido suficiente, llega la final Awake para doblegarte. 11 minutacos oscuros y heavys como el mismísimo Infierno, y otra demostración de que estos señores dominan a la perfección absolutamente todos los recursos del rock más pesado y maligno. Enorme. En total 46 minutacos de placer tectónico y que hará las delicias de todo amante del sludge de calidad, y que demuestran al mismo tiempo que en el stoner no está todo dicho, ni muchísimo menos. 


Uno de los grandes debuts de 2011, y la confirmación de Olde Growth como una banda a seguir muy de cerca. Toda la abrasividad del sludge, la pegada y el groove del stoner e incluso pasajes del grunge más oscuro. Eso y más es lo que estos dos señores han facturado en un álbum hecho para volarte la cabeza.

NOTA: 8,75/10


miércoles, 4 de enero de 2012

NAHRAYAN - The Beginning Of The End / The End Of The Beginning (2012)


Puedes escuchar el disco completo pinchando AQUI

En el momento de escribir esta reseña, está confirmada la edición del disco en formato CD de lujo por el sello catalán Les Fleurs Du Mal, así como la intención de sacar la edición en vinilo a cargo de Radix Records, Odio Sonoro, Nooirax, Devilchild Records, Ozium Records (Suecia) y el propio sello de la banda, Marcha Lenta. La edición en CD saldrá en Febrero. No hace falta decir que si os gusta el álbum, y en la medida de vuestras posibilidades, apoyéis a los que lo han hecho posible adquiriendo el CD o el vinilo.


Yeah! Por fin puedo reseñar uno de los álbumes que con mayor ansia esperaba degustar un servidor tras muchos meses con los dientes largos, exprimiendo las dosis del mismo que sus creadores iban colgando en su bandcamp. Nada comparado con el largo y doloroso proceso de parto a través del cual verá la luz The Beginning Of The End / The End Of The Beginning. Más de una década en la que una idea, una gran idea, se estrellaba con la problemática de los cambios de formación y unos músicos extremadamente exigentes que no veían plasmados al 100% sus sueños sonoros en las diferentes grabaciones que iban moldeando. Como todas las grandes ideas, como todos los sueños que merecen la pena soñarse, necesitan de un proceso de tanteo, de prueba y error, hasta que todas las aristas y facetas de la joya en bruto van tomando forma y puliéndose. Por fin esa joya está lista para ver la luz, y os aseguro que su brillo dejará a más de uno hipnotizado. Nahrayan es el sueño colectivo de Julián (Muerte Por Mil Cortes, The Sand Collector, Quebranto) a la guitarra, bajo, voces y efectos, y Miguel (The Sand Collector, Quebranto) como batería y percusionista, nacido en el caluroso verano alicantino allá por el año 2000. En 2006, tras un directo junto a los catalanes Moksha, la banda decide separarse. Atrás quedaban numerosos conciertos en el Estado español, dos discos autoeditados (Demo en 2002 y Searching Perfect Dreams en 2003) y un EP póstumo (The End, 2006). Con la espina clavada de no haber podido presentar como ellos querían su propuesta, y tras haber crecido como músicos, Miguel y Julián deciden regrabar 7 de aquellos temas (dos de ellos inéditos, como Barathrum Fields y Red Moon) con un sonido a la altura de los mismos, añadiendo nuevos arreglos y ejecuciones. Del mismo modo, a nivel letrístico The Beginning... se ha conformado como un disco conceptual a través del cual veremos la manifestación física de todos los demonios internos de la humanidad, una manifestación que acaba por devorar el planeta entero.


Así pues, ¿qué es lo que tenemos con The Beginning...?, ¿un debut?, ¿un renacimiento?, ¿un colofón final? Pues nada de ello y todo a la vez. Tenemos el final de una búsqueda, que al culminar deviene en un ente completamente nuevo. Una meta que lleva implícitas todas las etapas de crecimiento de dos músicos geniales. Porque el álbum es una absoluta gozada, todo una invitación al escapismo y una profecía de nuestros peores miedos, de la mano de una propuesta a la que es difícil encasillar en un género concreto. The Beginning... es como un combate a muerte con una bestia infernal en mitad del mejor colocón de peyote, como zambullirte en un océano exótico y relajante para descubrir que allí te espera una horda de pirañas hambrientas, un puño de hierro enfundado en guante de terciopelo. A caballo entre unas sonoridades deudoras del universo post y la abrasividad del sludge, Nahrayan obran una alquimia atroz, herética, que mancilla la belleza de una música evocadora hundiéndola en un denso pantano de desesperanza. Miel para nuestros jodidos oidos, vamos. Y es que de estos señores me esperaba toda la malignidad posible, pero me he quedado a cuadros con las tremendas espirales sonoras y la capacidad de evocación que son capaces de desplegar. Hablaba de ese acercamiento al universo post, pero podría concretar diciendo que The Beginning... tiene alguno de los momentos post-rockeros más bellos que he escuchado en mucho tiempo, algo sorprendente ya que servidor sospechaba más un posicionamiento en la línea de Neurosis. No lo comento como algo negativo sino todo lo contrario, pues al atenuar los decibelios y la abrasividad la contraposición con los pasajes más furibundos se acentúa, y de esa unidad y lucha de contrarios surge un todo más grande, metáfora de ese conflicto interno que opera en todos nosotros y que amenaza con engullirnos vivos junto con todo el puto planeta. Especialmente remarcables son esos momentos de introspección sonora en las tremendas When Sun Sets Down y A Dying Sun, capaces de transportarte entre suaves oleadas a un estado de paz onírica para en cuestión de segundos despedazarte con inmisericordes ataques dirigidos a pulverizar tu córtex cerebral. Porque a pesar de lo comentado no es The Beginning... un disco para abrazarte con tus amigos gafapastas recordando el maravilloso legado de Mogwai. Aquí hay mucho mal rollo, verdadera lija para el alma, y a pesar de las infinitas capas sonoras que Julián es capaz de desplegar con su guitarra, a pesar del hipnótico percutir de Miguel, Nahrayan vomita desesperanza por todos sus costados. ¿No me crees? Pues chapotea entre fango y alambre de espino durante los 11 minutos de la grandiosa Red Moon Last Sunrise, y luego me cuentas. O mantente intacto mientras esa apisonadora de nombre Barathrum Fields aplasta hasta el último de tus patéticos huesos. Me ha encantado el tratamiento sonoro de las voces, como salidas de la garganta de alguna ronca bestia abisal, que acentúa aún más el mal rollo de las composiciones. No hay paz para los pecadores, o así deben pensar Nahrayan, porque durante los más de 65 minutos del álbum no dan pie al aburrimiento ni al descanso en un trabajo que requiere toda la atención del oyente, pero que a cambio le ragala una de las experiencias más satisfactorias que se puedan disfrutar hoy día en el campo metálico. Algo que queda refrendado en el mastodóntico corte final, The End, 15 minutos de deleite malsano en el que hay cabida para la épica oscura, la furia desatada e incluso unas melodías capaces de ponerte los pelos de punta. Podría seguir hablando de los mil matices que esconde el disco, o del maravilloso sonido que han conseguido este par de cabrones, pero dejo que sean los oidos y pútridos corazones de cada uno los que juzguen una propuesta que a mi ya me ha ganado para su causa oscura.


La primera en la frente. Con imaginación, pasión y un talento desbordante, Nahrayan se han cascado una obra monumental, y que para mí entra directamente a la lista de lo mejor de un 2012 que huele a Apocalipsis. Grandes.

NOTA: 9,5/10