Ecos de una ciudad sumergida.

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miércoles, 27 de julio de 2011

TERRA TENEBROSA - The Tunnels (2011)



Bueno, pues ya estamos de vuelta tras otra dilatada ausencia. Algo que no es de mi agrado, porque disfruto mucho con este mi pequeño refugio en el que me sumerjo olvidándome por completo de los problemas cotidianos escribiendo de lo que más me gusta. Como tampoco es de mi agrado ver como se van acumulando los discos para reseñar sin que sea capaz de sacar tiempo para ello. De entre todos ellos, hoy he decidido por hincarle el diente a el más fascinante, tanto por su propuesta musical como por el halo de misterio que rodea a la banda. Terra Tenebrosa es una formación sueca de reciente creación, cuyos integrantes mantienen el anonimato tras unas curiosas y retorcidas máscaras acompañadas de una estética que a mí me ha hecho pensar en la obra de Fritz Lang. Parece ser que sus integrantes, que responden a los nombres de The Cuckoo (compositor absoluto del disco), Hibernal y Risperdal provienen de Breach, la genial (y añorada) banda de post-hardcore que en 2001 nos regalara esa puñetera e infravalorada obra maestra llamada Kollapse. Os diga algo o no esta referencia, en realidad importa una mierda, porque las similitudes entre ambas propuestas brillan por su ausencia, a no ser que que veamos The Tunnels como la evolución extrema del universo post tras haber vivido un par de holocaustos nucleares y ser sodomizada su escena por un ejército de aliens amantes del expresionismo alemán. O algo así. 


Supongo que llegados a este punto os estaréis preguntando a qué suenan estos tíos con tufillo modernete y pretencioso. Sólo os diré que aún sigo pensando en la respuesta, así que no esperéis un mapa para un viaje concebido en la oscuridad más impenetrable. Puede que yo sea muy tonto, o ellos muy listos, no lo sé, pero para cubrirme las espaldas y mantener mi reputación meteré su propuesta en ese cajón de sastre que es el metal experimental, cogiendo lo de metal con pinzas. Lo que sí tengo claro es que The Tunnels hace honor a su nombre, conformàndose como un álbum de opresiva penumbra, de sonidos que te atacan a ciegas desde todas las direcciones, y cuyo leit motiv es el puro disfrute sadomasoquista, la celebración enfermiza de la desesperanza. Comprendiendo que el escenario post-apocalíptico no es Mel Gibson conduciendo un coche tuneado en mitad del desierto, sino uno en el que medio mundo se desangra mientras el otro se hunde en la mediocridad frente a borboteantes espectáculos de fecalidad televisiva, el trío sueco se lanza en una huida hacia delante al corazón de ese futuro negro por inexistente, y cuya única salida ha sido convertirse en presente. Para ello han tirado del arsenal ruidista de cualquier género que presentara su filiación a la causa del terrorismo sonoro, haciéndose con lo más granado del noise, el drone, el ambient, el black metal y el post metal cargados de las peores intenciones. El resultado es un ataque a la linea de flotación de nuestra cordura, incapaz de afrontar The Tunnels partiendo de ningún esquema formal preestablecido. Tampoco existe ningún fin ni discurso articulado tras esta banda sonora, algo que curiosamente deviene en la más clara y aterradora de las declaraciones: la existencia no tiene sentido, y hemos convertido nuestro periplo vital en una banal sucesión de experiencias artificiales y preocupaciones pueriles, masturbaciones post-modernas en un planeta donde el presente grita y sangra. El Infierno en vida. Hoy. Los siete cortes que conforman el álbum representan los efectos que la comprensión de este hecho tendría en una mente de poder escapar de las cadenas de la alienación moderna, y el poso que dejan tras su escucha casi hacen que uno prefiera encender el televisor o hacerse hincha de un equipo de fútbol. Porque la verdad duele, y todo lo que estos profetas del no-mañana te lanzan a la cara no son más que las sensaciones que todos cobardemente ignoramos, así como ignoramos nuestra responsabilidad ante ellas. Así es, y mientras no hagamos nada por remediarlo, Terra Tenebrosa estarán ahí para herirte con los escalofriantes paisajes que pueblan este mundo de mierda que hemos construido. Podría hablaros de guitarras que hieren como puñales, de riffs que golpean como apisonadoras, de voces mezcladas en segundo plano como lamentos y maldiciones de ultratumba, de esquemas cargados de una complejidad malsana y desquiciante. Pero paso, porque lo importante en este álbum no es la daga, sino la mortal herida que deja tras de sí.


Qué jodido está el mundo cuando el arte tiene que hablar a través de bandas como The Body o Terra Tenebrosa. Y qué jodido estoy yo si un álbum como The Tunnels me hace regodearme en mi propia mierda, en nuestra mierda, en la mierda de nuestro joven y deforme siglo.

NOTA: 10/10


lunes, 18 de julio de 2011

AENAON - Cendres Et Sang (2011)



Parece que 2011 sigue reservándose tremendas sorpresas bajo la manga, para mayor deleite de un servidor, que empieza a mirar con desespero la lista de lo mejor del año, y que a este paso va a ser interminable. Aenaon son un cuarteto griego formado en 2005, cuya propuesta se centra en intentar llevar el concepto de Black Metal más allá de los límites estrechos de la ortodoxia. Tras publicar una demo en 2007, en 2008 fichan por el sello canadiense Black Art Records, con el que editan el EP Phenomenon (2009). Un año después, y con un sonido mucho más arriesgado a la vez que pulido, sacan un split 7" junto a la banda rumana Satanochio. Es en ese momento cuando captan la atención del sello italiano Code666 Records, hogar de fantásticas formaciones como Negura Bunget, The Axis Of Perdition, Ephel Duath o J.W. Pozoj. Con el reto de confirmar las buenas sensaciones creadas, en Junio vio la luz Cendres et Sang (en francés "Cenizas y Sangre"), álbum cuya masterización corrió a cargo de Tom Kvalsvoll, famoso por haber trabajado con bandas como Emperor, 1349, DHG o Keep Of Kalessin. La tremenda portada es obra del artista polaco Lucasz Wodynski.


Incredulidad. Es lo que sentirás cuando comiences a escuchar Cendres Et Sang, porque que algo como ésto sea el debut de una banda y no su obra cumbre tras años de evolución sonora es para tener que recoger la mandíbula del suelo. Partiendo del Black Metal, pero con una clara orientación hacia el Avant-Garde, Aenaon se embarcan en una travesía donde la brutalidad y la clase son compañeros de viaje, sin hacer ascos a ocasionales devaneos con el freee-jazz. Lo más sorprendente de tan peculiar mezcla es la manera en la que el cuarteto griego la somete a sus planteamientos, centrados en todo momento en crear canciones redondísimas. Así que aunque a priori podríamos tener una bizarrada infumable, lo que obtenemos es una colección de temazos de órdago, pero que a la contundencia propia del metal extremo se le suman una miríada de tonalidades que hacen del álbum un artefacto tremendamente valioso y especial. Con un ojo puesto en el legado de titanes como Emperor, Cendres Et Sang despliega ese tipo de Black Metal que de tan transversal traspasa todos los límites, empezando por las estrechas fronteras del género, y fagocitando todo lo que en sus manos cae dan como resultado un trabajo impsible para los amigos del etiquetado. La producción es bestial, dejando el sonido sucio a un lado y abrazando una limpieza y contundencia que elevan hasta alturas orbitales unos temas ya de por sí cargados de rotundidad. La voz de Astrous se mueve por unos registros que van de la furia gutural, predominante, hasta momentos de épica y grandilocuencia que pueden recordar a los irlandeses Primordial. Todo ello reforzado por colaboraciones de lujo a cargo de V'Gandr (Aeternus, Helheim) y Thomas Chatzigianni (Dakrya) entre otros. Pero es el trabajo de guitarras el que se lleva la palma en Cendres Et Sang, desplegando un arsenal de recursos inagotable, amén de hacer gala de una técnica, clase e inteligencia compositiva al alcance de muy pocos. Riffs asesinos, melodías, solos de infarto y cabalgadas de furia infernal se encuentran en la enorme armería custodiada por Achilleas C. y Dagwn, y que a buen seguro os dejaran las cervicales igual de hechas polvo que a mí. Para terminar de redondear la jugada, todo el álbum está impregnado de un aura de surrealismo más que palpable, cortesía de saxofones, teclados e incluso la aparición de un Hammond en escena. Esta inclinación hacia lo bizarro queda constatada con la versionaza que se cascan de In Heaven, de la banda sonora de Eraserhead. Si señores, David Lynch y Metal, con dos cojones. En resumen, nos encontramos ante un trabajo soberbio, personalísimo, y que coloca a Aenaon no ya como una promesa de futuro sino como toda una potencia ante la que inclinarse.


El título de debut del año se le queda pequeño a esta monstruosidad. La encarnación de un tiempo, y un pueblo, el griego, al que como reza el título del disco tan sólo le han ofrecido cenizas y sangre.

NOTA: 9,25/10




miércoles, 6 de julio de 2011

HELMS ALEE - Weatheread (2011)



Me encantan las polémicas, y más concretamente los grupos que las generan. Es algo que los que seguís el blog ya sabréis, que cuando puedo (y creo que un trabajo lo merece), doy prioridad a ese tipo de bandas que desconciertan y dividen al personal por su propuesta musical, ya sea debido a su conservadurismo o por tratarse de ejercicios de arriesgada innovación. Y me gusta porque creo que las discusiones son el mayor antídoto para el anquilosamiento mental. Helms Alee, con su reciente segundo álbum, han generado ese tipo de posicionamientos extremos y contrapuestos, tanto en los discursos como en la gente que los esgrime. Porque de ellos está hablando desde el greñudo amante del sludge al gafapasta indie más modernete. Este trío de Seattle ya avisó con Night Terror (2008) que lo suyo no iba a ser una música fácil de etiquetar, o al menos de hacerlo encajonándola en un sólo género, y Weatherhead no ha hecho sino confirmar este dato. Y es que la peculiar amalgama de Sludge, Noise, Indie, Post-Hardcore, Pop y Progresivo que se cascaron en su debut se ve pulida y amplificada en su segundo ataque sonoro, situando a Hoz, Dana y Ben en una marea de críticas que van desde el entusiasmo por su valentía y calidad compositivas al desprecio por a) edulcorar el sludge o b) metalizar el indie. La lógica dicta que su base de operaciones sea Hydrahead, el mismo sello que acoge a titanes y famosos aventureros como Kayo Dot, Cave In, Jesu o Big Business entre otros. El directo es otro de los puntos fuertes de la formación, y en los poco más de 4 años que tiene de vida Helms Alee, ya han girado junto a Red Sparowes, Boris, Torche o Big Business.


Mi posicionamiento es muy claro en este caso. En mi humilde aunque cósmica y primigenia opinión, Helms Alee es una de las bandas más originales, frescas y excitantes del panorama actual, y Weatherhead aspirante claro a mejor disco del año. Y lo es no sólo por los cojones echados a la hora de concebir un sonido tan arriesgado y expuesto al linchamiento público, sino porque los 14 temas que compone el álbum son de una redondez y una exhuberancia compositiva que quitan el hipo. La gama cromática que convive en la paleta de Helms Alee es verdaderamente apabullante, y en el mural que se va desplegando durante los 50 minutos de duración del álbum veremos copular riffs ultrapesados en la línea de los mejores Melvins, Sludge abrasador que desgarra paisajes de belleza acústica, estructuras que se mueven en espirales imposibles y que adeudan por igual al post-rock como al progresivo, y todo ello aderezado con unos tintes de melodías Pop simplemente irresistibles. Un aspecto muy importante es el tremendo paso adelante que el trío ha dado en lo referente a las líneas de voz, muy curradas, conviviendo a la perfección esa contraposición entre voz femenina y masculina, entre las voces limpias y los furibundos gritos, con el suplemento de unos coros espectaculares, de una capacidad de evocación innegable. Como si de unos Jucifer desatados pero a la vez más centrados se tratase, Helms Alee caminan a la perfección por esa fina línea que separa la locura de la genialidad, haciendo gala de un autocontrol de verdadero yogi para manejar un material (sónico y emocional) terroríficamente explosivo de ser manipulado por cualquier otra banda. Una propuesta como ésta tiene dos grandes enemigos potenciales, como son el liso y llano despropósito por un lado, y la pretenciosidad autoindulgente por otro, capaz de dinamitarla o exponerla al más bochornoso de los ridículos. Conscientes (o no) de ello, la banda los ha combatido de la única manera posible: creando temas indestructibles, sólidos y con un gancho que ni el de Evander Holifield. Formando parte de un todo extrañamente unitario, Weatherhead es una constelación de estrellas que devienen en mucho más, en una galaxia de extraña y desconocida belleza, cuyo influjo nos incita a dejarnos llevar a pesar de lo inesperado e incomprensible de su funcionamiento interno. Podríamos hablar incluso de algún tipo de Psicodelía cósmica por lo capaz del sonido de Helms Alee de traspasar las estructuras formales y esquemas mentales preestablecidos, del mismo modo que la complejidad compositiva exhibida les emparenta con el mejor Rock Progresivo, pero sin diluirse en un ejercicio expansionista sin sentido. Y todo ello sin perder en ningún momento un nervio rockero que impera durante todo el metraje del álbum y que les sitúa como los alumnos más aventajados de los Melvins. Y es que donde otras bandas pintan un Universo de belleza complempativa, como un lago infinito donde perderse entre tranquilas brazadas, Helms Alee nos lanzan a un cosmos igualmente bello, pero que estalla con furia incontenible, que aúlla, grita y se desgarra. En pocas palabras, nos pintan la realidad tal cual es. No quiero afrontar un disco de estas características con un bisturí, porque sinceramente no sabría por dónde empezar a cortar, de lo que se traduce mi negativa a resaltar tal o cual tema por encima de los demás. Weatherhead es un trabajo que hay que afrontar en su totalidad, con todas sus caras y sensaciones, para ser comprendido como merece. Si liberáis vuestras mentes de prejuicios, os aseguro que esa comprensión irá de la mano de uno de los viajes más alucinantes que el rock puede ofreceros hoy día.


Toda una vida, un Universo, encerrados en 14 cortes infinitos. Para disco del año, os lo digo yo...

NOTA: 10/10