Acelerando para tener subidas todas las críticas necesarias de cara al Top del año, hoy toca abordar un álbum que desde ya adelanto que estará entre los 5 primeros, y que tan sólo la falta de tiempo me había impedido redactar como se merece. Poco se puede decir de la mejor banda noruega de la actualidad que no sepa todo amante del metal que se precie. Aunque parezca mentira, nos encontramos ante el onceavo trabajo de Enslaved, cuya carrera es una de las más brillantes y sorprendentes que nos haya brindado el metal moderno. Formados en 1991 en la pequeña ciudad de Haugesund, los primeros Enslaved se ganaron un lugar preferencial en la escena blacker a base de discazos adscritos a ese género tan difuso como es el Viking Metal, entre los que destacan obras maestras como su debut Vikingligr Veldi (1994) o el inconmensurable Eld (1997). Sin embargo, ya a finales de los 90 comienza a vislumbrarse en el quinteto un acercamiento cada vez mayor a los terrenos de la música progresiva, hecho que se constata con la salida de Mardraum: Beyond The Within (2000) y que finalmente se muestra sin tapujos en Below The Lights (2003), donde queda patente la pasión de los noruegos por Pink Floyd. Éste último sería el pistoletazo de salida para un viaje sonoro de cuatro etapas que culminaría con el referencial Vertebrae (2008), acojonante ejercicio de metal progresivo moderno, donde la ya mencionada influencia de los genios británicos se imbuía de la rabia y las ambientaciones heladoras propias del black metal.
Y cuando digo que ese viaje acaba ahí es porque analizando Axioma Ethica Odini en profundidad, uno descubre que estamos ante un álbum que más que seguir profundizando en la última senda abierta por Enslaved, se detiene y recoge todos los frutos de esa siembra única que la banda ha llevado a cabo en los últimos 20 años. No lo digo como algo negativo, ni mucho menos, porque tan sólo una formación con el talento de estos cabrones podría compaginar con tan excelsa maestría el metal progresivo más clásico con la mayor de las furias nórdicas. Con una agresividad desconocida en el grupo desde probablemente Blodhemn (1998), Axioma Ethica Odini se convierte en el trabajo que probablemente uno recomendaría a un profano en el sonido de Enslaved, pues es el mejor representante de las dos caras del gigante noruego. Como comentaba, nos encontramos frente a un trabajo muy bestia para lo que nos tenían acostumbrados, algo que queda patente desde ese demoledor inicio con Ethica Odini y que se mantiene a lo largo de todo el álbum, con un Kjellson que se desgañita como si de un troll rabioso se tratase. Sin embargo, eso no significa que los matices, las atmósferas y la complejidad compositiva desaparezcan, sino que se integran a la perfección con esa descarga de bilis. Las voces limpias del teclista Herbrand Larsen son ya intrínsecas al sonido de Enslaved, y tienen aquí incluso más presencia que en el (ultra)progresivo Vertebrae, proponiendo un juego de sensaciones que en Axioma Ethica Odini alcanza su máxima expresión. El resultado son joyas de gélida belleza como Raidho, uno de los mejores temas que jamás hayan compuesto los noruegos, y por extensión entre las mejores canciones que nos haya brindado el metal moderno. Lo tiene todo: rabia, energía, atmósferas, melodías arrebatadoras y una pasión. que no hace sino aumentar con los años. Actuando como puente entre el rock clásico de los 70 y el metal extremo, Enslaved se reafirman como la formación más brillante de su generación junto a los suecos Opeth, a la par que dan toda una lección de darwinismo sonoro a todas esas bandas que confunden evolución con meter estribillos melódicos sin ton ni son. El trabajo a las seis cuerdas es difícil de adjetivar, haciendo gala de una exhuberancia sin límites, contando además con un Ice Dale en estado de puñetera gracia (ese solo en Raidho... buf!). Los registros y texturas que tanto él como Ivar Bjornson son capaces de desplegar son para quitarse el sombrero, y para nada me columpio si digo que no tienen nada que envidiar a lo logrado en su día por Gilmour y Barret. Y si además son capaces de ponerse duros como el infierno en temazos como The Beacon, pues no me ruborizo si digo que mis votos definitivamente se decantan por los de la pareja noruega, que cojones. Mantiene Enslaved, a pesar de toda esta avalancha de sonoridades y piruetas sonoras, toda su épica intacta desde sus más primerizas etapas, y ahí donde muchos grupos progresivos se quedan en las propuestas expansivas, el quinteto es capaz de hacerte volar, pero a la vez emocionarte con auténticos clímax de envergadura cósmica, como si fuéramos testigos de una batalla entre dioses convertidos en estrellas, con las galaxias como compañeras de nuestro atónito viaje. Ejemplo perfecto de ello es la final Lightening, uno de esos raros casos de canciones que encierran el conjunto de sensaciones y frecuencias vitales de una existencia entera, como si las emociones humanas hubieran salido de sus notas musicales en los insondables comienzos de nuestra raza. La única duda respecto a este disco no hace referencia a su presente, que brilla con intensidad cegadora, sino a si serán capaces de superar lo expuesto en este Axioma Ethica Odini. Cuando al poco de salir Vertebrae me hicieron esa pregunta, contesté que no, que era imposible superar aquella hazaña. Me equivoqué (felizmente), y hoy en día, a la vista de lo expuesto, si en alguna banda soy capaz de depositar mi más ciega fe, esos son Enslaved, lo más cercano a la divinidad que vas a encontrar en este mundo de medriocre raciocinio.
Obra maestra y ejemplo para las futuras generaciones de que aunque en el siglo XXI eramos una sociedad de mierda, nuestra música era capaz de tocar las estrellas.
Nota: 10/10