Ecos de una ciudad sumergida.

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viernes, 29 de abril de 2011

TLÖN - III (2011)


Muchas veces es mejor soñar que estar despierto. Con esta frase terminaba mi comentario acerca del segundo álbum de la banda latinoamericana de rock psicodélico Tlön, titulado II, y que supuso uno de los mejores lanzamientos con que nos deleitamos el pasado año. Sigo reafirmándome en ello, y cada titular de prensa, cabecera de telediario y estadística social que aparecen no hacen más que darme la razón. Aquel trabajo suponía toda una invitación al escapismo de esta cochina realidad, y uno de los pocos álbumes que de verdad podía transportarte a otro universo diferente, uno donde todos los esquemas preestablecidos saltaban por los aires. Por eso fue toda una sorpresa y un honor cuando hace unos días Christian Van Lacke, guitarra y voz de Tlön, se puso en contacto conmigo para felicitarme por aquella reseña e informarme que el nuevo material del grupo estaba ya listo, y que sería editado en los próximos meses por el sello alemán Nasoni Records. Además me autorizaba a subir al blog cuatro de los nuevos temas como adelanto a la edición física de dicho trabajo. Más no podía pedir!! Dejando a un lado mi alborozo, comentar que en el trío continúa Walo Carrillo (ex-Holys, ex-Telegraph Ave, ex-Tarkus) en la batería, mientras que César Bustamante, fundador de la legendaria banda peruana Frágil, sustituye a Marcos Coifman (Reino Ermitaño) en las labores de bajista.


III sigue ahondando en la senda abierta por el trío en sus dos anteriores trabajos, con la evocación como medio y final de una propuesta única en su especie. Llevando a sus límites el concepto de psicodelia, Tlön fuerzan una salida por la tangente de eso que llamamos el mundo real, transportando al oyente a un plano habitado por seres de fantasía y formas imposibles, y que tan sólo percibimos vagamente cuando soñamos, cuando nuestro subconsciente se ve liberado de las férreas cadenas de la cotidianidad. Ejerciendo de continuadores de la tradición rockera latinoamericana, lamentablemente desconocida en Occidente, Tlön beben directamente del legado que nos dejaron formidables grupos como Pescado Rabioso, Pappo's Blues, Vox Dei o la más directa de Tarkus. A tan sólido trampolín el trío le añade su sello propio, su propio imaginario, erigiéndose como una entidad en sí misma. Los principales elementos constituyentes de anteriores trabajos siguen presentes, pero han pasado por un proceso de refinamiento tal que podemos hablar a las claras de III como el mejor trabajo de la banda hasta la fecha. Los riffs pesados en la onda de Black Sabbath se encuentran ahora más atenuados, en favor de una sonoridad más rica en matices y que es palpable en cada uno de los 16 temas que componen el trabajo. Esta exhuberancia se ve respaldada por la colaboración en III de hasta diez músicos diferentes, que aportan desde voces y guitarras a contrabajo, violín, flauta o theremin. Van Lacke continúa desplegando su andrógino registro vocal, elemento identitario del sonido de Tlön, pero que actualmente goza de una mayor versatilidad, lo que ayuda a que cada corte del disco parezca una historia diferente relatada desde algún extraño mundo onírico. Buceando en extraños mares más allá de la razón, III se pasea por la psicodelia, el folk y el intimismo acústico para arribar en una isla fantástica por irreal, ajena al mundo de clones y repeticiones del hombre actual. Un viaje a través del cual la banda latinoamericana nos regala algunos de sus mejores temas hasta la fecha, como la espectacular Hija de Nubes (imposible parar los pies!), la ultraterrena Rey Lagarto (una mezcla entre película de terror y ciencia ficción de los 50) o la preciosa y evocadora Gran Mammut (con un solo para caerte de espaldas...). En total más de una hora de escapismo fantástico, de evasión maravillosa, de deleite sensorial en ese mundo extraterrestre que está tan lejos como mirar dentro de cada uno. El perdido arte de viajar por el subconsciente elevado a su máxima expresión. Un rayo de luz en este mundo gris y alienado.


Deseando que Nasoni edite ya esta maravilla, ya que estamos ante uno de los grandes discos del año, a cargo de una banda que no conoce límites porque está más allá de ningún corsé ni etiqueta. Porque a veces es mejor soñar que estar despierto...

NOTA: 9,5/10


El adelanto de III incluye los cortes Hija de Nubes, Girasoles, Tema del Pantano y Descascarada:


lunes, 25 de abril de 2011

ORCHID - Capricorn (2011)

 


Vaya final de mes más grandioso que estamos teniendo, señores. Entre el acojonante debut de Arenna para Nasoni Records (pronto en ECOS DE R'LYEH!) y el tercer largo de los psicodélicos Tlön, mi yo rockero está dando palmas de puro gozo. Para celebrarlo, traigo un disco que ya tiene unos meses pero que por diversas razones no había podido subir antes a mi humilde morada. Error imperdonable, porque estamos ante un candidato muy serio para mejor disco de rock del año. Capricorn es el debut de este cuarteto de San Francisco, y a su alrededor se habían generado unas tremendas expectativas merced al espectacular EP que sacaron hace ya más de un año. Aquella presentación en sociedad dejó pasmado a más de uno por la maestría con que los californianos recogían el legado de Black Sabbath, sin modificarlo un ápice pero añadiéndole unas composiciones dignas de cualquiera de los primeros clásicos de la mítica banda inglesa. Pues bien, con su debut Orchid han dado un enorme paso adelante , tanto que media crítica internacional ya está rendida a sus pies... mientras que otra media les desprecia argumentando que no son más que simples clones de Black Sabbath. Escuchando Capricorn, me da a mí que a Theo Mindell (Voz, Percusión), Mark Thomas Baker (guitarras), Nickel (bajo) y Carter Kennedy (batería) no les podrían importar menos esas críticas.



Porque es verdad, Orchid son clones de Black Sabbath, pero la copia genética es tan perfecta que a ella se ha adherido gran parte del genio creativo de los de Birmingham, haciendo de Capricorn una puta obra maestra que podrías colocar sin pudor en tu colección al lado del Paranoid, el Masters Of Reality o Vol. 4. ¿Afirmación herética? Antes de que me queméis en la hoguera, pegadle una escucha a los 9 cortes que componen el álbum. Os aseguro que cambiaréis de idea. Capricorn huele a clásico por los cuatro costados, en todos los sentidos de la palabra. Tanto por unas composiciones perfectas, insuperables, como por la sensación que tiene el oyente en todo momento de estar frente a una joya nacida en algún momento de la década de los 70. Barriendo el suelo con los rostros de Witchcraft y The Sword, Orchid han conseguido de un sólo gancho tumbar por K.O. a todas las nuevas bandas de sonido revival que habían surgido en los últimos años. Mientras que con otros combos uno siempre tiene la sensación de que se encuentra ante un grupo "homenaje" o en el mejor de los casos frente a alumnos aventajados de la clase de historia musical, con Orchid todas esas consideraciones desaparecen, obrándose un viaje temporal en toda regla, a aquellos maravillosos años cuando Black Sabbath llenaban estadios. La voz de Theo Mindell rebosa carisma por los cuatro costados, la sección rítmica suena como un tiro, desplegando robustez y técnica por igual, y a todo ello se le suma el trabajo de Mark Thomas Baker a las seis cuerdas, simplemente impresionante. Como poseido por el fuego creativo del gran Iommi, la colección de riffs que nos regala el norteamericano es para caerse de espaldas. Talentos varios y excepcionales que se conjuran en Capricorn para, a lomos de la excelencia, cabalgar al exclusivo reino de la magia, ese mundo habitado por músicos y obras cuya trascendencia y magnitud no pueden explicarse con palabras porque beben de fuentes más allá del simple y plano raciocinio. Es ese "algo especial" del que se suele hablar, ese cosquilleo en la base de la nuca cuando se está frente a una gran banda. Eso mismo que sentirás cuando cortes como Capricorn o Electric Father lleguen a tus oidos y se queden grabados a fuego en tu cabeza. La misma sensación que se quedará en tu cuerpo cuando las últimas notas de Albatross se apaguen cerrando el disco y sólo quede en ti una mezcla de alborozo ante lo que acabas de presenciar e impaciencia por volver a darle al play. 


Un clásico del rock en pleno siglo XXI. Cualquier otra consideración está de más.

NOTA: FUCKING CLASSIC!!! (10+/10)


miércoles, 13 de abril de 2011

SEPULCHRE - I EP (2011)




Uno de los grandes alicientes de esta puerca vida que nos ha tocado vivir son las pequeñas y gratas sorpresas con que a veces se nos aligera el camino y nos hace aflorar una sonrisa de satisfacción. En una semana en la que tenía en mente varios discos para subir, como el último de Pentagram o alguna perlita rockera que espera en la recámara del disco duro, una irrupción de negra maldad lo ha mandado todo a tomar por culo. Y yo feliz. Los que seguís el blog sabéis que no suelo colgar habitualmente EP's, pero en este caso haré una excepción dada la calidad del artefacto que hoy emponzoña ECOS DE R'LYEH. I es el debut de Sepulchre, una banda de black/thrash/crust canadiense. "A Cthulhu le patina la turbina", estaréis pensando. Pues si os digo que tres de sus cuatro miembros pertenecen a los todopoderosos dioses del underground Meggido, seguro que para algunos las cosas irán adquiriendo cierto sentido. Si señores, Meggido, aquel trío (ahora dúo) que nos regalaran ese par de obras maestras de black/thrash metal, The Devil And The Whore (2000) y The Atavism Of Evil (2002). Mientras casi diez años después de su último larga duración seguimos esperando noticias, los entes del inframundo han querido sonreirnos con la puesta en marcha de un nuevo proyecto en el que a Skar (aka Chorazaim, voces y guitarra), Ian (aka Grim, bajo) y Paul (aka Blaspherion, batería) se les ha unido Alex Erhardt, guitarrista de abyectos combos como Horde Of Worms o Visions Of The Night. Toda una invitación a revolcarse en hediondas charcas de roña y dolor, que a un servidor le hizo correr a por un bañador...


Con una membresía tan distinguida entre sus filas y el radiante pasado que atesoran, es imposible esquivar las comparaciones entre Sepulchre y Meggido, aunque sea algo injusto y sus propuestas no sean exactamente simétricas. Mientras los segundos eran un juggernaut imparable con la quinta marcha puesta y el raw black metal más destructor imaginable como bandera, Sepulchre vendrían a ser la versión crustie, pegadiza y accesible de Meggido, con constantes y redondas invitaciones al headbanging herético. Que nadie se asuste, porque I es un trabajo underground y sucio como pocos, y hará las delicias de ese amigo que muchos tenemos capaz de tachar a Impaled Nazarene de mainstream. Simplemente es que con este nuevo proyecto, más que apetecer cortar yugulares y aullarle desnudo a una luna ensangrentada, lo que a uno le pide el cuerpo es hacer air guitar y mover las greñas como un descosido, lo que desde luego no es ni mucho menos algo negativo. Con 7 temas y sólo 15 minutos de duración, el cuarteto se casca una barbaridad de debut que dudo nadie pueda superar este año, ni por energía, ni por actitud ni mucho menos por composiciones. La producción, sucia a más no poder, le da una densación de directo al EP acojonante, haciéndote pensar por momentos que te encuentras viéndoles en vivo en algún sucio garito clandestino de Toronto. Aun así los instrumentos son perfectamente distinguibles, destacando una batería gorda y demoledora a cargo del gran Blaspherion y unas guitarras que te pueden electrocutar a la par que hacerte trotar con bestiales riffs thrasheros. Si temas como Deathcult, Dread o Rais no te descoyuntan las cervicales, es que ya estás muerto por dentro. Skar, a pesar de sonar más limpio y reposado que en Meggido, suena igual de pútrido y maligno, encajando a la perfección con la tónica general de I. Lo único que se le puede achacar al EP es la puñetera sensación de frustración que te deja cuando sus 15 minutos se evaporan, quedándote con un ansía irrefrenable de escuchar más. Un servidor se lo escuchó diez veces seguidas la primera vez que cayó en sus manos, no digo más. Paso de desgranar más un trabajo que está hecho para ser sudado y gritado, y no descrito con palabras. 


Se llaman Sepulchre, y son lo más sucio, pegadizo y contundente que váis a escuchar este año. Punto.

NOTA: 9,25/10


miércoles, 6 de abril de 2011

TRUMBO - s/t (2011)



La vida está llena de nuevos comienzos, de contrastes, convulsiones, y si uno es afortunado, de una línea vital que se eleva en una espiral ascendente. Es necesario para ello dejar a un lado el inmovilismo, los prejuicios y, ante todo, tener pasión a raudales. Porque no es el amor, sino la pasión, lo que mueve al mundo. El fuego en los ojos, la búsqueda febril de los sueños, sin importar baches ni vicisitudes. Ahí está el  verdadero punto de apoyo del que hablaba Arquímedes. Cuando se hizo oficial que Vicepresidentes no iban a continuar en activo, muchos fuimos los que nos lamentamos por la pérdida de una banda que aportaba un soplo de aire fresco al panorama metálico estatal. Sin embargo, todo final es un comienzo, y la muerte siempre es la maestra de ceremonias de nuevos amaneceres. Con infinitos horizontes por explorar, Kanda (Neubat, Vicepresidentes, Sorkun...) a la guitarra y voces, Eneko (Näut) en la batería y Gorka (Kashbad) al bajo deciden unir fuerzas para dar salida a una visión de la música deudora de los grandes combos de rock independiente de principios de los 90. El disco que comento hoy en ECOS DE R'LYEH es su debut, que el Jueves pasado presentaron oficialmente en la Sala Jimmy Jazz de Gasteiz junto a los bilbaínos Cobra, y de la que mi mente guarda un tremendo recuerdo empapado en sudor, dolor de cervicales, regusto a nicotina y no pocas lagunas provocadas por el abuso del alcohol. Y es que siempre hay que celebrar que la espiral siga girando, creciendo y desafiando el firmamento.


Si Vicepresidentes eran señores de la agresividad y los riffs gordos como cabezas de enano, Trumbo hacen hincapié en un rock que tiene la melodía como estrella sobre la que hacer orbitar el resto de planetas que conforman su sistema. No nos equivoquemos, el trío es capaz de mostrarse pesado y plúmbeo cuando así lo desean, pero tirando de ese recurso como herramienta para seducir, y no como fin en sí mismo. Partiendo de los escritos de Dalton Trumbo como referencia lírica, el power-trio conforma un álbum en el que hay mucho de exploración, de búsqueda de identidad propia, pero que cuenta con momentos de auténtica excelencia. Es para quitarse el sombrero, en estos tiempos clónicos en que vivimos, que una banda que empieza a dar sus primeros pasos demuestre tanta personalidad e inquietud por conformar un cuerpo propio, y que lo haga con tanto acierto. No estamos ante novatos en esto de la música, y eso se nota, pero el saber hacer nunca ha creado grandes temas. Ese es el terreno del talento y la inspiración, y os aseguro que aquí hay mucho talento. Empezando por unas melodías por momentos arrebatadoras, los 10 temas que dan forma al álbum se pasean por el grandísimo legado de combos como Helmet o Dut a la vez que beben de fuentes más actuales y con regusto a rock desértico. Muy notable es la influencia de ese esquema que tan grande hiciera a las leyendas del post-hardcore neoyorquino, basada en unos riffs muy metálicos y repetitivos que servían de ropaje a unas voces agresivas y melódicas por  igual. Algo más que evidente en la grandiosa Niagara, uno de los puntos álgidos del disco y cuyo riff se te quedará pegado en la mente como si fuera chapapote, al igual que su infecciosa melodía. Pero la cosa no queda ahí, porque escuchando el comienzo de cortes como Korronte Beroak / Korronte Hotzak, queda muy claro que a estos tíos les pone mucho, pero mucho, el legado que nos dejó Kyuss, y que actualmente bebe las mieles del éxito con los Queens Of The Stone Age de Josh Homme. Sin embargo, y pese a lo expuesto, los temas acaban desplegándose de un modo muy personal, llevados al terreno propio de Trumbo y devueltos al oyente con un rostro nuevo. La versatilidad de riffs que Kanda se saca de la manga es tremenda, pudiendo pasar sin problema de la contundencia metálica a los registros más rockeros sin despeinarse, y todo ello acompañado de una sección rítmica donde Eneko y Gorka dotan al conjunto de una profundidad y compactación a prueba de bombas. Imposible no sonreir como un enano con la energía adictiva de Sekretuak, o flipar con las vibraciones rockeras de Vesubio, para pasados unos minutos dejarse el cuello con los martillazos doom de Hiru Erregeen Mahaia. Tal vez esos contrastes resten algo de coherencia al álbum, pero para los que disfrutamos con todos los géneros que alcanzan los tentáculos de Trumbo, esto es poco menos que miel para los oidos. 


Finalizando, estamos ante uno de los debuts estatales más notables en lo que llevamos de año, así como ante una banda que si consigue la estabilidad necesaria puede darnos alegrías todavía más grandes en el futuro. Porque nada puede parar la espiral, nada puede impedir la salida de nuevos amaneceres, y mucho menos apagar el fuego que arde en el interior de estos tíos.

NOTA: 8,25 / 10