Ecos de una ciudad sumergida.

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miércoles, 30 de marzo de 2011

NEGATIVE PLANE - Stained Glass Revelations (2011)



No ando sobrado últimamente de tiempo que se diga, algo que se nota en la cantidad de álbumes comentados en ECOS DE R'LYEH, pero hay ocasiones especiales en que uno tiene que hacer un esfuerzo extra. Esta es una de esas ocasiones, porque el disco que visita hoy mi insondable morada es merecedor de eso y mucho más. Negative Plane es una banda norteamericana de black metal formada en 2001, que actualmente reside en Nueva York tras haberse mudado de su Florida natal. Su motor creativo es la dupla formada por Nameless Void (guitarra, voces) y Bestial Devotion (batería, coros), a la que se suma la labor de D.G. (bajo). Probablemente muchos no conozcáis la banda, algo comprensible teniendo en cuenta que esta gente son carne del underground más absoluto, situación en la que se sienten la mar de felices, todo hay que decirlo. Sin embargo, su debut de 2006 Et In Saecula Saeculorum es una pequeña obra de culto venerada por todos aquellos que tuvimos la suerte de escucharla. Aquel era un trabajo impresionante, capaz de dejarte boquiabierto por las contradictorias fuerzas que operaban en su interior. Adscrito al raw black metal de raíces más tradicionales posibles, a su vez sonaba como algo completamente diferente, desplegando un barroquismo y oscuridad grandilocuentes que uno jamás esperaría de un artefacto de esas características.  Moviéndose entre tinieblas, la banda siempre se ha mostrado esquiva para la prensa y el gran público en general, y no cuentan ni con MySpace ni con ninguna página oficial más allá de la información proporcionada por su sello, The Ajna Offensive. Cinco años han tenido que pasar para que volvieramos a tener un nuevo trabajo de los norteamericanos, pero creedme que la espera ha merecido la pena.


Y es que Stained Glass Revelations no tiene nada que envidiar al apoteósico debut de la banda. Admitiendo que aquel era un trabajo imposible de superar por nadie, si que nos encontramos ante un álbum que podría perfectamente ser su hermano gemelo. Como ya he dicho, Negative Plane es un combo que se nutre de colosales fuerzas aparentemente contradictorias y enfrentadas a priori. Con el thrash metal y el black primigenio como puntos de apoyo, el trio estadounidense despliega un universo propio que es prácticamente imposible de comparar con ningún otro. Porque pocos discos pueden prescindir prácticamente de la producción como ellos hacen y a la vez sonar como una calculada y tenebrosa máquina de orfebrería técnica y compositiva. Sucios y heréticos como los que más, Negative Plane combinan este primitivismo sonoro con un virtuosismo y complejidad compositivas al alcance de muy pocos grupos ahí fuera, transmitiendo un aura de oscuridad teatral cojonuda. Como si de un arcano y ancestral ritual se tratase, Stained Glass Revelations te transportan a un mundo donde las catedrales fueron erigidas en honor al Maligno, y las piezas sacras sustituidas por piezas de grandilocuente y sucio black metal. Tal es el poder de evocación de estos cabrones, principalmente de la guitarra de Nameless Void, capaz de abofetearte a base de riffs thrasheros como de arrastrarte a la oscuridad más onírica imaginable. De la fiereza de The One And The Many a la evocación de All Souls, los 10 cortes y una hora de duración que componen el disco son un todo indivisible y único, una obra maestra en toda regla que os aseguro puede mirar a la cara a cualquier trabajo de black metal que le pongáis enfrente sin apartar la mirada. Si hubiera que citar alguna influencia para que os pudiérais situar un poco, probablemente esa sería la de Celtic Frost, en el caso de que éstos se hubieran abandonado al LSD y trabajaran en un circo-tapadera que hiciera rituales secretos de sacrificios humanos a Satán. Y es que la extravagancia de Negative Plane es superlativa, eso es innegable, pero en ningún momento chirría ni rasga las vestiduras del conjunto, sino todo lo contrario, ya que dota al álbum de un ADN propio y diferenciado de cualquier otra formación que os pueda venir a la mente. Igual de heterodoxo es el trabajo de D.G. en el bajo, siempre presente (algo poco habitual en el metal de estas características) y con un despliegue que como mínimo podemos calificar de desconcertante, aunque siempre en concordancia con la insólita excelencia del disco. La batería de Bestial Devotion es un ataque de furia demoniaca, transitando a la par por el caos absoluto y la técnica más exquisita. Nada se resiste a estos tíos, y no sólo thrash y raw black metal encontramos en Stained Glass Revelations, ya que durante muchos de los pasajes del mismo observaremos boquiabiertos como el trío deforma y muta géneros como el progresivo, el ambient e incluso la psicodelia para sus popios fines. Si, habéis leido bien, porque en el esquema musical de Negative Plane es esencial el retorcer y llevar más allá los esquemas clásicos del metal, aunque siempre mostrando un tremendo respeto por las raices. Imposible adentrarse más en una propuesta inaccesible a la razón, invocada y lanzada a nuestras caras con el simple fin de que perdamos nuestra cordura seducidos por sus heréticos cánticos de sirena. 

Otra puta obra maestra. Negative Plan demostrando que si no son la mejor banda de black metal del planeta es porque juegan en una liga en la que sólo son rivales de ellos mismos.

NOTA: FUCKING CLASSIC!!! (10+/10)

martes, 29 de marzo de 2011

GRAVEYARD - Hisingen Blues (2011)

 


Madre mía que añito... Y pensar que nació perezoso, desprendiendo a cuentagotas sus esencias y haciendo temer a muchos que 2011 iba a ser de lo más aburrido en el plano musical. Pues de eso nada señores, porque los tsunamis y convulsiones han trascendido Oriente Medio y el Imperio del Sol Naciente para instalarse de lleno en nuestros oidos y volarnos la cabeza discazo tras discazo. De nuevo me encuentro con un archivo lleno de grandes álbumes para subir y comentar y muy poco tiempo para hacerlo, aunque espero poder cumplir con los más destacados. Entre ellos se encuentra otro trabajo de los que copaba casi todas las listas de "lo más esperado de 2011".  Hablo del segundo larga duración de los suecos Graveyard, tras su autotitulado debut de 2007, un disco que a mi parecer no tuvo toda la repercusión que merecía habida cuenta de la calidad que atesoraba. Ese año la gloria se la llevaron sus compatriotas Witchcraft con la publicación del fantástico The Alchemist, que en cierta medida eclipsó un álbum que no tenía nada que envidiar a aquel. Bebiendo de las raíces de eso que llamamos rock, y paseándose con descaro por los jardines propiedad de Led Zeppelin, Blue Cheer o Grand Funk Railroad, el cuarteto sueco nos regaló un trabajo lleno de magia añeja y temazos memorables como Evil Ways o Thin Line. Mudados sorpresivamente al sello metalero Nuclear Blast (hogar de combos como Children Of Bodom, Melechesh o Samael), esta era su oportunidad para demostrarle al mundo que ellos jugaban en Primera División aunque pocos se hubieran enterado. Y vaya si lo han hecho...


Porque si su debut era ya de escándalo, Hisingen Blues es simplemente apoteósico. Es difícil pensar en este trabajo como en un hijo de 2011 y no de la lisérgica década de los 70, siendo uno de los mejores piropos que se le puede lanzar a un combo como el sueco. El sonido es tan orgánico y fluido que rompe con la etiqueta de retro o revival para instalarse directamente en la liga de los grandes clásicos. Despojados de artificios y sonoridades modernas, Graveyard nos retrotraen a una época en la que para comerse el mundo tan sólo hacía falta talento (mucho talento) y pasión desbordada por la música, factores gracias a los cuales la década brilló con una luz que aún a día de hoy nos sigue cegando. Y si no que se lo digan a Kyuss, Monster Magnet, Pearl Jam, Clutch o casi cualquier gran banda de rock de la que podamos disfrutar hoy día. Aupándose sobre todos los aciertos de su predecesor, Hisingen Blues se impulsa muy por encima de aquel no por ningún viraje estilistico concreto, sino simplemente porque el cuarteto se ha cascado un álbum monstruoso, que perfectamente podría alcanzar la categoría de referencial si no fuera porque cuatro décadas después y con los clásicos enfrente eso está muy difícil. Pero a quién cojones le importa cuando desde el comienzo los suecos te electrifican de arriba a abajo con la energía pura y sin adulterar de Ain't Fit To Live Here, con un Joakim Nillson saliéndose por los cuatro costados merced a una interpretación vocal tan clásica como memorable, un nivel de excelencia del que no se apea en ningún momento. Axel Sjöberg está inmenso aporreando los parches, y como si de un John Bonham moderno se tratase alcanza momentos de auténtico vulcanismo percutivo. Tanto Nillson como Jonatan Larocca Ramm realizan un trabajo espectacular a las guitarras, especialmente el segundo merced a unos solos de guitarra herederos del mejor visceralismo incendiario del gran Jimmy Hendrix. No podemos olvidarnos de Rikard Edlund, que con su talento nos recuerda que antes de los sonidos engordados hasta la saturación, había gente como John Paul Jones o Andy Fraser comiéndose el mundo a las cuatro cuerdas. Sin embargo todo esto quedaría reducido a fogonazos dispersos si no fuera porque en el caso que nos ocupa prenden sobre 9 temas espectaculares, dando forma a un álbum que es un verdadero incendio rockero. Cortes como el single Hisingen Blues y su lírica luciferina o Ungrateful Are The Dead y ese genial teclado que lo introduce están entre lo mejor que servidor haya escuchado en mucho tiempo dentro del género, recordándonos que el legado de Cream, Deep Purple o Steppenwolf sigue muy vivo. Pero la joya del álbum es sin lugar a dudas Uncomfortably Numb. Perfecta, preciosa, digna de ser colocada junto a cualquiera de los temas legendarios de la edad de oro del rock, todos sus elementos se conjuran para ponerte los pelos de punta. Los ecos de Black Sabbath se encuentran en Hisingen Blues más atenuados que en el debut de la banda, eligiendo fuego en vez de piedra, blues en vez de proto-heavy, dando como resultado un trabajo de alma abrasadora. En fin, no me explayo más porque me quedo sin palabras para seguir alabando un álbum hecho para ser sentido más que explicado, y que confirma (por si no estaba claro ya) que Graveyard es un gigante de la escena.


Soberbio. Valiosa enseñanza de que los 70 no se encuentran mirando por el retrovisor sino en el motor del vehículo.

NOTA: 9,75/10








viernes, 25 de marzo de 2011

LO-PAN - Salvador (2011)



Joder, por fin saco un rato para apoltronarme en mi primigenia morada y escribir unas líneas sobre uno de los discos más esperados de 2011. Ser un dios cósmico absorbe mucho tiempo, pero entre consumir mundos en el caos y enloquecer frágiles mentes humanas he sacado un rato para dedicárselo a la banda estrella de 2011, Lo-Pan. Vaya añito el que están viviendo estos cabrones: fichaje por Small Stone Records, edición remasterizada y remezclada de su fantástico debut Sasquanaut, y ahora nuevo trabajo en la calle (y qué discazo, señores). No se puede pedir nada más a un año en el que por fin se le hace justicia a una de las bandas más en forma del panorama stoner actual, y que junto a Wo Fat y Black Pyramid son el presente y futuro de un género que amenazaba con morir de puro estancamiento. Las expectativas estaban muy altas, pero las sensaciones que tanto el sello como la banda transmitían en las entrevistas eran de que habían creado un álbum muy especial, lo que nos tranquilizaba a todos a la par que carcomía de impaciencia por hincarle el diente de una vez a Salvador.


Una vez escuchado hasta la saciedad en estas dos semanas, podría empezar y acabar mi reseña diciendo que estamos ante un trabajo al que el premio de Disco del Año se le queda hasta corto. Al igual que Noche del Chupacabra de Wo Fat y el debut de Black Pyramid, con Salvador nos encontramos con una obra de vocación referencial dentro del stoner, y que en el caso del cuarteto de Ohio cuenta con la suficiente transversalidad como para hablar de un disco de rock en toda regla. Con unos riffs gordos como pelotas de elefante, pero rock al fin y al cabo. Si en Sasquanaut ya se salían por los cuatro costados, en Salvador asistimos a un espectáculo aún más mayúsculo si cabe, pues en los años que han pasado desde la edición del debut, los norteamericanos han interiorizado una fórmula que ya era muy personal desde sus inicios. Todo en el álbum suena más natural, fluido, con cada pieza encajada a la perfección, bien engrasadas, y el conjunto funcionando como un mecanismo de relojería. A lo plúmbeo de sus riffs le han sumado notables dosis de velocidad y agresividad, con temas que galopan hasta el cielo rockero a toda hostia, como ese temazo que responde al nombre de Spartacus, uno de los hits del año sin lugar a dudas. Brian Fristoe está espectacular a las seis cuerdas, combinando riffs ciclópeos con unos solos capaces de abrasarte a través de los auriculares. El que se casca en Birds Of Prey podría abrasar al mismísimo Vulcano, palabra de pulpo cósmico. Como en Sasquanaut, abren el disco a lo grande, esta vez con los 2 minutos espectaculares de El Dorado. Su comienzo con esa línea gordísima de bajo a cargo de Skot Thompson te levanta literalmente del asiento de una patada en el culo. Y la cosa no queda ahí, porque otro de los elementos estrella en el sonido de Lo-Pan como es la soberbia voz de Jeff Martin brilla aquí como una puta estrella en plena explosión final. Menos forzado que en Sasquanaut, se nota que actualmente se encuentra mucho más seguro de sus registros, y de esa confianza resulta una puta exhibición vocal reminiscente de los grandes frontman de la historia del rock. A pesar de ser un disco con las ideas muy claras y una evidente vena rock'n roll, son varios los matices que emanan del mismo y que hacen que su escucha se nos pase como un suspiro. Desde la agresividad de Bleeding Out o Seed a los coqueteos psicodélicos con aires orientales de Deciduous, Lo-Pan demuestran que son un combo con recursos, y que no utilizan ninguno de ellos por debajo del umbral de la excelencia. Poco más puedo aportar a un trabajo capaz de resucitar el amor por el rock hasta al vejestorio más prejuicioso, y que confirma a estos tíos como una de las grandes bandas del presente rockero, pero con un futuro al que no se le vislumbra límites.


Discazo, discazo, discazo. De los de enseñar a los nietos dentro de unas décadas, si los vicios no nos llevan por delante antes. Vaya 2011 llevamos señores!!!!

NOTA: 10/10


viernes, 18 de marzo de 2011

SUBROSA - No Help For The Mighty Ones (2011)



Muy grata sorpresa la que me he llevado con esta banda, aunque teniendo en cuenta que militan en Profound Lore Records ésta lo es a medias, dada la absoluta infalibilidad del sello en los últimos años y cuyos lanzamientos se cuentan por victorias incontestables. Formados en 2005 en Salt Lake City, Utah, el quinteto original estaba formado enteramente por féminas, con cuya alineación sacaron su primer álbum en 2008, el notable Strega. A pesar de no ser un álbum redondo (algo comprensible dado que la propuesta del grupo no es para nada de una alquimia sencilla), ganaba muchos enteros por la original amalgama de sludge, atmosférico y progresivo que era el combustible de su motor compositivo. Gracias a él se hacen un hueco en el panorama metálico underground, y comienzan los directos junto a bandas tan dispares como Ludicra, Altar Of Plagues, Isole o Skepticism. Se dan también cambios en la formación, entrando por primera vez hombres en el grupo y dando lugar a una alineación que se mantiene hasta el día de hoy: RKV (guitarra, voz), Spendleton (violín eléctrico, voz), Merz (violín eléctrico, voz), The Deuce (bajo) y Zhatsis (batería).


Desde ya aviso que la propuesta de SubRosa no es plato para todos los estómagos. Y no porque su sonido sea inaccesible o abrasivo, sino por todo lo contrario. Las elevadas dosis de melodías y transversalidad estilística que campan a sus anchas por No Help For The Mighty Ones pueden ser un freno para los más puristas del doom y el sludge, e incluso en una primera escucha puede parecer que los riffs pesados y las bellas voces limpias de estas muchachas se dan de patadas. Pero al igual que digo esto también aviso que si el oyente es abierto de miras y se sumerge con paciencia en el sonido del quinteto, descubrirá un patrón definido serpenteando dentro del plúmbeo marchar del álbum, y una vez aferrado a él difícilmente podrá negar la excelencia y virtudes de una propuesta realmente única. Con unas influencias que hunden sus raíces en terrenos tan dispares como Earth, Kylesa, PJ Harvey, Godspeed You Black Emperor! o el rock independiente de principios de los 90, el principal fuerte del álbum es su capacidad para enganchar al oyente obrando una especie de oscuro trance, un mantra alimentado por susurros, pasajes de melancolía minimalista, riffs lentos y marcados como una procesión de dinosaurios y unos violines que tanto juegan a la épica más tremebunda como a un deambular de borrachera atonal. Inspirándose tanto en la obra de Cormac McCarthy The Road como en cuentos de hadas rusos, todo en No Help For The Mighty Ones va en la dirección de no quedarse tan sólo en una colección de canciones al uso, y los 8 cortes que lo componen son un todo unitario que por su excelencia superan con nota la difícil prueba de la pretenciosidad para instalarse en el hogar de los álbumes que devienen en experiencias únicas. Imposible no emocionarse con el crisol de sonoridades de Stonecarver, que van desde el languidecer más melancólico a la épica arrebatadora, todo ello salpicado por estallidos de furia sludge. Y qué cojones, una banda que consigue aúnar sin caer en el bochorno el Doom más primario con el espíritu de Sonic Youth merece que un servidor se quite el sombrero ante tal ejercicio de malabarismo sonoro. Cuando los ecos de la final Dark Country se apaguen en tu mente, No Help For The Mighty Ones seguirá instalado en tu subconsciente, volviendo una y otra vez a tu memoria en forma de estribillos grandiosos, violines con vida propia o riffs de hipnótico martillear. Como también surgirá la idea de que es imposible etiquetar a SubRosa en ninguna categoría, simplemente porque todas pierden significado en presencia del quinteto norteamericano. Uno tan sólo puede volver a darle al play, sumergirse de nuevo en el fluir de una propuesta desconcertante, y corroborar la visionaria frase de Heráclito de que es imposible sumergirse dos veces en el mismo río.


El ascenso de SubRosa a la primera división, otro título para las vitrinas de Profound Lore y un candidato que se abre paso con insolencia en el camino al Top de 2011.

NOTA: 9,5/10


jueves, 10 de marzo de 2011

OBSCURA - Omnivium (2011)



Parece que aunque 2011 no está siendo tan prolífico en cuanto a la cantidad de lanzamientos comparado con 2010, me atrevo a decir que sin embargo va camino de superarlo en lo referente a los discos excelsos que está alumbrando en su seno. Grayceon, Ulcerate, Deicide, Wo Fat o Belphegor ya van conformando un más que probable Top del año que no tiene nada que envidiar al de su homólogo de 2010, y al que se suma sin lugar a dudas este Omnivium de los germanos Obscura. He de reconocer que tengo especial debilidad por el cuarteto, desde que me volaran la cabeza con su álbum anterior, Cosmogenesis (2009), que entró en el Top de 2009 en esta mi humilde morada. Con una formación de campanillas en la que se encuentran los ex-Necrophagist Christian Muenzner (guitarra) y Hannes Grossman (batería) junto a Paul Thesseling (bajo) de los legendarios Pestilence, desde el primer momento las expectativas respecto a la banda fueron gigantescas. Entrando a renovar por completo el grupo y sumándose al miembro original Steffen Kummerer (guitarra y voces), la debutante alineación superó las esperanzas puestas en el proyecto, anotándose además el tanto de conseguir al primer intento un sonido propio y diferenciado de las referencias directas (tanto Necrophagist como Pestilence). En un género tan tendente a la asepsia y la autoindulgencia como es el Technical Death Metal, Obscura sorprendió con una propuesta que sin renunciar a la exhuberancia técnica aportaba unas composiciones a prueba de bombas, lo que les valió unas críticas entusiastas por parte de la prensa especializada de medio mundo. Tanto que no es de extrañar que Omnivium fuera uno de los discos más esperados de este 2011.


Aunque parezca imposible, los alemanes han superado el techo creativo alcanzado con Cosmogenesis, tanto que ya anticipo será un trabajo referencial dentro del género, al lado de los grandes trabajos de Necrophagist, Pestilence, Cynic o Death. Manteniendo el andamiaje sonoro de Cosmogenesis, el cuarteto ha conseguido profundizar en la redondez de sus composiciones al mismo tiempo que han liberado toda la pirotecnia técnica que guardaban en la recámara, y que os aseguro que no era poca. Dos caminos aparantemente opuestos que se unifican en una sola senda por obra y gracia de unos señores a los que desde ya sólo se les puede considerar como putos genios. Y es que la cantidad de elementos que se despliegan en Omnivium solo pueden ser manejados con tanta fluidez por mentes y talentos verdaderamente privilegiados. Donde otros simplemente enloquecerían al intentar conducir la orgía de sonoridades desatada en el álbum, estos tíos la convierten en una paleta de colores con la que dar forma a una obra de una exhuberancia casi irreal, que dificilmente puede ser atribuida a seres de este planeta. Pero lo más importante de todo es que aquí hay CANCIONES, y los 9 cortes que componen Omnivium tienen sentido en sí mismos, historias con un argumento propio, fascinante y diferenciado del resto a la vez que parte de un todo indivisible. Desde ese inicio demoledor con Septuagint, uno ya es consciente de que se encuentra ante algo muy especial. El trabajo de Muenzner a las seis cuerdas, y no me cansaré de decirlo, es imposible de superar por ningún otro músico del planeta. Con el legado del malogrado y genial Chuck Schuldiner como punto de partida, Muenzner ha desarrollado un sonido propio, inimitable tanto por el barroquismo técnico del que hace gala como por su acojonante claridad para no perder nunca el norte y parir estructuras de una coherencia y capacidad de empatía con el oyente inéditas en el género. No le va a la zaga el trabajo de Paul Thesseling, probablemente el mejor bajista que milita en las filas del metal extremo. Favorecido por una producción espectacular, el holandés alcanza el cielo con su inconfundible sonido gordísimo de bajo y un estilo limítrofe con el free-jazz, al que suma fragmentos de evocación mediterrána en cortes como Ocean Gateways y Celestial Spheres. Sería injusto no resaltar la labor de Grossman a la batería, balance perfecto entre bestialidad y técnica, y la interpretación vocal de Kummerer, muchísimo más versátil que en Cosmogenesis y que combina con gran acierto toda una serie de tonos vocales con unas voces limpias que se pasean por todo el álbum. En conjunto más que una suma de talentos, la certificación de que el metal ha trascendido sus propios límites teniendo su máxima expresión en esa barbaridad de corte que responde al título de A Transcendental Serenade. Inútil expresar con meras palabras lo que suponen y encierran en su interior los 6 minutos de extásis sensorial de un tema que corrobora la idea de que existe vida en otros planetas, y además es mucho más inteligente que la humana.


Paso de extenderme más, por la impotencia de intentar explicar algo que solo puede ser experimentado. Obscura se confirma como banda de primera línea dentro del Death Metal, y Omnivium como material de estudio obligatorio para las futuras generaciones de metaleros. 

NOTA: FUCKING CLASSIC!!! 10+/10


miércoles, 2 de marzo de 2011

WO FAT - Noche del Chupacabra (2011)



Por fin. Un mes llevaba, desde que recibí esta joya, queriendo subirlo a mi humilde morada, pero entre pitos y flautas lo había ido demorando. Algo imperdonable teniendo en cuenta que nos encontramos ante un trabajo que o mucho se convulsiona 2011 (y ni aún así) o se encontrará entre los mejores discos de rock del año. Wo Fat es una banda de stoner metal procedente de Dallas, formada por Kent Stump (guitarra, voces), Tim Wilson (bajo) y Michael Walter (batería). Comenzaron su andadura en 2003 y cuentan ya con tres discos de estudio, The Gathering Dark (2007), Psychedelonaut (2009) y el álbum que hoy nos ocupa, Noche del Chupacabra. No era pequeña la expectación frente al inminente lanzamiento de éste último, pues el excepcional Psychedelonaut se había colado en la mayoría de listas de lo mejor del 2009 a base de unos riffs gordísimos, cargados de groove y psicodelia a partes iguales, y que hizo de Wo Fat una de las más firmes promesas del rock pesado norteamericano. Sorprendió bastante su fichaje por Nasoni Records, un sello enfocado al progresivo y el space rock (con bandas como Vibravoid, Sula Bassana o Tlön), pero la verdad que es un movimiento bastante inteligente de cara a dar a conocer su música en Europa, donde la discográfica estadounidense goza de prestigio más que sobrado.


No lo tenían nada fácil los tejanos para superar Psychedelonaut, y un servidor esperaba más la confirmación del talento de Wo Fat que un paso adelante que se me antojaba complicadísimo dada la calidad de aquel trabajo. Pues de nuevo (y van...) mi conservadurismo ha saltado por los aires ante el obús rockero que es Noche del Chupacabra. Comprimiendo su propuesta respecto a su predecesor, el trío ha dado a luz un álbum simplemente incontestable, dotado de una densidad y groove demoledores. Con tan sólo 5 monstruosos temas y 45 minutos de metraje total, Wo Fat han redefinido el concepto de perfección, pues os juro que lo mire por donde lo mire no veo ningún resquicio de mejora posible en este trabajo. Ese comienzo apisonadora con los 16 minutos de Bayou Juju y Descent Into The Maelstrom deberían bastar para descoyuntar tus cervicales y sumergirte en un infeccioso pantano de densidad lisérgica. Combinando a la perfección unos riffs gordos (pero que muy gordos) y pegadizos como la brea con unos desarrollos en la línea de una jam-band compuesta por rednecks adictos al THC y el bourbon, la banda consigue aunar en un sólo pack conceptos como contundencia, virtuosismo, complejidad compositiva y pegada sin que el resultado chirrie o se abra por las costuras de tan complicado trabajo de patchwork sonoro. Y es que estos señores rockean con muchos huevos, pero también tocan acojonantemente bien sus instrumentos. Ahí está la final Noche del Chupacabra y sus 15 minutazos de puro delirio psicotrónico con una sucesión de riffs y solos de otro planeta para atestiguarlo. No todo son idas de olla en el álbum, porque como comentaba, Wo Fat también saben concentrar sus composiciones. Common Ground es un ejemplo de ello, y su riff de guitarra inicial es capaz de tirarte de la silla de puro gozo a los 20 segundos de haber comenzado, a la par que nos remite a los Clutch más grandiosos imaginables. Temas como ese deberían enseñarse como ejemplos de perfección rockera en las escuelas de stoner de todo el mundo, de existir éstas y no acabar convertidas en 5 minutos en fumaderos industriales por hordas de barbudos, hippies y drogatas varios. Un temario en el que tampoco desentonaría Phantasmagoria, probablemente el corte que mejor resume la propuesta de Wo Fat, y donde los cabrones son capaces de desplegar unos riffs como pisadas de brontosaurio, solos incendiarios y momentos de jam-band del espacio exterior. Podría seguir babeando palabras de adoración por el disco durante horas, pero ante la sensación de que lo importante ya ha quedado escrito, tan sólo me queda retirarme y dejar que vosotros mismos flipéis con uno de los mejores trabajos que el género haya parido jamás, y que confirma a Wo Fat como la banda más grande de stoner rock de la nueva generación de grupos norteamericanos, junto a los también enormes Black Pyramid y Lo-Pan.


No creo que ningún disco de rock pueda superar lo expuesto en Noche del Chupacabra en un futuro próximo, y menos este año. Ahí va ese reto para Lo-Pan!

NOTA: 10/10