Muchos días llevo hincándole el diente a uno de los discos que más me ha costado reseñar en los casi dos años de vida de Ecos de R'Lyeh. No por su complejidad, que la tiene, ni por sus múltiples lecturas, que hay para dar y tomar, sino porque es un trabajo que en mi opinión está hecho para ser interiorizado, lo que no es un proceso de dos días. Así que en vez de pegarle un par de oídas y redactar una perorata de frases vacías y lugares comunes, he preferido tomarme mi tiempo, más teniendo en cuenta que la finalidad del blog no es otra que expresar con honestidad mis impresiones acerca de los discos que me apasionan. Poca utilidad tiene a estas alturas enumerar los parabienes de la banda liderada por Mike Scheidt, que en sus 15 años de carrera y sin salirse nunca del underground han erigido una carrera impresionante, única, hasta alcanzar el status de auténtica formación de culto. "YOB podría ser una de las bandas más grandes de Norteamérica", llegó a afirmar el crítico Ben Ratliff en las páginas del New York Times hace un año. Para muchos de nosotros es así, pero dudo mucho que una banda de doom, y mucho menos la conformada por este trío de Oregón, lleguen jamás a copar las listas que actualmente encumbran a gente como Justin Bieber o 50 Cents (sobra decir que YOB no pueden permitirse ni de lejos vivir de su música). Ni puñetera falta que hace tampoco. Atma es el segundo álbum que lanza YOB tras su vuelta en 2008 (el sexto en su carrera), que se confirmó un año después al aparecer el estupendo The Great Cessation, todo ello tras el desastre de aquella aventura que emprendió Scheidt bajo el polémico nombre de Middian. Una vez anunciado que la banda mantenía la misma formación (completada con Travis Foster en la batería y Aaron Rieseberg como bajista) y desvelada la colaboración de Scott Kelly de Neurosis en Atma, las especulaciones giraban en torno a si el álbum profundizaría el tono más drone y ambiental de The Great Cessation (heredado a su vez de Middian) o volvería a los orígenes. Como añadido comentar que la portada ha corrido a cargo de Stevie Floyd de Dark Castle.
Es pública la afición de Mike Scheidt por todo lo que rodea a la cultura de Oriente Medio (especialmente desde que la banda se disolvió por primera vez), incluido un entrenamiento intensivo en Krav Maga (arte marcial israelí) que le llevó a ser instructor, por lo que las recientes declaraciones que hablaban de un viraje hacia las sonoridades de esa zona no sorprendieron, aunque personalmente a mí me asustaron un poco. Es decir, me aterraba la idea que una fuerza primaria de la Naturaleza como es YOB llenara su abrasiva y demoledora propuesta de bouzoukis o algún otro extraño instrumento folklórico. Pobre de mí por perder la fe. Porque como todo en la banda, y por extensión en el doom, acaba siempre supeditado a la densidad y la repetición. En el caso de Atma podemos decir que esas influencias existen, pero operando en una escala subliminal dirigida a nuestro subconsciente, a pesar de que si hay riffs más evidentes como en el final del corte Atma. Sin embargo, y ante todo, estamos ante un disco 100% YOB, y todo lo que en él osa aparecer está supeditado a la personalidad y genio compositivo de Mike Scheidt. Como si de una biografía sonora se tratase, los 5 temas que conforman el álbum suponen una revista a todas las facetas de la banda, previo paso por un baño catalizador que opera una reacción de la que salen aumentadas, corregidas, soberbias. Lo que traducido significa que estamos ante un disco mucho más calmado y expansivo que The Great Cessation, pero al mismo tiempo Atma contiene algunos de los pasajes más heavies que les recuerdo (Upon The Sight Of The Other Shore es un auténtico mastodonte). Los momentos álgidos vienen con los cortes más largos del disco, Before We Dreamed Of Two y Adrift In The Ocean. La primera se despliega con una lentitud sobrenatural, pero paulatinamente se va cargando de una densidad psicodélica marca de la casa, para acabar en un final ciclópeo, de auténtico escánadalo, todo ello con la adición de las voces del gran Scott Kelly. Adrift In The Ocean es un corte mucho menos cósmico, pero por el contrario está cargado de todo lo que puede hacer eyacular a un fan de YOB: unas guitarras de preciosas melodías, con unas subidas de vértigo, y un Mike Scheidt ultraterreno a las voces. Espectacular. Sería injusto no reconocer el acojonante trabajo del resto de la banda, porque es para quitarse el sombrero. El bajo de Aaron Rieseberg roza la perfección, con un protagonismo y presencia cada vez más raros en el metal de hoy día. La labor de Travis Foster no es nada fácil, y sale victorioso casi sin despeinarse. Dominando los ritmos como un demiurgo con baquetas, su labor es la del retumbar de la tierra en una estampida, llegando el punto de que se fusiona con la misma. Ambos son la mejor sección rítmica que Scheidt hubiera soñado nunca. De nuevo han tenido que venir YOB a sentar cátedra, y demostrar que juegan en una liga diferente a la de todos los demás. Debido a esa insultante superioridad, nos encontramos a una banda que sólo puede compararse con ella misma. Una vez asumido esto, viene la dificultad de utilizar un baremo imposible para una banda cuyos lanzamientos se cuentan por victorias sonrojantes. Así que tan sólo me aventuraré afirmando que estamos ante un disco superior a The Great Cessation (todo un discazo, por cierto), y que puede colocarse perfectamente al lado de joyas como Catharsis o The Unreal Never Lived sin ningún problema.
Lo han vuelto a hacer, y el resto de bandas tan sólo pueden mirar hacia arriba para intentar divisarles. YOB demostrando, si todavía hacía falta, que es la mejor banda doom del Universo, y uno de los fenómenos metálicos más importantes de la última década. Algún día se hablará de ellos y de Neurosis como ahora se hace de Black Sabbath o Hawkwind.
NOTA: FUCKING CLASSIC (+10/10)
4 comentarios:
Quizás más directo que el anterior, pero igual de grande. El día en que YOB saque disco malo... bueno, no, ese día no llegará.
Un saludo.
Yob no harán un disco malo nunca, yo también lo creo.
Es más, Mike Scheidt no hará ningún disco malo en su vida, porque "Age Eternal" de Middian, también fue una obra maestra.
Esperadísimo disco. En cuanto llegue a casa me lo enchufo a ese volumen que dispara los bafles y hace vibrar el universo entero alrededor, que es como hay que escuchar a YOB.
Genial reseña, como siempre. Gracias Primigenio.
Gracias por el link del disco, no conocía a este grupo y me ha impactado muchísmo.
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