Ecos de una ciudad sumergida.

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viernes, 30 de julio de 2010

YAWNING MAN - Nomadic Pursuits (2010)

2010 será recordado, entre otras muchas cosas, como un gran año para el desert rock, merced a los lanzamientos de Fatso Jetson y el de las leyendas de la escena, Yawning Man. Dos bandas con mucho en común y que en especial los segundos son indispensables para comprender un subgénero que desde los noventa nos ha regalado auténticas obras maestras como el Blues For The Red Sun de Kyuss y el Rock Formations de los propios Yawning Man, amén de haber influenciado a notables formaciones como Unida, Nebula o Fu Manchu. Desgraciadamente, nuestros protagonistas de hoy sufrieron el clásico mal de los pioneros artísticos, que pese a ser fundamentales en la creación de un estilo, ven cómo las mieles del éxito pasan de largo para abrazar a bandas que no existirían si no fuera por ellos. Algo que es más que evidente en este caso, ya que a pesar de llevar en activo desde 1986, el primer LP de la banda no apareció hasta el 2005. Hablo del genial Rock Formations, que editó el sello español Alone Records. Por el camino quedaron jams de leyenda en mitad del desierto del Mojave en improvisados escenarios alimentados por generadores, alcohol, ácido y la honda huella que ello dejó en las mentes de los por aquel entonces jóvenes Josh Homme, Brant Bjork y compañía. Un aspecto que también explica la poca producción del trío angelino, pues siempre se adhirieron a una propuesta que bebe más de los infinitos paisajes áridos y los directos que del tedioso y aburrido trabajo de estudio. Pero bueno, para los que hemos tenido la desgracia de no haber vivido aquellos momentos mágicos, es una enorme satisfacción poder disfutar del segundo álbum de Yawning Man, y aunque sea por unos minutos poder sentir el calor abrasador del Mojave y las melodías que gracias a estos tíos van unidas a él en el imaginario popular del rock. Además, tenemos el doble aliciente de contar con la reunión de la formación original, encarnada en el guitarrista Gary Arce (Waterways, The Sort Of Quartet...) , el bajista Mario Lalli (vocalista y guitarra de Fatso Jetson) y el batera Alfredo Hernández (ex-Kyuss, ex-QOTSA, Orquesta del Desierto...).


Nomadic Pursuits es un disco brillante, por momentos simplemente mágico, y que pese a constar de siete jams como la copa de un pino el resultado es un trabajo tremendamente compacto. Estamos ante un álbum que transmite libertad creativa por los cuatro costados, fruto de una interacción entre el trío que va más allá de los simples lazos afectivos entre ellos. La compenetración que encontramos en Nomadic Pursuits es difícil de encontrar en otro álbum de estas características, sobre todo si el resultado son composiciones tan coherentes en sí mismas como éstas. Desde la improvisación más pura y dura de cortes como Far-Off Adventure al esqueleto compositivo del álbum compuesto por Camel Tow y Camel Tow Too, el principal objetivo del disco (si es que en las mentes de estos tíos hay alguno aparte de pasárselo de miedo tocando) es conseguir evocar los paisajes californianos a base de pasajes sonoros que se expanden sin que por el camino encuentren ningún tipo de muro y logrando no perder ni un ápice de la intensidad de su propuesta. La música encerrada en Nomadic Pursuits es la de un suspiro lanzado a la inmensidad de un cielo estrellado, la del sudor del caminar bajo un sol de justicia con un doblado cigarro como único compañero, la del efecto hipnótico de un paisaje hecho para destruir al hombre y enamorarlo a partes iguales. Imposible escuchar Blue Foam y no caer en ese trance del que hablo. La labor de Gary Arce a las seis cuerdas es de lo mejor que le recuerdo, siendo el sonido que le arranca a su instrumento la montura sobre la que la sección rítmica cabalga con una fluidez y naturalidad asombrosas. Pero si la guitarra es la elegida para cargar con el peso evocador de Nomadic Pursuits, no menos reseñable es el trabajo de Lalli y Hernández, que merced a su compenetración sin fisuras dotan al conjunto de un peso y una profundidad en ningún momento reñidas con la versatilidad necesaria para moverse por los intrincados pasajes guitarrísticos. En especial el batería lleva a cabo una labor fantástica. Porque este señor toca como los ángeles, pero ciñéndose en todo momento a lo que el álbum pide de su pericia, sin caer en efectismos ni alardes. Un modelo a seguir en un panorama cada vez más saturado de egos. Prefiero no seguir diseccionando un álbum que aunque suene manido, entra en la categoría de trabajos que deben experimentarse más que oirse. Sólo espero que esa experiencia sea tan maravillosa para vosotros como lo está siendo para un servidor.


Un recordatorio de por qué estos señores son una leyenda, y una oportunidad única de visitar el desierto del Mojave y su magia sin moverte del asiento. Yo no podría pedir nada más.



lunes, 26 de julio de 2010

CASTEVET - Mounds Of Ash (2010)

Vuelvo por estos lares tras unos días de parón obligado, fruto de unos problemas con mi ordenata que amenazan parte de mis archivos junto con la totalidad de mi paciencia frente a la tecnología. Mientras le sigo implorando clemencia al dios de los ordenadores, intentaré al mismo tiempo continuar comentando álbumes con cierta regularidad, a pesar de que tengo que tirar de portátil prestado. Y tras excusarme cual vil plañidera, dejo de apelar a vuestra lástima y me centro en lo importante, la música.

Ya he comentado con anterioridad el impresionante acierto que el sello Profound Lore está mostrando a la hora de incorporar nuevas bandas a un catálogo que es ya de por sí todo un escándalo, y que le sitúan como uno de los referentes mundiales en lo que a metal underground se refiere. Pues bien, para recordarnos que esta situación va a seguir (para disfrute nuestro), vuelven a la carga con otra banda de nuevo cuño con discazo bajo el brazo, como no podía ser menos. Al igual que Coffinworm, otra de las nuevas joyas del sello cuyo álbum comenté el otro día, Castevet es un grupo que está viviendo un ascenso meteórico. Formados en 2006, no fue hasta 2009 que no vió la luz su primer trabajo, un EP de título Stone/Salts. Tal fue el impacto de dicha presentación en sociedad, que un año después el trío ya se encuentra en las filas de Profound Lore y con su primer LP en las tiendas desde Mayo. Casi nada, y más en los tiempos que corren. Y todo ello justamente merecido, porque el Black Metal de estos neoyorquinos es para tomárselo en serio, y mucho. Para los amantes de los nombres propios, Castevet lo componen: Andrew Hock a la guitarra y voces, Ian Jacyszyn en la batería y el bajista Josh Scott.


Supongo que los más familiarizados con estos sonidos, al leer Black Metal y Nueva York (esto se hace extensivo a EEUU en general), habréis invocado en vuestras mentes las imágenes de bandas como Krallice, Wolves In The Throne Room, Cobalt o Nachtmystium. Todas ellas formaciones integradas en ese grupo denominado la Nueva Ola de Black Metal Norteamericano, y cuyo denominador común ha sido la fusión del género con otros estilos muy diversos, que dependiendo de la propuesta pueden ser el ambient, la musica atmosférica, el metal progresivo, la psicodelia o el post-metal. Pues bien, el caso de Castevet se amolda a esta descripción, pero con una serie de matices que les diferencia y les confiere personalidad propia. Tanta que en mi opinión el trío ha alcanzado ese estatus tan deseado por muchas bandas en el que uno sólo puede ser definido nombrándose a sí mismo. Evidentemente esto siempre es falso en parte, ya que hasta lo más rompedor tiene raíces, pero creedme si os digo que Mounds Of Ash es un artefacto al que es complicado encontrarle un gemelo. Y eso es debido no a la utilización de recursos nuevos, sino a la alquimia utilizada para mezclar los ya existentes. Así como las bandas del sonido NY siempre acaban mostrando su amor hacia un género concreto (Krallice y el math-metal, Cobalt y el metal progresivo, Wolves In The Throne Room y el ambient/atmospheric...), Castevet han conseguido el equivalente del descubrimiento de la piedra filosofal (siguiendo con el argot alquímico), ya que todos los elementos de los que beben están mezclados en su proporción exacta produciendo un álbum que es oro puro. El black metal está ahí, con sus distinguibles guitarras, pero conviviendo con unas voces más propias del hardcore y unas estructuras que tienen deudas tanto con el metal progresivo como con los sonidos metálicos de vocación más evocadora. Y todo ello ejecutado con la absoluta perfección de quien está capacitado y ama el metal de encuadre matemático y filigranas imposibles. Sin embargo, lo que hace que Mounds Of Ash sea excepcional es que toda esa miríada de referencias están supeditadas a la coherencia interna de cada tema en primer lugar, y en general a la intención de hacer un álbum libre de cualquier atadura estilística a la par que cohesionado y ágil. Nunca tendrás la sensación, muy habitual cuando uno se adentra en este género, de que la banda no tiene una idea definida de canción o que estás ante una jam hacia ninguna parte. Todo lo contrario. En este disco, y tema tras tema, todo suena como debe de sonar y en el momento adecuado, de tal modo que en mi caso ha supuesto la banda que siempre he soñado sería perfecta para el género. Esto es muy relativo, evidentemente, y sujeto a los gustos y preferencias del oyente, pero si eres de los que adoras todos los estilos que he comentado anteriormente por igual, Castevet te va a flipar. Y no puedo acabar sin resaltar la labor de Ian Jacyscyn, porque sería pecado no hacerlo. Una monstruosidad lo que este señor es capaz de hacer con las baquetas, de verdad. Y no es sólo que su técnica sea simplemente inhumana, que lo es, sino que además es de esos raros casos donde el ego queda supeditado a la composición. El resultado: unas canciones espectaculares a cargo de una batería que las lanza a la estratosfera pero que no chilla a gritos por encima del resto de instrumentos ni exige que el oyente tenga que prestarle toda la atención (toma nota, Brann Dailor). Agesividad, melodía, libertad creativa, contundencia y unos temas rayando la perfección. Eso, y mucho más, son Castevet.


Un álbum que asusta, por su contenido y por su condición de debut. Desde el Lazarus Bird de Burst (no me cansaré de llorar la desaparición de esa banda...) no me había encontrado con una cuadratura de círculo como ésta. Ahí es nada.


miércoles, 21 de julio de 2010

COFFINWORM - When All Became None (2010)



Y seguimos con los sorpresones, y este es tremendo. Los tíos de Profound Lore deben de tener unos sobrehumanos poderes de rastreo, porque es que van de acierto en acierto, pudiendo mostrar un catálogo de bandas en sus filas simplemente incomparable por cualquier otro sello. Alcest, Krallice, Amesoeurs, YOB, The Gates Of Slumber o Altar Of Plagues son algunos de esos "angelitos". Casi nada. Ahora le toca el turno a una banda cuya progresión sólo se puede calificar de meteórica, puesto que éste es su primer LP. Atrás queda un EP, Great Bringer Of Night, (2008) producido por Iron Bob Fouts (el batera de The Gates Of Slumber), que les convirtió en auténticos ídolos de la escena extrema de su Indianápolis natal, amén de conseguir que su nombre estuviera en boca de casi todo el mundo como una de las bandas más prometedoras de los EEUU. Algo que bastó con creces para fichar por Profound Lore y contar para la producción de su primer largo con el prestigioso y omnipresente Sandford Parker de Minsk, otro cabrón que todo lo que toca lo convierte en oro. Coffinworm es una banda envuelta en tinieblas y mala baba, y todos sus esfuerzos van dirigidos a que se hable única y exclusivamente de su música. Sus entrevistas son escasas, y sus nombres no trascienden más allá de sus iniciales. Así, D es el encargado de las voces, T y G de las guitarras, T del bajo y C hace las labores de batería. Sobre sus influencias, en su MySpace podrás encontrar cosas como "la destrucción de Cristo" o "la muerte inminente", y de sus inicios explican como nacieron bajo la mirada del todopoderoso ojo de Choronzon (el demonio creado en el s.XVI por los ocultistas Edward Kelley y John Dee, y que ya en el s. XX fue asimilado por el imaginario místico de Aleister Crowley). Para que os hagáis una idea de lo que corroe las mentes de estos bestias... Otro dato que habla de lo importantes que se han hecho en tan poco tiempo es la lista de bandas con las que ya han compartido escenario: Pentagram, Lair Of The Minotaur, Krallice, Serpentcult, The Gates Of Slumber, Wolves On The Throne Room, Nachtmystium... Acojonante.


Y su música no le va a la zaga, ni mucho menos. A lo que te enfrentas si decides escuchar When All Became None es a un ataque termonuclear aderezado con otro bacteriológico, que a la vez que te destruye sin piedad deshará tus intestinos convirtiéndote en una sopa compuesta por heces y sangre. Para ello Coffinworm han decidido utilizar todo lo enfermizo, maligno y pútrido de lo que han podido echar mano en el underground metálico estadounidense. Ajenos a fronteras o etiquetas, la banda ha compuesto un álbum en el que el doom, el sludge, el death metal e incluso el punk más iracundo se confabulan en un aquelarre de depravación como pocos habrás visto. Y todo esto con una energía desbordada, que traspasa lo estrictamente musical para convertirse en una sensación palpable de odio. Pero lo que hace de verdad especial al álbum es que a la vez que esto ocurre, en ningún momento tendrás la impresión de estar ante un disco de esos calíficados como "difíciles de oir". Porque When All Became None es el álbum de metal extremo más accesible que recuerdo. No sé exactamente como definirlo, pero es así, y a pesar de la brutalidad desplegada, todo en el disco es memorable, con un gancho realmente irresistible. Imposible no hacer headbanging como un poseso con riffs como el de The Sadistic Rites Of Count Tabernacula o Spittin In Infinity's Asshole, eso te lo aseguro. Del mismo modo, las voces son muy extremas, cercanas al death metal, pero el despliegue vocal de D es tan acojonante que tildarlas de simples gritos guturales se antoja imposible. Mención aparte merece la producción de Sandford Parker, ya que ha conseguido captar la esencia de Coffinworm a la perfección. En vez de caer en la inercia de darle a la música ese típico sonido "muralla", Parker ha comprendido que lo que hace especial al grupo es su manera única de mezclar estilos, por lo que se ha decantado por una producción que nítida, donde todos los detalles se puedan captar y disfrutar como merecen. Sintetizando, When All Became None es el álbum perfecto para que los amantes del underground metálico nos masturbemos como gorilas en celo, ya que aquí disfrutarás de Eyehategod, Autopsy, Unearthly Trance o incluso Satyricon, pero todo ello asimilado en una propuesta y demostrando que el todo es muchísimo más que la suma de las partes. 6 temas, 45 minutos, y la confirmación de que el metal extremo es sin lugar a dudas el género más inquieto y en continua renovación del panorama actual.

Claro candidato a disco del año, sin ninguna duda, y otra joya que nace para alumbrar aún más el deslumbrante firmamento de un género al que no se le ven límites.

Nota: 9,75/10


martes, 20 de julio de 2010

STONEHELM - s/t (2010)


Bueno, pues hoy vamos con uno de los sorpresones del año. Antes que nada aclarar que esta subida va dedicada a Alexcore, que en su maravilloso blog Píldoras Musicales me instó a que comentara este álbum. Pequeño esfuerzo ante lo grandioso del contenido del mismo, y por otro lado merecido favor por tantos discos que gracias a él han pasado a formar parte de mis indispensables. Va por usted!


Stonehelm es una jovencísima banda de la localidad de Ventura, en California, y éste es su álbum de debut, tras haber editado el año pasado un EP autoeditado de título So High We Hail. Una autoedición que continúa con el LP, ya que actualmente el trío se encuentra buscando discográfica. Inexplicable situación teniendo en cuenta el pepinazo ante el que nos encontramos. Y una fuente de frustración para mí al no poder acceder a la límitadísima serie de unidades que han podido tirar del álbum. El grupo está compuesto por John a las voces y guitarra, Wes a la guitarra y Zac aporreando los parches. Encontrar bajista es otro de los aspectos que Stonehelm está intentado cerrar para poder desplegar con garantías un directo que tiene toda la pinta de ser más denso que un pantano de brea y humeantes heces.

¿Y a qué suenan estos tíos? Pues a los Electric Wizard más en forma que te puedas imaginar, añadiéndole grandes dosis de agresividad juvenil y una pasión desmedida por la marihuana y Conan el Bárbaro. Esa definición se la robo a un colega (tú ya sabes quien eres, gambitero), porque cuando me la dijo me sonó a clásico instantáneo incluso antes de pegarle una oída al álbum. Acháquenlo a mi frikismo, pero es como si me dijeran que en una película salen zombies, lesbianas sexys, ninjas y Godzilla, todo junto. Directamente me echaría a llorar como una quinceañera de puro gozo juvenil. Pues algo parecido me pasó con estos tíos. Ya ese comienzo con un fragmento de la peli de Conan me puso a dar saltitos como una ardilla, para en cuestión de segundos caerme de culo ante la muralla de sonido que es Hyborian Tale. Al igual que nuestro cimmerio favorito, Stonehelm es un álbum que sólo tiene un proposito y que no es otro que triturarte literalmente el cerebro. La espada atlante del bárbaro es aquí sustituida por un muro sónico capaz de someterte a presiones abisales, y los riffs monolíticos se erigen como auténticos tiranos de una música que se funde y cohesiona con los mismos haciendo que el disco sea compacto como una roca plutónica. De 10 hay que calificar a una producción que a pesar de los pocos medios que supongo tienen Stonehelm, es la perfecta para el sonido de la banda, y que desdeñando el cuidado de los detalles que harían sonar el álbum estéril, se centra en potenciar esa densidad que tan magníficamente se despliega en cortes como Vualt Dweller (13) o Scumbag y que hacen en general de todo el álbum un iracundo Juggernaut presto a la batalla. Pero señores, esto no queda aquí, porque además de una capacidad asombrosa para crear atmósferas pantanosas y presiones sobrehumanas, estos tíos también son capaces de obligarte a hacer headbanging como un poseso, especialmente a base de comienzos de canción irresistibles, como los de esos misilazos llamados Acid Blur (Green Tab) y Zombie Apocalypse 420. Esta última, además, empieza con una frase extraída de El Amanecer de los Muertos, concretamente la famosa frase de "Cuando no haya sitio en el Infierno, los muertos caminarán sobre la Tierra". Añadir que el grupo ha creado un póster con este slógan, cambiándolo por "Cuando no haya sitio en el Infierno, la marihuana se fumará sobre la Tierra". Ante esto, servidor sólo puede arrodillarse ante Stonehelm mientras se descojona vivo. Un último aspecto que hace del disco algo grandioso es la acertada inclusión de solos y pasajes psicodélicos que se pasean por éste añadiendo una nueva dimensión a un sonido que aunque asentado en unos parajes profundamente rocosos, no impiden que en conjunto conforme un paisaje tremendamente rico para el oyente más avezado. La voz de John encaja a la perfección en el álbum, con ese rollo psicodélico-fumeta-espacial unido a declaraciones como "hate the cops and smoke more weed" o "take your final hits of weed and now watch the sun fade to green". Pues eso, grandioso.


La verdad es que una de las razones por las que no había comentado antes el álbum era porque me parecía tan genial que necesitaba dejar pasar algo de tiempo para comprobar con cierta perspectiva, y alejado del subidón inicial, si de verdad estaba ante una obra de tanta magnitud. Ahora ese tiempo ya ha pasado, y que queréis que os diga, me sigue pareciendo excepcional. ¿Qué se parecen demasiado a Electric Wizard? No seré yo quien lo niegue, pero es que con la mano en el corazón aseguro que exceptuando Dopethrone, ningún otro álbum de los ingleses puede mirar por encima del hombro a Stonehelm. Dixit.

lunes, 19 de julio de 2010

SIG:AR:TYR - Godsaga (2010)

Hay veces, muy pocas veces en realidad, que uno consigue callar el torbellino que siempre fluye por su cabeza, cargado de preocupaciones, notas mentales, proyectos y demás acontecimientos cotidianos, y por un momento, por breve que sea, trascenderse a uno mismo, a su vida imperfecta, y volar. Esa esencia la podemos encontrar en la niñez misma de nuestra raza, con sus inigualables representaciones pictóricas, mitos y leyendas, antes del surgimiento de las religiones organizadas y los crimines horrendos que las acompañaron y acompañan. Antes de la televisión, de los efectos especiales, de los videojuegos, los hombres se sentaban bajo las estrellas y soñaban, y compartían sus sueños con otros hombres, y el sueño colectivo, esa representación onírica de la realidad y compartida por cientos, miles de mentes, devenía en el Panteón griego, en el épico Ragnarok de los vikingos, los Vedas hinduistas, el Gilgamesh sumerio. A su lado, Avatar y su 3D es fuego de artificio para lobotomizados culturales. Digo todo esto porque hace poco, en una escapada a los Pirineos, y mientras miraba la noche estrellada bajo un frío seco y cortante, me puse este álbum en el reproductor por primera vez, y tanto su música como el contexto en el que me encontraba se conjuraron para acercarme a aquellos hombres primitivos y maravillosos que soñaban y contaban historias. Durante una hora soñé y me maravillé con mis propias historias, todo gracias a un disco al que necesito ahora devolverle el favor hablando de sus bondades, que son muchas.

Sig:Ar:Tyr es el proyecto personal de Daemonskald, un músico canadiense enamorado de la historia del norte de Europa, principalmente sus raíces paganas y las simbologías adoptadas para representarlas. El nombre de la banda está compuesto por las palabras Sig, que en inglés primitivo significa Sol, la runa germana Ar que expresa el estado intermedio entre las fuerzas del Orden y las del Caos (el mundo de los hombres), y Tyr, el dios de los cielos original en la mitología nórdica, antes de que surgiera Odín. La conjunción de las tres palabras expresa las fuerzas del caos, el equilibrio y el orden que forman parte de la existencia. En 2003 aparece su primer trabajo, la demo The Stranger, que se apoyaba únicamente en el sonido de una guitarra acústica junto a la historia sobre un encuentro místico con Odín. Las críticas fueron muy buenas, lo que se tradujo en la firma con el sello Morbid Winter Records. El primer LP, titulado Sailing The Seas Of Fate, se publica en 2005, cosechando alabanzas por su peculiar mezcla de pasajes acústicos a la guitarra con el metal pagano. Esta vez la historia es la de la batalla entre la cultura vikinga y el cristianismo. Pero su consagración llegaría en 2008, con la publicación de Beyond The North Winds, una vuelta de tuerca más al sonido de Sig:Ar:Tyr y que entra de cabeza en gran parte de las listas de lo mejor del año. Por lo tanto muy grandes eran las expectativas respecto a Godsaga, que vió la luz en Mayo de este año.

Godsaga es el mejor álbum de Sig:Ar:Tyr hasta la fecha, y lo digo completamente convencido. Beyond The North Winds era un disco excelente, de lo mejor que dió el folk metal la pasada década. Pero Godsaga es simplemente inmenso, como el árbol Yggdrasil del que colgó Odín durante nueve días para adquirir sabiduría, y que junto a la saga de Egil forman el esqueleto narrativo del álbum. Una hora de música que trasciende lo meramente humano y que con una sensibilidad abrumadora nos acerca la concepción nórdica de la pérdida y el sacrificio. Una joya única que comienza con la furia blacker de Midwinter Sacrifice y la espectacular Blood Of The North, pero que de improviso te regala la instrumental Black Sun's Bane y cuando te quieres dar cuenta estás rendido a los pies de Godsaga con los ojos empañados ante tanta belleza. El dominio que Daemonskald tiene de la acústica es absoluto, y los pasajes reposados del álbum son obras maestras en sí mismas, y no sólo momentos de respiro para prepararse para otro ataque de furia. En general, el canadiense demuestra que es un guitarrista soberbio, ya que además de la acústica, sus solos en la eléctrica son sobresalientes. Una escucha al que este señor despliega en Eternal Return y sabrás de lo que hablo. Estamos ante lo que es un paso más en la evolución de un talento excepcional, un proceso que muchos hemos observado atónitos y regocijándonos ante cada nuevo lanzamiento. Con Godsaga, Daemonskald ha consegudio desmarcarse de todos sus compañeros de viaje dentro del folk/pagan metal, porque ni siquiera Týr consiguen conjugar con tanta maestría metal y ambient acústico como el canadiense. Y de paso ha creado una maravilla que puede enamorar a un espectro muy amplio de personas, desde el amante del ambient, al del folk y al blacker de miras anchas. Yo sólo doy gracias a los Aesires por haber inspirado a este señor para componer música, por ser, aunque sea durante una hora, el catalizador de mis sueños.


Sencillamente un trabajo mágico.

miércoles, 14 de julio de 2010

BLOOD FARMERS - Discografía (casi completa)

Blood Farmers LP - 1995

Hoy toca una mirada atrás para homenajear a una de las bandas más grandes y a la vez injustamente ignoradas de la década de los 90. Uno de esos casos en los que a pesar de que la calidad musical se encuentra por encima de la mayoría de grupos de la época, extrañamente no va acompañada ni de éxito ni siquiera reconocimientos. Joder, que al menos Captain America o Flipper fueron alabados por sus coetáneos. En fin, c'est la vie. Pero como defensor de causas perdidas y amante de los perdedores en la historia que soy, he decidido reivindicar desde mi humilde tribuna el acojonante (aunque paupérrimo) legado que nos dejaron Blood Farmers a comienzos de aquella década. Hablamos de uno de los grupos de stoner/doom más raros y esquivos del mítico sello Hellhound Records. De hecho, por mucho que me he esforzado, sólo he encontrado una foto de la banda de aquella época, y es la que aparece en el LP de 1995. Formados en 1989 y atraídos por Black Sabbath y el cine exploitation (la portada del LP está extraida del film de culto de 1974 Deranged: Confessions of a Necrophile, y el tema Bullet In My Head aparece en ese bizarro producto fílmico de 2005 que es I Am Vengeance, de Richard Anasky), el núcleo compositivo de la banda son su frontman Eli Brown y el guitarrista Dave Depraved. En 1991 editan su primer trabajo, la demo Permanent Brain Damage, con una tirada de tan sólo 100 copias y que actualmente es un artefacto de culto. Afortunadamente, hace seis años fue reeditado y remasterizado por el sello Leafhound Records en formato LP (sus 47 minutos de duración hacían acertada esta opción). Tres años después, la banda, ya bajo el sello Hellhound, graba otra demo, de título Bury The Living Harvest The Dead, otro trabajo inaccesible hoy día, y que desgraciadamente ni servidor ha tenido el gusto de catar. Por fin en 1995 sale a la luz su prmer LP homónimo, que confirma todas las excelencias de Blood Farmers y que ha día de hoy está considerado una auténtica obra maestra no sólo del stoner, sino de aquella década. Sólo un año después, en 1996, la banda se separa. El guitarrista Dave Depraved se centra en lanzar su carrera como escritor, Eli Brown funda la banda de heavy psicodélico M-Squad, y el guitarra Ross Markonish junto al batera Will Broadbent forman los esenciales Ogre en 1999.

Blood Farmers - Permanent Brain Damage Demo (1991)

Acerca de su música... solamente un adjetivo: estratosférica. Con los pies entroncados en la tradición heavy setentera, muy especialmente en Black Sabbath, aunque también en bandas posteriores como Saint Vitus y The Obsessed, lo que hizo grandes a Blood Farmers fue su capacidad para pasar todas esas influencias por su filtro personal, destrozarlas con una batidora de psicodelia esquizoide, y finalmente parir uno de los sonidos más novedosos que haya dado el stoner doom. Sus temas, además, rezuman una pasión cada vez más rara en un disco de rock. Y es que estos cuatro tíos sonaban como si su puta vida se fuera en ello. Por momentos se les puede emparentar con los primeros Soundgarden, pero estoy convencido que en un combate de directos entre ambos, Chris Cornell & Co. huirían espantados ante el espectáculo de estas cuatro bestias pardas, que además amenizaban sus conciertos con vídeos de pelis gore y de terror. Una estrella sobresalía especialmente en el firmamento de estos granjeros, y esa era la guitarra. Sin palabras me quedo para expresar lo que las seis cuerdas (doce en este caso) de Blood Farmers son capaces de hacer. Riffs monolíticos, marcados, creando auténticos muros de granito sónico, y que al mismo tiempo conviven con unas diabluras y escorzos propios del rock'n roll sudoroso y el heavy clásico a partes iguales. También hay pasajes convertidos en puras jams pantanosas, donde el blues se empapa de brea y sangre para cubrirte por completo y sumergirte en su peculiar mundo de placas tectónicas en colisión, viajes de ácido y muerte. Eli Brown es la persona perfecta para dar voz a este monstruo, prestando sus registros cercanos al blues cazallero que, unidos a la desaforada pasión con que impregna sus interpretaciones, dan como resultado unos temas que te pondrán literalmente los pelos de punta. No me voy a olvidar de la sección rítmica, ni mucho menos, porque joder, por fin uno puede degustar un trabajo bien hecho en las 4 cuerdas. Y no porque ahora no haya buenos bajistas, sino porque parece que los productores y técnicos de sonido del heavy se han olvidado de su existencia. Pues bien, aquí podréis degustar al Dr Phibes dándole una profundidad al rock de Blood Farmers para quitarse el sombrero. La labor en los parches (por aquí pasan varios músicos) es complemento perfecto al bajo, y en conjunto dotan al trabajo de los norteamericanos de una pegada sin igual y necesaria en un trabajo de estas características.
Una discografía esencial para todo buen amante del stoner y el doom, de una banda única, tanto que se perdió en una época que no estaba preparada para ellos. Lástima que no pueda ofrecer su segunda demo, pero si alguien la tiene y la desea compartir, le venderé mi podrida alma muy gustoso por el favor.

martes, 13 de julio de 2010

THE HOWLING VOID - Shadows Over The Cosmos (2010)

El lunes ha sido demasiado negro, incluso para toda mi coraza de cinismo. Un 20% de paro en el Estado, una reforma laboral que habla de adaptar el mercado laboral al siglo XXI cuando en realidad volvemos a pasos agigantados a unas condiciones de trabajo propias del XIX, una educación universitaria cada vez más cercana al elitista modelo anglosajón, unas ayudas sociales insuficientes, 500 mil millones de euros regalados a los responsables de esta crisis... ¿Y cuál es la respuesta? ¿Movilizaciones masivas reclamando justicia y la defensa de nuestros derechos? ¿Sindicatos en pie de guerra? ¿Disturbios tal vez? No, 2 millones de personas elevando a la categoría de semidioses a 20 millonarios semianalfabetos. Peores que romanos, señores. Porque éstos al menos engatusaban al pueblo con pan y circo, mientras que a nosotros el pan se nos ha negado. En fin, en momentos como éste desearía ser Cthulhu de verdad, extinguir la raza humana y sustituirla por una comunidad de líquenes, que a bien seguro demostrarían más inteligencia. En momentos como éste necesito un álbum como Shadows Over The Cosmos.


The Howling Void
es el proyecto personal de R (creo que sus papás le llamaron Ryan), músico texano conocido también por sus trabajos con bandas tan variadas como Morning Star, Normpeterson o Intestinal Disgorge. El proyecto se pone en marcha en 2007, y en 2009 lanza su fantástico debut Megaliths Of The Abyss, que es recibido con entusiasmo por la crítica y los amantes del Funeral Doom merced a su capacidad para aunar la cavernosidad del género con unas atmósferas y melodías propias de estilos como el ambient o incluso el gótico. Pues bien, justo un año después, y cuando muchos aún estamos paladeando su debut, R vuelve a la carga con Shadows Over The Cosmos para dejarnos definitivamente sin sentido. El álbum lo edita Solitude Productions, sello de origen ruso que en muy poco tiempo se está convirtiendo en todo un referente en lo que a Doom se refiere, y que alberga en su seno a grupazos como Orphis, Catacombs o Ea.

Nos encontramos ante la depuración de todos los elementos presentados en Megaliths Of The Abyss, y aunque parezca complicado, llevados muchísimo más allá. The Howling Void representa todo un soplo de aire fresco en el Funeral Doom, y de paso demuestra que aunque se parta de los postulados del minimalismo sonoro, con el talento suficiente se pueden crear obras de una envergadura cósmica. Porque lo que ha conseguido R no está al alcance de todo el mundo, y muchos no hubieramos creído posible una amalgama donde géneros como el Funeral, el Death, el ambient y la épica pudieran ir de la mano. Y aunque quede mal decirlo en un álbum de estas características, el resultado es de una belleza avasalladora. Eso sí, la belleza de nuestra pequeñez ante un cielo estrellado sin límites, ante un páramo desolado que no conoce fin. En definitiva, una oda a nuestra patética insignificancia. Si tuviera que hacer una descripción sintetizada de su sonido, diría que The Howling Void es como un cruce entre Ahab (lease también Evoken o Esoteric) y My Dying Bride. Muchos estaréis pensando en un friki escondido en un sótano roñoso de los EEUU pertrechado con un órgano Casio en una mano y un ejemplar de los Mitos de Cthulhu en la otra. Nada más lejos de la realidad, aunque he de reconocer que a tenor de lo escuchado en Shadows Over The Cosmos, me parece increíble que una sola persona haya sido capaz de edificar tan impresionante monumento sonoro. Piezas como la instrumental The Hidden Sun o Lord Of The Black Gulf dan buena fe de esto que comento, y simplemente las puedo calificar de sublimes, cargadas de una capacidad de evocación y de una belleza tal que te helarán el corazón. Del mismo modo, los otros tres temas que componen el álbum son auténticas joyas que hacen que el título del disco sea terriblemente apropiado, porque lo que sentirás es estar plantado en mitad de una tierra desolada mientras al elevar la vista al cielo observas entre maravillado y aterrorizado cómo la oscuridad devora por completo el Universo. Una estrella tras otra que caen presas de una Nada absoluta, con tus maravillados ojos como únicos espectadores. Porque Shadows Over The Cosmos es de esos discos que te hacen sentir que eres la única persona capaz de discernir su melodía, de ver tan aciago final. Vamos, como yo viendo la televisión el lunes, pero sin que apareciera la belleza por ningún lado. El artwork es acojonante, y corresponde a un trabajo titulado "Deshielo" a cargo del pintor ruso del siglo XIX Feodor Vasyliev.

De lejos el mejor álbum de Funeral Doom del año, y entre lo mejor que el Metal nos va a regalar este 2010.

Nota: 9,5/10