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No ha sido pequeña ni fácil la espera, pero llevadera gracias a esa fe ciega que nos decía que iba a merecer la pena. Cuatro largos años soñando con el nuevo trabajo de los estadounidenses Samothrace tras su demoledor debut Life's Trade (2008, 20 Buck Spin), un soberbio ejercicio de doom que coqueteaba tanto con los abisales ritmos del funeral como con una psicodelia que no por soterrada entre montañas de riffs ejercía menos influjo en el oyente. Trasladados de su Kansas natal a la siempre gris Seattle, el cuarteto formado por Dylan Desmond (bajo), Brian Spinks (guitarra, voz), Renata Castagna (guitarra) y Joe Axler (batería) retorna para demostrar su estatus como una de las bandas más en forma del género. Reverence To Stone (2012, 20 Buck Spin) es su nueva criatura, y un servidor ya se postra a sus pies...
Y es que sin lugar a dudas estamos ante uno de los grandes discos del año, un viaje fantástico que no necesita más de 35 minutos (estructurado en dos ciclópeos cortes) para demostrar que en el doom todavía hay lugar para soplos de aire fresco. Si en Life's Trade no había ninguna duda de que nos encontrábamos ante un ejercicio de doom, de lentitudes imposibles y evocaciones empapadas en densa brea, en Reverence To Stone los tentáculos de Samothrace han encontrado asideros nuevos con los que impulsar su propuesta hacia otro nivel. Que nadie se asuste porque el cuarteto continúa erigiendo altares al dios del riff letárgico, pero al mitigar su tiranía se pueden observar pinceladas y texturas que enriquecen el tapiz sonoro de los de Seattle. Cierta decepción me invadió al saber que uno de los dos cortes que constituyen Reverence To Stone iba a ser When We Emerged, ya incluido en su demo de 2007, pero tras escuchar el resultado mi sonrisa regresó con energías renovadas. Y es que poco tiene que ver el corte con aquel de hace cinco años (tremendo también), y tanto el enriquecimiento compositivo como la mejora en la producción le dotan de una vida completamente nueva. 14 minutos donde se dan la mano extensos parajes latiendo en frecuencias de languidez extrema, guiños al funeral doom, explosiones catárticas de energía incontrolable, atmósferas de irresistible evocación y momentos de introspección minimalista que coquetean con el shoegaze. Y sobrevolando el conjunto como una fina capa de niebla, una sensación de luminosidad que comparte espacio con los oscuros nubarrones que constituyen el cuerpo del sonido de Samothrace, como un halo de esperanza entre las tinieblas. La dupla de guitarras compuesta por Renata Castagna y Brian Spinks es la gran triunfadora del show, siendo capaces de transitar por una amplia gama de registros que aunque subordinados al riff monolítico como transporte principal de su propuesta, no temen acariciar melodías de retorcida belleza o explotar con exhibiciones de verdadero vulcanismo rockero, lo que hará las delicias de los fans del stoner (si no mueren antes por los niveles de compresión tectónica del álbum). A Horse Of Our Own son 20 minutos de blues rugiendo desde las profundidades de la Tierra, un corte mayúsculo que se despliega sin ninguna prisa, sabedor de su poderío y que cuando explota a mitad de metraje poco menos que pone los pelos de punta. Combinado con pasajes de nuevo colindantes con el funeral doom, acaba deviniendo en una de las piezas más soberbias que el género nos haya regalado este año, y conforma un álbum que vuelve a situar a Samothrace en lo más alto de la élite internacional (por si alguno había osado no incluirlos o bajarlos del podio).
Únicos, personales y todopoderosos, Samothrace han vuelto a sacudir el género con un disco al que sólo se le puede poner un calificativo: INMENSO. Otro pasito más en una carrera a la que no se le ve techo, y cuya única pega es el temor que nos invade al pensar que podríamos tener que esperar otros cuatro años para degustar su continuación. Recemos a los antiguos dioses griegos para que no sea así...
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