Ya llevaba tiempo queriendo hablar de esta banda, pero hasta ahora no había encontrado el momento propicio para hacerlo. Imperdonable, pues me parecen una de las formaciones más genuinas y originales del panorama actual. Hablo de panorama, sin concretar, porque la verdad me veo bastante incapaz de enmarcarlos en ningún estilo. Las comparaciones con los White Stripes les cayeron desde el principio, por eso de estar formados por una pareja (sentimental y artística) y tocar rock. No sé si estoy muy de acuerdo con hacer esta similitud, basicamente porque Jucifer son muchísimo más que un grupo de garage rock, y sobre todo, porque The White Stripes no les llegan ni a la altura de los zapatos. Formados en 1993, la banda integrada por Amber Valentine y Edgar Livengood suponen toda una rareza dentro del mundo rockero y metálico, y siempre han destacado por desarrollar una propuesta artística y vital ajena a cualquier corsé y formalismo. Sin ningún tipo de residencia fija, el duo lleva desde que se conforman como grupo viviendo en su caravana y girando sin cesar por todo el mundo, siendo sus mayores parones las tres veces que han tenido que entrar al estudio a grabar. Ese es el principal motivo de su escasa producción, ya que en 17 años de carrera tan sólo han editado cinco álbumes. Destacan también por sus incendiarios directos, caracterizados por el enorme volumen que despliegan, y que llevó a Matt Pike a declarar que nunca había visto a ningún grupo más ruidoso que Jucifer. Viniendo de alguien que tocaba en los capitales Sleep y que ahora patea culos por medio mundo con los cada vez más grandes High On Fire, es todo un halago y la mejor publicidad posible. Debido a esto, y sin importar que Jucifer nunca vaya a ser un grupo domesticable ni "convencional", Relapse Records (probablemente el sello más grande del planeta si de metal extremo hablamos) decide ofrecerles un contrato discográfico. Con ellos editan en 2006 If Thine Enemy Hunger, un álbum que ya llama la atención de la crítica y el público por su peculiar manera de conjugar el sludge y el doom con unas melodías propias del indie y el pop, y que les lleva a ser etiquetados como el cruce bastardo entre Black Sabbath, los Melvins (para los que han hecho de teloneros) y Portishead.
Así que la expectación que había en 2008 ante la noticia de que iban a sacar nuevo disco era muy importante. Lo primero que le viene a uno a la cabeza al escuchar el álbum es que a Jucifer esta presión no le podía importar menos, porque L'Autrichienne consta de 21 temas que se despliegan durante más de una hora, y además se trata de un disco conceptual sobre la historia de la Revolución Francesa con las vivencias de Maria Antonieta como hilo conductor (L'Autriechenne significa La Austriaca en francés, y era el apodo despectivo con el que se dirigían a ella sus detractores). Sin embargo, para nada es un trabajo árido ni difícil, a no ser que uno tenga unos oidos rígidos y una mente poco amiga de las fusiones, ya que en tal caso puede huir espantado. L'Austriechenne es rico, exhuberante, preciosista, lleno de matices, con arranques de furia... Y con unos temazos para caerte de espaldas. La gama de instrumentos que domina la pareja aumentan respecto a sus anteriores lanzamientos, y de su esquema inicial de guitarra-batería han ido evolucionando a una mayor riqueza sonora, donde Valentine (guitarra/voz) toca también el bajo, el piano, hammond, violín, cello y mellotron; Edgar Livengood tampoco le va a la zaga, y a la perfecta labor de batería le suma su capacidad para tocar el piano, el trombón, la trompeta y la tuba. Es difícil diseccionar este álbum con palabras, pues la cantidad ingente de influencias y sonoridades que encierra daría para escribir hojas y hojas. Aun así, lo maravilloso de L'Autrichienne es que es un disco de canciones más que una unidad monolítica, y a pesar de ser un disco conceptual, cada corte está pensado para ser un pequeño cuento dentro de una gran historia. Como la vida misma, vamos. Comienza el álbum con la impresionante Blackpowder, un tema de indie-rock con músculo sludge y con un riff de guitarra por el que Kurt Cobain hubiera matado. Aquí es necesario hacer un pequeño parón y hablar de la voz de Valentine, uno de los rasgos más distintivos de Jucifer. Y es que escuchar un tema como Armada, de estructura claramente doom/sludge, fusionado con una voz limpia, preciosa, femenina, en la línea de PJ Harvey, y que el resultado sea tan grandioso, es algo al alcance de muy pocos. Pero donde Valentine se adueña completamente de las canciones es en las más reposadas e introspectivas, a las que lleva a otra dimensión. To The End, L'Autrichienne o Noyade son baladas maravillosas, que se expanden sin prisa a través de tus oidos, y donde la voz cargada de inocencia de Valentine hace contigo lo que quiere. El indie está tremedamente presente, y cortes como Armada, Behind Every Great Man, la ya citada Blackpowder o To Earth las podrían haber firmado perfectamente Sonic Youth, Boss Hog o L7. También hay guiños al sludge más primitivo, incluso al grindcore. Zarpazos salvajes como Thermidor, Fall Of The Bastille o ese puñetazo que es Traitors así lo atestiguan, mostrándonos el amor que la pareja profesa también al hardcore punk y el underground metálico de principios de los 90. No sé si la Revolución Francesa hubiera sido diferente de haber existido Jucifer en aquella época, pero estoy seguro que no podría haber tenido mejor banda sonora.
Uno de los mejores discos de la década, y una banda única e inimitable, que seguro nos depara muchas más alegrías en el futuro.
Así que la expectación que había en 2008 ante la noticia de que iban a sacar nuevo disco era muy importante. Lo primero que le viene a uno a la cabeza al escuchar el álbum es que a Jucifer esta presión no le podía importar menos, porque L'Autrichienne consta de 21 temas que se despliegan durante más de una hora, y además se trata de un disco conceptual sobre la historia de la Revolución Francesa con las vivencias de Maria Antonieta como hilo conductor (L'Autriechenne significa La Austriaca en francés, y era el apodo despectivo con el que se dirigían a ella sus detractores). Sin embargo, para nada es un trabajo árido ni difícil, a no ser que uno tenga unos oidos rígidos y una mente poco amiga de las fusiones, ya que en tal caso puede huir espantado. L'Austriechenne es rico, exhuberante, preciosista, lleno de matices, con arranques de furia... Y con unos temazos para caerte de espaldas. La gama de instrumentos que domina la pareja aumentan respecto a sus anteriores lanzamientos, y de su esquema inicial de guitarra-batería han ido evolucionando a una mayor riqueza sonora, donde Valentine (guitarra/voz) toca también el bajo, el piano, hammond, violín, cello y mellotron; Edgar Livengood tampoco le va a la zaga, y a la perfecta labor de batería le suma su capacidad para tocar el piano, el trombón, la trompeta y la tuba. Es difícil diseccionar este álbum con palabras, pues la cantidad ingente de influencias y sonoridades que encierra daría para escribir hojas y hojas. Aun así, lo maravilloso de L'Autrichienne es que es un disco de canciones más que una unidad monolítica, y a pesar de ser un disco conceptual, cada corte está pensado para ser un pequeño cuento dentro de una gran historia. Como la vida misma, vamos. Comienza el álbum con la impresionante Blackpowder, un tema de indie-rock con músculo sludge y con un riff de guitarra por el que Kurt Cobain hubiera matado. Aquí es necesario hacer un pequeño parón y hablar de la voz de Valentine, uno de los rasgos más distintivos de Jucifer. Y es que escuchar un tema como Armada, de estructura claramente doom/sludge, fusionado con una voz limpia, preciosa, femenina, en la línea de PJ Harvey, y que el resultado sea tan grandioso, es algo al alcance de muy pocos. Pero donde Valentine se adueña completamente de las canciones es en las más reposadas e introspectivas, a las que lleva a otra dimensión. To The End, L'Autrichienne o Noyade son baladas maravillosas, que se expanden sin prisa a través de tus oidos, y donde la voz cargada de inocencia de Valentine hace contigo lo que quiere. El indie está tremedamente presente, y cortes como Armada, Behind Every Great Man, la ya citada Blackpowder o To Earth las podrían haber firmado perfectamente Sonic Youth, Boss Hog o L7. También hay guiños al sludge más primitivo, incluso al grindcore. Zarpazos salvajes como Thermidor, Fall Of The Bastille o ese puñetazo que es Traitors así lo atestiguan, mostrándonos el amor que la pareja profesa también al hardcore punk y el underground metálico de principios de los 90. No sé si la Revolución Francesa hubiera sido diferente de haber existido Jucifer en aquella época, pero estoy seguro que no podría haber tenido mejor banda sonora.
Uno de los mejores discos de la década, y una banda única e inimitable, que seguro nos depara muchas más alegrías en el futuro.
Nota: 9,75/10
2 comentarios:
uuuuuuuuuu solo por tocarme a los white stripes, lo bajo, y ya te contaré... jajajaj
un saludo!
Variadito variadito el disco, lo cual hace que no caiga en la monotonía, cierto. Habrá que ver qué tal está lo nuevo de ellos, que lleva ya par de meses en las calles.
Un saludo.
Publicar un comentario