Bueno, para empezar, esta subida se la dedico especialmente a Alexcore, porque estoy seguro que le va a encantar, y como favor devuelto por recordarme que el Chad Smith que tocaba en el discazo de los Terminal Lovers era el mismo que una vez se ganó la gloria de los amantes del hardcore durante los años 90 con estos Integrity. Ha sido un sorpresón toparme con este álbum, y ha habido mucho de casualidad, ya que me hayaba investigando para dedicar una semana al buen hardcore metal de hace dos décadas cuando he descubierto que estos gigantes se habían vuelto a conjurar. Bueno, poco hay que comentar de una de las leyendas del género. Formados a finales de los ochenta en Cleveland, Integrity son esenciales para comprender el surgimiento de la hornada de grupos de hardcore metal de finales de los noventa. Sin ellos bandas como Hatebreed o Converge, por poner los ejemplos más conocidos, lo hubieran tenido un poco más complicado para encontrar su hueco. Siempre han sido un grupo especial, en concreto por la temática de sus letras. Donde la mayoría de formaciones del mundillo cantaban a las injusticias sociales o a la hermandad de barrio, los de Cleveland se decantaban por unas letras que se regodeaban en el ocultismo, lo sobrenatural y mórbido. Liderados por su frontman Dwid Hellion, reclamaron su trono en 2003 con esa obra maestra llamada To Die For, donde lejos de continuar con una fórmula a la que sus contemporáneos se han abrazado hasta la momificación, ahondaron en esa oscuridad que siempre ha sido inherente a su filosofía, pero sin perder nunca de vista que su sonido hunde raíces en la rabia más primaria.
Empecemos por lo básico. The Blackest Course es un discazo y le mea en la oreja al 99% de bandas de HC/Metal del planeta. Así de claro. Probablemente es el disco más redondo de la banda desde aquellos clásicos como Those Who Fear Tomorrow (1991) o Systems Overload (1995). Es como si hubieran recuperado toda esa mala hostia juvenil de antaño, pero regada del cinismo, la decepción y el saber que proporcionan los años. Lo que siempre me flipó de estos norteamericanos fue que practicando el estilo probablemente más rígido del panorama musical moderno como es el metalcore, eran capaces de sorprenderte constantemente. Rabia, oscuridad, velocidad, rugidos, lamentos, lentitud capaz de ahogarte, todo tenía cabida es su esquizoide visión del hardcore. Y lo más acojonante era que todo sonaba coherente y fluido. Pues eso encontraréis en The Blackest Course: desde el hardore más bestial imaginable en Through The Shadows Of Forever, que no para de subir en brutalidad con pepinazos como Simulacra, donde suenan como si los Slayer del Reign In Blood hubieran salido de Brooklyn. Cuando piensas que ya le has pillado el tranquillo al álbum (metalcore genial a toda pastilla) llegan los 8 minutacos de Before The World Was Young y tanto la mandíbula como litros de baba se te caen al suelo sin remedio. Tirando de guitarras acústicas y oscuridad como para hundir al planeta en la noche más oscura, se cascan uno de los temas más épicos de su carrera, y de lo más brillante que escucharás este año (como mínimo). Lo dicho, imposible juzgar a estos cabrones. Si no tienes suficiente, también se salen de la norma con solos de guitarra de infarto (el de Learn To Love The Lie, con esos aires orientales, es acojonante...) Todo ello rematado por Invocation Of The Eternally Coiling Serpent, que haciendo honor al título, es una puta bestia que se te enrosca en el cuerpo hasta aplastarte los huesos con su poderoso abrazo mortal. Densa y oscura como el jodido infierno, tiene un comienzo que te hará pensar que Integrity suenan incluso como Celtic Frost. Pero nada, como he dicho juzgarlos es imposible, y a la que te descuidas el tema explota con una rabia inhumana y te destroza el cerebro, solo para regresar a esa calma fétida cuando más le place. La verdadera pena es que el álbum no acaba con esa canción, pues tras ella llega la innecesaria (que no mala) Take Hold Of Forever, que al retornar el esquema más veloz y hardcoreta, rompe un poco el clímax creado hasta entonces. Pero bueno, no vamos a ser quisquillosos cuando estamos ante un disco que roza la perfección, que es mucho dentro del mundo del harcore/metal.
Tremendo, tanto que da hasta miedo. The Blackest Course nos recuerda por qué el hardcore fue tan absolutamente grandioso en su día, y nos avisa de que no nos confiemos, porque la bestia sigue viva...
Empecemos por lo básico. The Blackest Course es un discazo y le mea en la oreja al 99% de bandas de HC/Metal del planeta. Así de claro. Probablemente es el disco más redondo de la banda desde aquellos clásicos como Those Who Fear Tomorrow (1991) o Systems Overload (1995). Es como si hubieran recuperado toda esa mala hostia juvenil de antaño, pero regada del cinismo, la decepción y el saber que proporcionan los años. Lo que siempre me flipó de estos norteamericanos fue que practicando el estilo probablemente más rígido del panorama musical moderno como es el metalcore, eran capaces de sorprenderte constantemente. Rabia, oscuridad, velocidad, rugidos, lamentos, lentitud capaz de ahogarte, todo tenía cabida es su esquizoide visión del hardcore. Y lo más acojonante era que todo sonaba coherente y fluido. Pues eso encontraréis en The Blackest Course: desde el hardore más bestial imaginable en Through The Shadows Of Forever, que no para de subir en brutalidad con pepinazos como Simulacra, donde suenan como si los Slayer del Reign In Blood hubieran salido de Brooklyn. Cuando piensas que ya le has pillado el tranquillo al álbum (metalcore genial a toda pastilla) llegan los 8 minutacos de Before The World Was Young y tanto la mandíbula como litros de baba se te caen al suelo sin remedio. Tirando de guitarras acústicas y oscuridad como para hundir al planeta en la noche más oscura, se cascan uno de los temas más épicos de su carrera, y de lo más brillante que escucharás este año (como mínimo). Lo dicho, imposible juzgar a estos cabrones. Si no tienes suficiente, también se salen de la norma con solos de guitarra de infarto (el de Learn To Love The Lie, con esos aires orientales, es acojonante...) Todo ello rematado por Invocation Of The Eternally Coiling Serpent, que haciendo honor al título, es una puta bestia que se te enrosca en el cuerpo hasta aplastarte los huesos con su poderoso abrazo mortal. Densa y oscura como el jodido infierno, tiene un comienzo que te hará pensar que Integrity suenan incluso como Celtic Frost. Pero nada, como he dicho juzgarlos es imposible, y a la que te descuidas el tema explota con una rabia inhumana y te destroza el cerebro, solo para regresar a esa calma fétida cuando más le place. La verdadera pena es que el álbum no acaba con esa canción, pues tras ella llega la innecesaria (que no mala) Take Hold Of Forever, que al retornar el esquema más veloz y hardcoreta, rompe un poco el clímax creado hasta entonces. Pero bueno, no vamos a ser quisquillosos cuando estamos ante un disco que roza la perfección, que es mucho dentro del mundo del harcore/metal.
Tremendo, tanto que da hasta miedo. The Blackest Course nos recuerda por qué el hardcore fue tan absolutamente grandioso en su día, y nos avisa de que no nos confiemos, porque la bestia sigue viva...
Nota: 9/10
2 comentarios:
Enorme lo nuevo de esta gente, mucho más oscuro que su anterior To Die For bajo mi punto de vista. Before The World Was Young es una corrida de aquí a Mallorca, acojonante.
Un saludo.
Se agradece, discaso sobre todo de esta banda que nunca declina, un abrazo buen aporte!
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