Ecos de una ciudad sumergida.

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miércoles, 31 de agosto de 2011

THREE SEASONS - Life's Road (2011)


Si la semana pasada me centraba en los álbumes de metal extremo que en los últimos meses me habían encandilado, esta semana la voy a dedicar a los discos de rock que, en sus diferentes variantes, no se han despegado de mi lista reproducción y aún no había comentado. En las últimas décadas para hablar de rock, especialmente del añejo y atemporal que hunde sus raíces en los 70, es imperativo recurrir a ese pequeño país nórdico que durante dos décadas no ha cesado de alumbrar formaciones de una calidad superlativa. Evidentemente me estoy refiriendo a Suecia, hogar de titanes como Hellacopters, Graveyard, Witchcraft o Mando Diao por poner algunos ejemplos. Podríamos hablar de otros estilos donde también son toda una potencia, como el death metal (en sus dos vertientes, la clásica y la melódica, ambas con derechos de autor patrios) o el pop, y que nos hablan de las bondades de un país que aunque en el fondo apeste como todos los demás, se ha convertido en referente mundial en lo tocante al nivel educativo y cultural de su población. Dejando los estudios sociológicos a un lado, y centrándonos en la banda que hoy visita mi cubil de locura y perdición, toca adentrarse en ese estilo de rock al que hacía referencia, y que nos hace pensar en el amor libre, los viajes de ácido y las ridículas vestimentas hippies. Three Seasons es un trío liderado por el guitarrista y cantante Sartez Faraj, ex de otra de las grandes bandas suecas, Siena Root. Acompañado por el bajista Christian Eriksson y el batería Olle Risberg, la formación ahonda en lo mejor que el hard rock y la psicodelia nos brindaron en aquella maravillosa década de los 70. 


Life's Road es un disco espectacular, adictivo, enérgico, imaginativo, y que hará las delicias de cualquier amante del buen rock que se precie. Sin ninguna intención de innovar (ni falta que hace), Three Seasons dirigen su mira a la tradición, a las raíces, para traernos desde el pasado un disco que perfectamente podría haber sido grabado en 1975. No nos equivoquemos, porque esto no es un refrito plano, sino que nos damos de bruces con un trabajo coherente y con un fuego interno propio, y cuya mágica amalgama de referencias devienen en 9 cortes de una calidad y pegada superlativos. A lo largo de la hora larga que dura el artefacto (¿os he dicho ya que aquí hay mucho progresivo?), esbozaremos más de una sonrisa recordando a Hendrix, a Cream, a Deep Purple, a Santana, a Led Zeppelin o a The Doors. Para neófitos o gente muy joven, el progresivo es un género plagado de pasajes intrincados y técnica sobrehumana, que es lo que abunda hoy día. No esperéis eso en el trío sueco, porque su visión del progresivo se remonta a cuando era más importante la pasión y el fuego que el cerebro, cuando Dios era Hendrix y no Malmsteen. No tengo nada en contra de la evolución actual del rock, pero se echa de menos que haya gente que te apabulle con su corazón, imperfecto pero lleno de vida, en vez de con la precisión matemática. La voz de Sartez Faraj sigue tan maravillosa como siempre, y su labor a la guitarra es una puta pasada, todo un clínic de clase y sofisticación. Sin miedo a atravesar parajes como el del funk (Feel Alive) o el jazz (la jam de Each To Their Own es acojonante), en Life's Road también hay sitio para temazos de hard rock (la genial Too Many Choices o Cold To The Bone con ese riff pegadizo como el chicle) y el folk rock (An Endless Delusion). La inclusión de instrumentos extra a cargo de músicos invitados es todo un acierto, y tanto el mellotron como el sitar y las guitarras acústicas juegan un papel estelar a la hora de matizar y crear una atmósfera muy especial alrededor del álbum. La producción es también de la vieja escuela, casi de directo, y sin ninguna pijada de postproducción que empañe el aura de autenticidad que es inseparable de un disco de estas características. A pesar de lo abultado de su metraje, os aseguro que Life's Road es adictivo de principio a fin, y se os pasará en un abrir y cerrar de ojos... A tiempo para volver a darle al play. No me gustan los coches, pero ante este tipo de trabajos, me encantaría agarrar uno y lanzarme a la carretera sin ninguna otra meta que disfrutar del trayecto. Resumiendo, Life's Road es un trabajo precioso, brillante y que nos recuerda que el rock nunca morirá. Al menos mientras exista Suecia.


Uno de los grandes discos de rock de 2011, aunque ponerle fecha a esta máquina del tiempo no tenga mucho sentido. Three Seasons se suma a la lista de bandas de primer nivel de Suecia, y esperemos que su andadura sea larga, porque de ser así nos van a dar muchas alegrías. El disco perfecto para escuchar junto a tu hermano mayor y tus padres. Qué cojones, junto a cualquiera que se jacte de amar la buena música.

NOTA: 9/10


viernes, 26 de agosto de 2011

REVOCATION - Chaos Of Forms (2011)



Soy un cabrón prejuicioso, lo reconozco. Y no es que lo sea sin razón, pues las numerosas decepciones han ido creando una costra de desconfianza a mi alrededor. Varias han sido las bandas etiquetadas como los enésimos salvadores del metal y el rock (Trivium o The Sword por poner algunos ejemplos), con resultados que van desde lo patético a la indiferencia fruto del incumplimiento de las expectativas creadas. Generalmente las propias bandas involucradas son las primeras perjudicadas por campañas de marketing que sólo tienen en cuenta el beneficio inmediato y no el hacer justicia a sus bondades. En todo caso, nada cambia el ceño fruncido del personal cuando le llegan cantos de sirena sobre tal o cual "nueva sensación" venida a salvar géneros que viven perfectamente sin héroes salidos de la nada. Sin embargo hay veces, pocas veces, en que el revuelo creado se corresponde con la realidad, y uno tiene que ser un caballero y reconocer que se ha equivocado. Éste es el caso de Revocation, un trío (ahora cuarteto) de Boston que comenzó su andadura en el año 2000 bajo el nombre de Crypting Warning, editando en 2005 su debut Sanity's Aberration. No contentos con el resultado (la banda reniega del resultado de aquel disco, muy influenciado en lo musical por los primeros Metallica), deciden emprender una nueva dirección, cambiándose el nombre por el de Revocation. En 2008 autoeditan su debut como nueva banda, Empire Of The Obscene, así como una gira pagada con sus ahorros por territorio norteamericano. Su música, ahora orientada hacia un thrash metal con elementos de death técnico, tiene una muy buena acogida por público y cazatalentos, llevándose el gato al agua Relapse Records. Con ellos editan en 2009 Existence Is Futile, auténtica consagración de la banda y uno de los mejores discos de 2009 para numerosas publicaciones, algunas tan mediáticas como Spin o Allmusic. Por todo esto las expectativas de cara a su tercer largo eran enormes, y supongo que la presión para el ahora cuarteto nada fácil de llevar. 




Chaos Of Forms ha visto por fin la luz, y con él la oportunidad de zanjar todo el debate generado en estos dos años, para bien o para mal. Tras escuchar decenas de veces el álbum estos días, puedo decir que en líneas generales nos encontramos ante un trabajo mejor, pero sobre todo más homogéneo, que su antecesor. No me malinterpretéis, Existence Is Futile me parece todo un señor discazo, con una variedad de registros abrumadora y una pericia técnica sobrehumana, pero cuyas piezas todavía estaban en proceso de encaje, algo normal cuando se asimila tal cantidad de sonoridades en una sola propuesta. Puedo decir que ese proceso culmina con Chaos Of Forms, pues estamos ante un álbum compacto como cemento armado, y aunque esa miríada de influencias continúa, éstas se conectan entre sí y fluyen con una naturalidad pasmosa. El álbum es un gigantesco Maelstrom de escorzos guitarrísticos, a cargo del que está llamado a ser uno de los grandes nombres en el mundo de las seis cuerdas, David Davidson. La exhibición que este señor lleva a cabo en Chaos Of Forms está al alcance de muy pocos músicos, siendo capaz de volarte la cabeza con solazos hardrockeros a la par que diseccionarte a base de hachazos deudores del death metal más abrasivo, sin olvidar unas contorsiones e inverosímiles cambios de ritmo en la línea de combos como Botch o Converge. La inclusión de un segundo guitarrista, el también talentoso Dan Gargiulo, ha sido una decisión de lo más acertada, pues aparte de otorgar más libertad al genio de Davidson, permite toda una serie de duelos y compenetraciones entre los dos instrumentos que en el álbum alcanza cotas de auténtica excelencia. Es complicado enumerar las virtudes de un disco que es casi un compendio de lo mejor que el metal puede ofrecer en el siglo XXI, de tan inmensos que son sus tentáculos. Recogiendo el testigo de bandas tan grandes (y diferentes entre sí)  como Atheist, Megadeth, Exodus o Pantera, Revocation lo empacan todo en un mismo fardo que aunque parezca mentira no se deshace por las costuras, sino que por el contrario presume de un empaque, pegada y resistencia acojonantes. Aquí hay regalos para todas, señoritas, y ya sea la furia thrasher de cortes como la inicial Cretin o intrincadas composiciones deudoras de los grandes Martyr como Dissolution Ritual, es muy difícil que alguien no encuentre elementos de regocijo en alguno de los 12 cortes que componen Chaos Of Forms. Incluso los amantes del metal más innovador podrán babear con profusión en cortes como Conjuring The Cataclysm y The Watchers, llenas de cambios de registros, pasajes jazzísticos e incluso fragmentos de una épica descarada. También hay guiños al clasicismo, y más de uno sonreirá al descubrir las similitudes del riff inicial de Beloved Horrified (otro misilazo) con el de la famosísima Electric Eye de los mismísimos Judas Priest. La sección rítmica es dura y compacta como la defensa de la selección italiana de fútbol, pero sin usar gomina. Phil Dubois-Coyne se muestra como una auténtica ametralladora a la baqueta, pero con muchos más recursos que el tan manido blast-beat, dando rienda suelta a una mala baba que le asemeja más a un gorila cabreado que se hubiera metido a cirujano. El bajo de Anthony Buda, estelar en muchos momentos de Existence Is Futile, se ve aquí mucho más comedido, pero aún así se distingue sin dificultad y sigue dejando patente el enorme talento que atesora. Dejo para el final dos de los cortes estelares, el primer single del álbum Cradle Robber y No Funeral. Ambas son toda una demostración de que se pueden componer hits de órdago sin bajarse los pantalones ni caer en el mayor de los ridículos. Especialmente la primera es ese corte que Trivium llevan toda la vida esperando sacarse de la manga pero que jamás harán, tan dedicados ellos a ser los nuevos Metallica. Y es que en líneas generales, Revocation son la banda que Trivium hubieran podido ser de tener más talento e ideas propias. En lo vocal es donde puede que esté el punto más flojo de Revocation, pues las voces de Davidson y Buda no se distinguen mucho entre sí, y sus registros guturales (con alguna voz más limpia) no varían excesivamente a lo largo del disco, aunque en un artefacto de estas características tampoco es una pega muy grande. De cualquier modo, no tengo ninguna duda de que esos temas a los que hago referencia hubieran podido llenar en su momento más de un estadio. Era otra época, una que puede nunca vuelva, pero si algún grupo representa hoy día ese complicado balance entre contundencia, gancho y originalidad que en su día abanderaron formaciones como Pantera o Metallica, ese es Revocation. Y con Chaos Of Forms han parido un trabajo enfermizamente adictivo. Tienen que tener un hueco en el Top de 2011, si o si.




Libérate de prejuicios e ideas preconcebidas. Revocation es una de las mejores bandas del panorama metálico actual, y Chaos Of Forms el álbum más adictivo y con más gancho de 2011. 


NOTA: 9,25/10


miércoles, 24 de agosto de 2011

BATILLUS - Furnace (2011)



Tal como avisé, continuamos con ese tacto rectal a lo mejor que las entrañas de 2011 están evacuando generosamente. Aunque en terrenos como el black metal no está siendo muy prolífico, otros géneros están viviendo una hiperactividad y calidad en sus lanzamientos realmente sobrecogedora. Uno de ellos es el doom/sludge, estilo que comienza a preocupar por el nivel de saturación y clonicidad de sus bandas, pero que aún así nos sigue regalando discos de muchísima valía, y que a pesar de lo marcado de su ADN todavía es capaz de sorprendernos con lanzamientos muy personales. Batillus es un joven cuarteto neoyorquino formado en 2008. Originalmente un trío, sus primeros pasos transitaban por los terrenos del doom instrumental de fuertes influencias sludge, que quedaron plasmadas en las dos demos que lanzaron en 2009, recopiladas actualmente con el nombre de EP2. Un año después vio la luz el fantástico split junto a Hallowed Butchery, en el que incorporan al vocalista Fade Kainer (Inswarm, Jarboe, Man's Gin). Todo un acierto, pues la impresionante voz de Kainer era el complemento perfecto para la mastodóntica muralla de sonido que levantaba la sección instrumental, compuesta por el guitarrista Greg Peterson, el batería Geoff Summers y el bajista Will Stabenau. Recomiendo encarecidamente su escucha, pues la dupla que hacen con el proyecto de Ryan Scott Fairfeld es de un nivel superlativo. Tal fue el impacto que estos tíos tuvieron en la abigarrada escena neoyorquina, que el mismísimo Sandford Parker (líder de Minsk y productor de bandas como Pelican, Dark Castle, Nachtmystium o YOB) accedió a producirles su disco de debut.


Furnace hace mucho más que confirmar la excelencia mostrada en anteriores composiciones, suponiendo un tremendo paso adelante a muchos niveles. El primero es la completa compenetración que ahora hay entre la parte instrumental y la vocal, siendo una pasada asistir a esa competición de intensidades que se da entre Kainer y los ciclópeos riffs de Greg Peterson. Por otro lado tenemos unas composiciones muchísimo más maduras y complejas, con numerosos matices que se cuelan entre los resquicios de ese bloque de cemento sónico que es la base sobre la que opera el cuarteto. Es un álbum que escupe oscuridad en todas las direcciones, con la intensidad y la rabia como vehículos transmisores de todo ese mal rollo. Sin embargo, nos equivocaríamos etiquetando a Batillus como una banda de sludge/doom al uso, pues a esas toneladas de furia abrasiva los neoyorquinos le añaden toda una serie de transiciones de calma tensa e incluso de sorprendentes melodías que hacen de Furnace una joya de numerosas tonalidades y brillos. La inicial ...And The World Is A Night To Them es un gran ejemplo de esto. Casi nueve minutos donde se condensan todas las virtudes del álbum. Brutalidad, atmósferas que basculen entre lo opresivo y la belleza, e incluso unas progresiones que recuerdan muy mucho a los todopoderosos Neurosis. A pesar de unos riffs de omnipresente presencia y masividad tectónica, Furnace se acerca (siempre desde su propia óptica) por momentos al black-metal, más por las sensaciones hirientes que transmite que por una clara similitud sonora, lo que acrecenta el halo de oscuridad del conjunto. Aunque el doom y el sludge no son los más variados ni versátiles géneros del planeta, Batillus se las ingenian para que los 44 minutos de Furnace mantengan en todo momento el interés del oyente, gracias a una alquimia en la que entran en juego diversos compuestos mezclados con unas medidas exactas. De ahí que cortes infinitos e intrincados como ese inicial o la final Mautaam (cuyo nombre hace referencia a un peculiar y desastroso ciclo biológico de la India) convivan con misiles tierra-aire como la contundente Deadweight, otro de los puntos álgidos del disco y que cuenta con un riff hecho para triturar cervicales. La producción de Sandford Parker, para variar, es excelente y se ajusta como un guante a las necesidades de un disco de este calibre. Todo suena claro a la par que gordo y contundente, siendo la guinda a un pastel amargo pero tremendamente adictivo. En líneas generales estamos ante un disco sobresaliente, rebosante de talento, a cargo de una banda que sorprende por un nivel más acorde con los grandes del género que con unos recién llegados a la fiesta. No quiero terminar sin alabar la actitud de una banda que no teme en ofrecer sus trabajos en libre descarga, sabia decisión teniendo en cuenta que como en todo, lo que decide la compra o no de un álbum es su contenido y no tal o cual política de marketing. Al menos en el underground. Chapeau por ellos.


Uno de los debuts del año, además de la irrupción de Batillus como una de las grandes promesas de futuro del metal estadounidense. Porque no todo está dicho en el sludge/doom, y Furnace es una  prueba de ello.

NOTA: 9,25/10


lunes, 22 de agosto de 2011

FLOURISHING - The Sum Of All Fossils (2011)



Qué grandes son Wetnurse. Y no lo digo sólo por su propuesta musical, una de las más excitantes que nos ha brindado el metal de los últimos años, sino porque de manera indirecta están generando todo un torrente de talento e ideas tanto en terceras bandas como en proyectos paralelos de sus miembros. Si hace nada alababa la labor de la sección rítmica de la banda neoyorquina en el nuevo y fantástico álbum de Today Is The Day, hoy toca hablar del proyecto paralelo del guitarra de Wetnurse, Garett Bussanick, toda una institución en la escena undergound de la ciudad que nunca duerme. Flourishing es un trío de grindcore experimental cuya carta de presentación, el EP A Momentary Sense Of The Inmediate World (2010), fue uno de los grandes acontecimientos del año pasado dentro de la escena extrema norteamericana merced a una propuesta que aunaba multitud de sonoridades e influencias con un resultado tremendamente personal y novedoso, que hizo depositar en ellos enormes expectativas. Pues bien, un año después Flourishing (cuya formación se completa con el bajista Eric Rizk y el batería Brian Corcoran) regresan por todo lo alto con su debut en formato larga duración, dispuestos a refrendar los argumentos de quienes ven en ellos el futuro del metal extremo.




Y es que vaya bestialidad de disco, señores. Si el EP del año pasado era un imparable juggernaut de death/grind que se cagaba en cualquier tipo de ortodoxia formal, The Sum Of All Fossils revienta cualquier tipo de etiquetado posible. Porque sin ningún pudor el trío hace suyas las enseñanzas de multitud de estilos, moldeando una criatura completamente nueva, y que olería a profética si no fuera por que hay que estar muy jodido de la cabeza y tocar como el mismísimo demonio para parir un artefacto como éste. Grindcore, death metal, noise, metal experimental o industrial son algunas de las fuentes de las que beben estos "angelitos", y cuyas referencias directas serían una suerte de mezcolanza entre Godflesh, los Napalm Death de los 90, Unsane, Ulcerate y los primeros Fear Factory. Ellos mismos citan también entre sus influencias a bandas tan diferentes entre sí como Immolation, Swans o Killing Joke. Y aunque parezca imposible, todo este sinsentido de nombres convive en el álbum bajo un equilibrio que desafía la cordura, una policromía alienígena capaz de abrasar retinas, o en este caso, oídos y cerebros. Bussanick se casca toda una exhibición de técnica sobrehumana, riffs de insano y cortante instinto homicida, y unos cambios de ritmo capaces de dejarte sin respiración. El bajo de Eric Ricz es de una contundencia y densidad tales que lo sentirás físicamente golpeándote la cara, ayudado por la precisión metronómica del batería Brian Corcoran, otra bestia parda metida a músico. Lo esquizoide de su sonido hace que nos encontremos ante un disco áspero, feo, desagradable, pero al mismo  tiempo una de las experiencias más intensas y enfermizamente disfrutables de los últimos años en el panorama metálico. Instalados en esa banda de terroristas de la transgresión sonora a la que pertenecen formaciones como Mithocondrion, Portal, Krallice o Ulcerate, Flourishing se distancian del sonido de éstos por una omnipresente base industrial muy reminiscente de los primeros Godflesh, así como por la utilización de toda una gama de melodías de las que carecen sus compañeros de faena. Éste último factor es quizá el más importante y sorprendente del repertorio de los neoyorquinos, dado lo poco frecuente de su uso en el género y los desastrosos resultados que generalmente ha dado cuando se ha intentado fusionar con el extremismo metálico. Huelga decir que me estoy refiriendo a melodías en lo instrumental, puesto que en el apartado vocal, el señor Bussanick se mueve entre la guturalidad y la rabia punk, sin dejar ningún resquicio a la belleza. Pues bien, estas melodías están perfectamente integradas en The Sum Of All Fossils, si bien su verdadera función es remarcar la contraposición con la brutalidad que predomina en el álbum, aumentando la sensación de maligna bestialidad de las explosiones de furia. En todo caso, obra el milagro de hacer que un disco como éste se sienta más cercano, aunque de ese modo la herida que abre en nuestra cabeza es aún mayor por pillarnos con la guardia baja. Resumiendo, nos encontramos ante otra obra magna de eso que ha venido a llamarse el metal de vanguardia, pero que por imaginación y méritos propios se ha instalado en un reino donde sólo actúan sus propias reglas. Puede que no lo vayas a escuchar todos los días, pero cada vez que lo hagas descubrirás nuevos detalles antes esquivos, así como la sensación de acabar de recibir una paliza por un enemigo demasiado rápido como para haber reconocido su cara. Sorpresón, y la banda sonora perfecta con la que amenizar la espera para lo nuevo de Wetnurse, confirmado para finales de este mismo año. Joder, si!!


El futuro no existe, porque vive en el presente, y responde al nombre de Flourishing. Puede que sea feo, brutal y carente de cualquier rastro de cordura, pero es el que nos hemos ganado. Y que me folle una horda de comadrejas empapadas en cocaína si no lo he disfrutado como un enano. Muy, pero que muy serio aspirante a discazo del año.

NOTA: CLASSIC (10/10)


sábado, 20 de agosto de 2011

BLACK PYRAMID - Stormbringer EP (2011)

 


Como siempre, mis planes para el blog se van al garete. Tenía pensado dedicar esta semana al metal más oscuro y enfermizo que a mis manos había llegado, pero sinceramente no me apetecía escribir sobre otra cosa que no fuera lo nuevo de los norteamericanos Black Pyramid. Dos días llevo escuchando enfermizamente Stormbringer, y creo que su valía bien merece el que mande a la mierda mis intenciones previas.  Y es que el trío de Massachusets, el que ya me volara la cabeza en 2009 con su debut autotitulado, es en mi opinión el presente más brillante que el rock pesado norteamericano puede ofrecer, junto a Lo-Pan y Wo Fat. Tras los dos pepinos que éstos han publicado este año, sólo faltaban Black Pyramid para completar un 2011 apoteósico. Cierta desilusión se apoderó de mí al enterarme que Stormbringer iba a ser un EP con tan sólo 2 temas nuevos, perteneciendo los otros cuatro trabajos anteriores (los dos temas originales en vinilo de 8" con un CD conteniendo los 6 cortes totales). Pero el hecho de no haberle hincado aún el diente a sus primeras composiciones y que las que aparecen en Stormbringer fueran regrabadas para la ocasión me elevó el ánimo considerablemente, encarando la escucha del EP con muchas expectativas.


Y he de decir que no se han visto defraudadas, porque de nuevo tenemos a esos Black Pyramid que nos maravillaran en su debut, con su extraordinaria habilidad para beber de las fuentes clásicas y extraer de ellas una energía y pegada superlativas. Con Sleep y Black Sabbbath como principales combustibles, el motor creativo del trío estadounidense es capaz de alcanzar niveles de potencia y contundencia insólitos, añadiendo a tan caústica base unas melodías que convierten cada uno de los temas en simplemente irresistibles. Es el caso de la cara A del vinilo, Stormbringer, que abre con un riff 100%  sabbathico para acabar desplegándose con una bicefalia que bascula entre los ritmos pesados del metal y una psicodelia de altos vuelos. Una influencia evidente en su LP y que aquí se ve potenciada es la de sus compatriotas Slough Feg, sobre todo cuando aumentan revoluciones y se lanzan al galope. Un hecho este que me hace dar brincos como una niña, porque ya era hora de que alguien reconociera la valía de una de las bandas más importantes del heavy metal del país de las barras estrellas. No se si es algo consciente y reconocido (no suelo leer entrevistas), pero en todo caso las similitudes ahí están, y si sirve para que la gente pueda descubrir a las huestes de Mike Scalzi, me doy por satisfecho. Cloud Of Unknowing es la cara B del vinilo, y sin lugar a dudas la mayor sorpresa. Un corte que basa su poderío en una ciclópea base, centrando los esfuerzos en construir un armazon pesado, muy doom, y creando un aura de etéreo misterio que es toda una gozada, tanto por su ejecución como por lo novedoso que resulta algo así en manos de estos tipos. Sin perder nunca de vista las melodías, Black Pyramid consiguen que el corte devenga en toda una dinamo de fuerza, densidad y pegada. Otra pasada de canción. Sobre el resto de cortes, sería todo un error desdeñarlos por reciclados y viejos. Entiendo los recelos respecto a los rescates de las demos, pero teniendo en cuenta que el trío se cascó toda una obra maestra en su debut, unas composiciones que sólo tienen un año más de vida deberían como mínimo contar con el beneficio de la duda. Y es que después de escucharlas, podrían haber estado perfectamente en su LP de hace dos años, porque son tres joyas (más la que apareció en la edición en vinilo del debut) de valor incalculable. Illumination es un ciclópeo corte de 15 minutos, y donde la ya mencionada bicefalia entre contundencia sabbathica y psicodelia encaja tan perfectamente que deviene en un viaje alucinante, en el que no sabrás si descoyuntarte el cuello o cerrar los ojos y volar. Y acabarás haciendo ambas, te lo aseguro. Warswine (de su split con Old One) es otro temazo que me recuerda a rabiar a Slough Feg, con su galopar tan característico y esas melodías épicas que tan grande han hecho al cuarteto de San Francisco, y que finaliza con una contundente cabalgada que hará las delicias de cualquier amante del stoner. Macedonia engaña con un comienzo muy pesado, pero que según avanza el metraje se convierte en una orgía de guitarreos melódicos más heavys que una tormenta de hachas, de esos que te hacen elevar los cuernos al cielo. Genial! Caravan cierra el CD, siendo un tema que vuelve a reivindicar a los grandes Sleep con un tempo calmado y unos riffas capaces de derribar montañas. El broche perfecto para un EP disfrutable a más no poder, y que ratifica todas las esperanzas puestas en el trío a raíz de su tremendo debut. 



Black Pyramid no necesitan más de dos temas para recordarnos que siguen siendo una de las bandas más grandes del presente rockero norteamericano, y nos hacen babear de lo lindo de cara a su segundo trabajo, del que ya si que no tengo ninguna duda que será espectacular. Para los que desconocían los temas incluidos como bonus track, un LP en toda regla que les hará disfrutar tanto como su laureado debut.

NOTA: -/-




viernes, 19 de agosto de 2011

TODAY IS THE DAY - Pain Is A Warning (2011)



Agárrense que vienen curvas, señores. No sólo por el disco que tenemos hoy entre manos (uno de los más esperados de todo 2011), sino porque en un par de semanas en Ecos de R'Lyeh sólo habrá cabida para el metal más insano y cafre que se ha ido acumulando en mis insondables mazmorras. Presentar a Today Is The Day a estas alturas de la película me parece una pérdida de tiempo. Quién no conozca a Steve Austin y su carrera frenética y esquizoide en el campo del terrorismo sonoro, simplemente puede que esté mejor viviendo en la ignorancia y manteniendo su cordura a salvo de los ataques inmisericordes a los que este señor nos lleva sometiendo desde 1993. Con absolutas obras maestras de metal enfermizo como Temple Of The Morning Star, Sadness Will Prevail, In The Eyes Of God o Axis Of Eden, TITD son una de las bandas más importantes de las últimas dos décadas, a pesar de que su propuesta inevitablemente les coloca en unas coordenadas alejadas por completo del mainstream. Contando con el reconocimiento y alabanzas de lo más granado de la parroquia metalera, TITD ha sido también plataforma de lanzamiento para músicos que hoy día saborean las mieles del éxito, ya que por sus filas han militado componentes de Mastodon y Lamb Of God. La constante rotación de miembros continúa, y en Pain Is A Warning el cabrón de Steve Austin (que el señor estará como un cencerro, pero de tonto no tiene un pelo) se ha rodeado del bajista Ryan Jones y del batería Curran Reynolds, ambos integrantes de los tremebundos Wetnurse. Dos musicazos como la copa de un pino para acompañar y ayudar a dar forma a las ideas surgidas de ese genio torturado que es Steve Austin. Y por si fuera poco, la producción ha corrido a cargo de Kurt Ballou de Converge. Todo apuntaba a algo grande desde el principio, como veis. 



Pues todos esos rayos de esperanza y buenos augurios se quedan cortos para describir la magnificencia de este su noveno álbum de estudio. Mi fe en Steve Austin es férrea, inquebrantable, nacida de una discografía que cuenta sus títulos por puñeteros triunfos, y que nunca se ha visto defraudada ni un ápice. Sin embargo, si que puedo decir que Pain Is A Warning es el trabajo de la banda que más me ha sorprendido. Sobra decir que muy agradablemente. Porque probablemente nos encontremos ante el disco más accesible de TITD (accesible dentro del Universo de Austin, claro está), y donde la vena rockera y progresiva que se intuía en pasados álbumes ha aflorado en todo su esplendor. Que nadie se asuste, porque toda la rabia, mala hostia y desesperación existencial siguen ahí, y jamás se os ocurriría pinchar ninguno de los 9 temas contenidos en el disco en ninguna boda ni bautizo. Simplemente Austin ha decidido desvestir su música de sonoridades superficiales insuflándole por el camino esa energía inequívoca que hace funcionar los motores de los mejores combos de rock y punk. Respecto a su acercamiento al progresivo, lo hace mediante una óptica netamente minimalista, marca de la casa, donde son las pulsiones y ritmos primarios los que predominan. Todo en el álbum está en su sitio adecuado, en su proporción correcta, y tan sólo la mala hostia fluye descontrolada en esta verdadera obra de orfebrería noise. Mr. Austin sigue transmitiendo muchísimo mal rollo en sus interpretaciones vocales, ya sea en sus pasajes más calmados como en los momentos donde se desgañita como poseído por todos los demonios de su interior. Pero lo curioso es que a pesar de esto, si uno escucha la calmada This Is You, de todo ese pozo de oscuridad brota una belleza arrebatadora por su sencillez y sinceridad. Algo parecido ocurre con Remember To Forget, el otro corte sosegado de Pain Is A Warning, más intrincado que el anterior pero con el mismo ADN, con entretejidas hélices que se mueven entre la melancolía y la ensoñación lisérgica. La producción de Kurt Ballou es fantástica, tanto que sin miedo podría afirmar que este álbum es el que mejor suena de toda la discografía de TITD. Claro, nítido y contundente, el sonido del disco es el perfecto para acentuar todas las virtudes de la formación, que no son pocas. El álbum comienza entre heréticos susurros, anticipando la carnicería en Expectations Exceed Reality, un ataque frontal marca de la casa y repleto de riffs dañinos como machetes roñosos y una batería, la de Curran Reynolds, que hace gala de una técnica y precisión matemática de otro planeta. Death Curse no se queda atrás, en el que es probablemente el momento de mayor regocijo sanguinolento y salvaje del disco, recordando a unos Anaal Nathrakh en plena merienda, con el añadido de un Ryan Jones cuyo bajo perfectamente podría desmenuzar placas tectónicas. Pain Is A Warning es otro de los momentos álgidos del disco, un corte 100% TITD capaz de taladrarte el cerebelo con su mezcla de noise-rock e industrial, y que me ha recordado a los grandes Tomahawk de Mike Patton en alguno de sus pasajes. The Devil's Blood es otra estrella de brillante oscuridad, todo un homenaje a los tiempos de Temple Of The Morning Star, lanzándonos a la cara lo mejor que el noise, el punk y el metal sucio y primigenio tienen que ofrecer al mundo. La sección rítmica vuelve a moverse en niveles de puñetera perfección, elevando el tema a cotas estratosféricas de contundencia. Y que me aspen si ese final desbocado no lo hubieran firmado los mismísimos Motorhead... Lo dicho, grandiosa. El final del álbum nos reserva otra gran joya, de nombre Samurai. Clásico instantáneo y otro tema marca de la casa, sorprende porque entre la insana orgía de violencia que se desata en su interior se descubren unos riffs de inequívoco sabor sabbathico, algo inédito tratándose del señor Austin y que decir tiene de absoluto disfrute para el oyente. No quier terminar sin volver a alabar la actuación de la sección rítmica. Desde los orígenes con Elrod y Herrel que TITD no había gozado de una formación de este calibre, una en la que el talento de dicha sección se pusiera al nivel del genio del mismísimo Austin. Algo que en Pain Is A Warning se alcanza, para mayor gloria de uno de los mejores álbumes que la banda haya grabado jamás.


En mi humilde opinión, lo mejor que jamás haya facturado la banda desde Temple Of The Morning Star y Sadness Will Prevail.

NOTA: FUCKING CLASSIC (+10/10)


miércoles, 17 de agosto de 2011

BONG - Beyond Ancient Space (2011)



Hoy nos toca viajar al lado más denso e introspectivo del panorama musical, de la mano de una banda tremendamente especial, tanto por la propuesta musical que abanderan como por su inmensa productividad en el poco tiempo que lleva la formación en activo (empezaron en 2005 pero sus primeros trabajos vieron la luz a partir de 2007). Porque en los últimos cuatro años este cuarteto de Newcastle ha editado la friolera de 24 títulos, entre LP's, EP's, Splits y discos en directo, en gran parte determinados por la pertenencia de los miembros de Bong a muchas otras bandas de la efervescente escena local de su ciudad. Como es natural, tanta inquietud hace que esas referencias tengan sus altos y bajos, pero se puede decir que en todas ellas Bong se han desmarcado como una banda única, y su heavy/doom de fuertes influencias drone y psicodélicas como una de las propuestas más ilusionantes y frescas de la escena metálica internacional, aunque sólo un puñado de personas les conozcan o (lo más habitual) sean capaces de operar esa transformación mental necesaria para encarar los trabajos de estos visionarios del doom. Beyond Ancient Space es el tercer LP del cuarteto, y a tenor de las críticas recibidas, un aspirante claro a colarse en muchas listas de lo mejor de 2011, aunque operando desde un underground del que dudo que vayan a salir nunca. La alineación de este equipo de cosmonautas es Dave Terry al bajo y voces, el batería Mike Smith, Mike Vest como encargado de las seis cuerdas y efectos, y Ben Freeth poniendo el toque exótico con su sitar y shahi baaja (versión electrificada y ligeramente modificada del bulbul taranj indio, y que con sus doce cuerdas y teclado suele ser utilizado tanto en composiciones techno del país como en bandas de drone y psicodelia). 


Ya comentaba que para escuchar la música de Bong hacía falta cierto ejercicio de adecuación mental, de liberarnos de cualquier otro concepto ajeno a la receptividad sensorial plena, paso previo y necesario para empaparse de lleno en ese Universo infinito y extraño que está contenido en Beyond Ancient Space. En este mundo de prisas, ajetreos y estrictos horarios, de modas y estilos artísticos muertos a los segundos de nacer, no es de extrañar que una propuesta como la de los británicos no sea la más popular del vecindario. Y es así porque su música es una invitación a detenerse, a vaciar la mente de todo concepto superficial y adentrarse en ese vasto cosmos aterrador y maravilloso que no es otro que el que existe dentro de cada uno. Para ello no han dudado en viajar a la fuente y hacer suyas las enseñanzas tanto de los primeros músicos de nuestra civilización como de lo más granado del rock en todas sus vertientes, en un viaje sonoro que recorre desde el Sama Veda o Veda de los cánticos a la heterodoxia doom de Hey Colossus, pasando por ecos del space rock de Hawkwind e incluso del shoegaze de My Bloody Valentine. Pero, y esto es lo más importante, todas estas influencias no son más que herramientas para obrar un fin mayor, diferente, la experiencia como cristalizadora de las conclusiones presentes y los actos del mañana. Las murallas de sonido, los efectos drone, el sitar y shahi baaja siempre en primer plano, los cánticos, los 75 minutos divididos en 3 cortes mastodónticos, todo está conjurado en Beyond Ancient Space para obrar en el oyente una transformación trascendental, un efecto narcótico que prepara sus constantes vitales y espirituales para adentrarse en ese infinito desgraciadamente tan desconocido como es el que vive en nuestro fuero interno. Por todo lo dicho sería, no obstante, todo un error catalogar la música de Beyond Ancient Space como simplemente psicodelia, ya que aunque la miríada de matices que convierten el álbum en un fresco intrincado puedan desviar la mirada de la raíz, ese punto de partida es inequívocamente doom, y de una potencia, fuerza y densidad que nada tienen que envidiar a las bandas más plúmbeas del panorama actual. Como si de unos Om sumergidos en mercurio líquido se tratase, pero sin ninguna de sus pajas mentales pseudo-religiosas, Bong actúan a un nivel mucho más primario, moviéndose en una espiral expansiva contradictoria, ya que en realidad su trazado se va enroscando cada vez más dentro, más profundo, en nuestras entrañas, reflexión que habla de que para alcanzarnos tenemos antes que abrirnos al infinito. Por todo esto dudo mucho que una banda como Bong sea jamás un nombre de primera fila dentro del doom, y del metal en general. Es imposible que ocurra en un mundo donde la gente ha renunciado a vivir su propia vida, delegando ese don preciado (el más preciado) en arquetipos de plástico y banales historias de bazofia catódica. Puede que en un futuro más radiante, con menos toneladas de mierda encima, una propuesta como la de los británicos sea por fin reconocida, y sus álbumes estudiados en conservatorios. Hasta que ese día llegue, un servidor se seguirá conformando con pinchar Beyond Ancient Space, cerrar los ojos y perderse en las constelaciones de su mente. 


Si YOB es la mejor banda doom de la actualidad, Bong se han confirmado como el mejor grupo  fuera de la corriente temporal. Porque eso nos propone Beyond Ancient Space, romper las barreras de lo físico, de lo posible, para adentrarnos en un plano de ritmos primarios y ensoñaciones lisérgicas, donde la música es mucho más que discos, formatos, giras o estribillos. La música como espíritu destilado, insustancial, poderoso y creador.

NOTA: FUCKING CLASSIC (+10/10)


viernes, 12 de agosto de 2011

POWERWOLF - Blood Of The Saints (2011)



Hoy toca reseñar un álbum, y una banda, muy especiales para mí, puesto que se trata de una de las formaciones más extrañas dentro de mi discografía esencial. Powerwolf son un cuarteto  alemán/rumano de power metal que... QUE???!!! ¿Cthulhu ha enloquecido definitivamente? ¿Power Metal? ¿Se ha pasado al bando de esos amariconados de los Antiguos, mil pestes se los lleven? No, no, para nada, sigo siendo la misma mierda cósmica y tentacular, y mi cordura está igual de jodida que siempre. Aunque devoraré vuestras almas por insinuar mi amistad con los Antiguos. Céntremonos. Powerwolf molan un huevo y parte del otro, y desde su nacimiento en 2003 de la mano de los hermanos Greywolf (si no me llamara Cthulhu ese apellido me lo pediría) se han caracterizado por practicar un power metal muy atípico, especialmente por una estética y unas letras alejadas de los clichés del género, lo que les ha valido el desprecio de esos cro-magnones amantes de Manowar y Helloween. Donde aquellos se regocijan en los cuerpos aceitados y las batallas de espada y brujería, Powerwolf  inciden, con mucho sentido del humor, en himnos que alaban a Satán y orinan sobre el cristianismo, así como en guiños a elementos de la mitología del Centro y Este de Europa, como los hombres lobo y los vampiros. Superándose disco a disco, su confirmación llegó con Bible Of The Beast (2009), una incontestable colección de temazos que respondían a títulos tan grandiosos como Resurrection By Erection, Raise Your Fist, Evangelist o St. Satan's Day. Conscientes de haber dado con una fórmula ganadora y personal, Blood Of The Saints nace con la intención de refrendar todo lo conseguido con su anterior álbum, así como escupir una vez más al cristianismo entre carcajadas. Para ello han contado con un coro de más de cuarenta integrantes, grabando en un par de iglesias abandonadas del siglo XVIII y teniendo a los controles de sonido a Daniel Bergstrand, conocido por sus trabajos para In Flames y Meshuggah. Casi nada!


¿Y qué es lo que tenemos en Blood Of Saints? Pues exactamente lo mismo que hizo grandioso a Bible Of The Beast, que ya es muchísimo. Sin ningún pudor en calcar una fórmula que es suya por derecho propio, Powerwolf se han currado 11 himnos que harán que se te disloque el hombro de tanto alzar el puño cual poseso. Junta en un mismo recipiente cabalgadas infernales, heréticos coros de iglesia, estribillos ganadores repetidos sin misericordia y un Attila Dorn de personalidad y registro vocal arrebatadores, y tendrás un pequeño resumen de lo que te espera. Las reminiscencias a grandes del Heavy Metal son indudables, y a lo largo del metraje del disco se reconocen claramente las de Running Wild o Iron Maiden (Night Of The Werewolves lo hubieran firmado los ingleses perfectamente) entre otros, pero todo ello llevado al oscuro, herético y barroco mundo de este quinteto genial. De principio a fin nos encontramos con un trabajo, y por extensión una banda, hecho para disfrutar con una sonrisa inmensa y una copa de sangre (o cerveza si no nos da el presupuesto) entre las manos, en honor a un Satanás cuyo culto nunca antes había molado tanto. La operística voz de Attila es la maestra de ceremonias perfecta para toda una orgía de melodías y solos de infarto, así como del teclado de un Falk Maria Schlegel que vuelve a salirse por los cuatro costados, con un sonido de órgano omnipresente a lo largo de Blood Of Saints y que dota al álbum de una oscuridad y épica insuperables. Estribillos como los de las iniciales Sanctified With Dynamite o We Drink Your Blood se te grabarán a fuego, y te aseguro que los tararearás sin descanso durante días y días, probablemente hasta que tu jefe te amenace con el despido por proferir cánticos heréticos en la oficina. La ignominiosa alquimia con que estos tíos componen sus temas los hacen irresistibles, tanto que volverás a ellos cientos de veces, y en todas acabarás con los cuernos desafiando al cielo. Imposible remarcar un tema sobre otro, pero si no te pones a hacer el gorila en celo con cortes como Dead Boys Don't Cry, Murder At Midnight o la grandiosa Die, Die, Crucified (¿Soy solo yo, o esos estribillos son 100% hardcore?), es que no tienes sangre en el cuerpo, y mereces tu condición de muerto en vida. Estamos ante un disco mucho más que redondo, a cargo de una banda en su mejor momento de forma, a la que sólo podemos dar gracias por brindarnos estos momentos de total disfrute y alborozo. ¿La mejor banda de power metal del momento? A años luz de todas las demás, pero hasta esto se le queda pequeño (la competencia tampoco es que sea muy dura), y sin pudor afirmo que estamos ante uno de los mejores grupos de heavy metal del planeta. De cabeza a lo mejor de 2011.


Otro disco incontestable, desmedido y genial. Un placer acompañar a Powerwolf en su desenfrenada carrera al Infierno. El Heavy Metal como orgiástica celebración del exceso y la diversión, a cargo de una banda en su momento más dulce.

NOTA: 9,25/10


jueves, 11 de agosto de 2011

FLESHGOD APOCALYPSE - Agony (2011)



Regresamos al metal extremo con uno de los discos que a buen seguro copará muchas listas de lo mejor de 2011, al mismo tiempo que me temo será denostado por gran parte del sector más duro e integrista del death metal. Pero vayamos por partes. Fleshgod Apocalypse es un joven quinteto italiano oriundo de Perugia, que comenzó a dar sus pasos a mediados de la década pasada. Su primera demo autoproducida vio la luz en 2007, así como un split a cuatro bandas un año después (Da Vinci Death Code). Pero su explosión viene de la mano de un debut, Oracles (2009), que les coloca como una de las formaciones más prometedoras del panorama internacional merced a un death metal tremendamente técnico y adrenalínico. Esas buenas sensaciones se refrendan un año después con la edición del EP Mafia (disco con el que un servidor les conoció gracias al blog del gran Magli), donde introducen a su brutalidad pequeñas pinceladas sinfónicas así como algunas voces limpias, y que les vale fichar por el importante sello Nuclear Blast. A pesar de estar instalados en una posición netamente underground, la valía de los citados trabajos les permiten girar con luminarias del género como Marduk, God Dethroned, Vader o Suffocation. En la actualidad están inmersos en la que probablemente sea la gira más importante de su corta carrera, la participación en el festival itinerante norteamericano The Summer Slaughter Tour, compartiendo cartel con The Black Dahlia Murder, Whitechapel, Dying Fetus o Six Feet Under entre otros.


En entrevistas previas a que Agony viera la luz los integrantes de Fleshgod Apocalypse ya habían avisado de sus intenciones de ahondar en esa vertiente sinfónica que había asomado la cabeza en Mafia. Pero nadie, ni un servidor, podíamos esperar una profundización tan grande como la que los italianos han llevado a cabo en su más reciente trabajo. Y no comento esto como algo negativo, ojo, sino todo lo contrario, pues con Agony el quinteto ha dejado de ser una banda más de death metal, talentosa pero sin ningún rasgo diferencial, para colocarse como toda una potencia dentro de esa corriente que une los sonidos sinfónicos con el metal más extremo imaginable. Fleshgod Apocalypse, con tan sólo este álbum, se han erigido como la banda que Dimmu Borgir lleva años intentando ser (con bochornosos resultados) y le mea en la oreja al reciente y sobrevalorado The Great Mass de sus vecinos griegos Septicflesh. Sobre los primeros no voy a comentar más, por no ahondar en la herida, pero respecto al último álbum de los griegos, mi principal pega viene por una saturación excesiva de orquestaciones que fagocitan el alma del grupo, y que en mi opinión hace encallar The Great Mass en terreno de nadie, transmitiendo una sensación de frialdad notable. No es el caso de Agony, ya que lo que prima sobre el conjunto es una intensidad y pegada que en ningún momento le suelta la mano al death metal, y donde los arreglos y elementos sinfónicos, muy presentes, juegan a matizar y engrandecer esa rabia primaria. El ultratecnicismo iracundo que les hizo un nombre en sus comienzos sigue ahí, e incluso con un par de vueltas más, tanto que a ratos me recordaron a los enormes Ulcerate del Everything Is Fire, lo que no es moco de pavo. Una vez enseñados los dientes y marcado el territorio, es cuando entran en escena orquestaciones y épica como para llenar un par de óperas en la Scala de Milán, cortesía de Francesco Ferrini. Con la entrada de éste como miembro estable de la banda, esos matices clasicistas han pasado a un primer plano, tanto que no se podría comprender Agony sin su presencia. Siendo sincero, el metal sinfónico nunca ha estado entre mis gustos predilectos, pero he de reconocer que nunca había escuchado un álbum en que brutalidad y sofisticación clásica aparecieran tan perfectamente empastados, cumpliendo la segunda de catalizadora para elevar el causticismo extremo a unos niveles de épica que de otro modo serían casi imposibles de imaginar. El único punto negro de Agony es la proliferación de voces limpias, casi operísticas, y que se me antojan completamente innecesarias. El contrapunto al brutal death del quinteto ya viene de la mano de esas orquestaciones que he comentado, y la incorporación de esas voces, ademas de reiterar lo ya propuesto, provoca momentos en los que literalmente nos chirríen los oidos. Una verdadera lástima, porque de no ser por eso Fleshgod Apocalypse podrían luchar por el oro de 2011 sin ningún problema. Aún así, nos encontramos ante un disco soberbio, exhuberante e imaginativo, de una banda que a buen seguro nos seguirá alucinando en un futuro próximo. Libérate de prejuicios, abre tu mente, y disponte a disfrutar de esta carnicería a ritmo de vals...


Nunca el brutal death y la delicadeza clásica fueron tan buenos amigos, ni dieron un resultado tan sorprendente. Agony es la confirmación de que Fleshgod Apocalypse son un torrente de talento, pericia e ideas casi inagotable, y que a poco que pulan minimamente un par de aspectos pueden lanzarnos a la cara una obra maestra en toda regla. Mientras tanto, podemos esperar gustosos degustando este pedazo de disco.

NOTA: 9/10


jueves, 4 de agosto de 2011

END OF LEVEL BOSS - Eklectric (2011)



Mi reseña de hoy tiene tanto de alabanza a un gran disco como reivindicación de una de las bandas más injustamente ignoradas del panorama rockero internacional. El agravio es aún mayor cuando lo que tenemos enfrente es uno de esos rara avis que por sus influencias extravagantes y ganas de romper moldes suponen todo un soplo de aire fresco en un género muy dado a acomodarse en la estática contemplación del pasado. End Of Level Boss es un cuarteto británico que comenzó su andadura en 2003, y cuya curiosa mixtura de stoner con rock progresivo llamó la atención desde el principio al sello Exile On Mainstream Records, hogar de titanes como Beehover, Wino, Hidden Hand o Place Of Skulls. Con el sello se crearía un vínculo que se mantiene hasta la actualidad, y que comenzó en 2005 con la aparición de Prologue, su debut. Las buenas sensaciones cosechadas se vieron refrendadas dos años después de la mano de Inside The Difference Engine (2007),  la confirmación de End Of Level Boss como valor en alza dentro de la escena stoner británica, a pesar de la escasa repercusión entre el público. Hay que aclarar que no estamos ante unos novatos en el mundo de la música, pues la formación actual de la banda consta de Heck Amstrong (ex-Hangnail) a las guitarras y voces, Roland Scriver (Sloth) también a las seis cuerdas, y una reformada sección rítmica que incluye al bajista Peter Theobalds (ex-Akercocke, Gonga) y el batería Neil Grant (ex-Raar). Casi nada para el cuerpo. En sus 8 años de vida han girado junto a insignes bandas como Orange Goblin, Volt, Hidden Hand, Todd o Place Of Skulls, y tocado en el Roadburn Festival.


Si uno lee la promo oficial de EOLB, le chocará mucho la definición que de ellos se hace como el resultado de juntar a Kyuss con King Crimson. Bizarrada? Por supuesto, pero no carente de sentido. Aunque la influencia de nuestros amados moradores del desierto se ha ido atenuando con el paso del tiempo en beneficio de otras igual de curiosas, lo que si es cierto es que en la música de los británicos se mezcla con pasmosa naturalidad la contundencia de los riffs sabbathicos con un amor desmedido por la exhuberancia compositiva, rayando por muchos momentos el free-jazz y la música experimental. Otras son las influencias nada veladas en Eklectric, y que para mí hacen aún más grandiosa a la banda, como son las de Voivod y Soundgarden. Otra bizarrada? Pues sí, pero de nuevo tan dispares propuestas se integran en el mundo de estos locos como si nada. El metal progresivo de los canadienses es en Eklectric más patente que nunca, y la interpretación vocal de Armstrong nos recuerda por momentos muy mucho al genial Chris Cornell antes de dedicarse a anunciar calzoncillos y mover las caderas con Justin Timberlake. La impronta de todas estas grandes formaciones es esencial para comprender el mundo de EOLB, eso es innegable, pero también lo es la personalidad con que todas ellas quedan integradas en un todo diferenciado y único, que hará que en todo momento sepas que estás ante un disco del cuarteto británico. La pericia instrumental de estos tíos es superlativa, y los 10 cortes que conforman Eklectric son una cabalgada salvaje llena de constantes cambios de ritmo, contundencia metálica y unos tremendos solos a cargo de Roland Scriver (este señor no está en Sloth por casualidad). Las partes en las que Armstrong para para desgañitarse con su voz melódica son las más reminiscentes de la época grunge, sin que ello sea nada negativo, sino todo lo contrario, ya que impregna los temas de un sentimiento y fuerza tremendos, algo muy importante en este tipo de trabajos que muchas veces tienden a la asepsia ultratécnica. A medio camino entre el metal y el rock, Eklectric es para mí el mejor trabajo de EOLB hasta la fecha, y un ejercicio espectacular de transversalidad sonora que hará las delicias de todos aquellos que amamos la música de los 90, desde los fans de los Melvins a los locos por el grunge, pasando por esa minoría irreductible que gritamos en el desierto nuestro amor por Voivod (con éstos nos juntamos varias generaciones!).


Gran disco, lleno de versatilidad y valentía. Una orgía de ritmos que nos trasladará a lo mejor del rock y el metal de hace dos décadas. La confirmación de EOLB como una de las grandes joyas de la pérfida Albión.

NOTA: 8,75/10