- The Sunless Citadel
- Infernal Judgement
- Redneck Deity
- Draconian March
- Bottom Basement
- Tree Of Woe
- Last Charge Of A Dying Race
- Brink Of The Maelstrom
- Wizard Smoke
- The Goatbridge
Joder, otro descubrimiento enorme. Demuestra además, por si quedaba algún resquicio de duda, el fantástico momento que vive el doom en EEUU. Junto al pepinazo de The Gates Of Slumber, de lo mejorcito que ha llegado a mis oidos si de doom clásico hablamos. Ol' Scracht son un quinteto de Virginia formados en 2003, y tras numerosos cambios de formación cuentan ahora con miembros de Lord, Black Canary y VOG. Han sacado varios EP's, un split junto a Lord, y en 2007 lanzaron su disco de debut, In Next Illic Est Vita. Además, han girado como animales por toda la geografía estadounidense, abriendo para superbandas como Trouble, Sourvein, Weedeater, Alabama Thunderpussy o Kylesa.
The Sunless Citadel tiene todo lo que hace enorme al doom primigenio, pero alimentado con la mala baba del sludge más pantanoso y unos riffs de guitarra al estilo del mas sucio southern rock. Su sonido reverbera como si lo estuvieramos oyendo desde las profundidades de una caverna mientras gigantescos minotauros corren en estampida hacia uno. A pesar de que estamos ante un álbum inequivocamente doom, a nada que agucemos un poco el oido, son varias las influencias que captaremos en los diferentes cortes. Desde el doom metal de manual en Infernal Judgement, al southern rock de Redneck Deity, pasando por el minimalismo acústico de Tree Of Woe o las reminiscencias a los primeros Cathedral que podemos encontrar en Draconian March. Influencias y recursos que la banda condensa, retuerce y ahonda en la final The Goatbridge, una puta maravilla de 11 minutos donde dan rienda suelta a su creatividad, y hasta se dan el lujazo de coquetear con el progresivo, recordándonos durante muchos momentos a los grandes Electric Wizard. El sonido de bajo en The Sunless Citadel es abrumador, construyendo una densa pantalla sobre la que el resto de instrumentos matizan y completan cada canción. Las guitarras, respaldadas por esta muralla, tan sólo tienen que limitarse a redondear dichos temas, y lo hacen a la perfección al verse liberadas de cargar con el peso principal de las composiciones. La voz de Andy "Gandhi" Murray es perfecta y tremendamente versátil para lo que se acostumbra en el género, pudiendo cantar como el Lemmy más carrasposo (cuando los temas derivan hacia el sludge), soltar alaridos de auténtico frontman de combo heavy (Bottom Basement) o adscribirse a los registros más stoner. Poco más que añadir a un trabajo que suple con brillantez, actitud y temazos su falta de originalidad.
Grandísimo disco, ideal para esas fiestas donde abunda la cerveza y el bourbon, el ambiente está cargado del humo de los porros y las mujeres brillan por su ausencia.
The Sunless Citadel tiene todo lo que hace enorme al doom primigenio, pero alimentado con la mala baba del sludge más pantanoso y unos riffs de guitarra al estilo del mas sucio southern rock. Su sonido reverbera como si lo estuvieramos oyendo desde las profundidades de una caverna mientras gigantescos minotauros corren en estampida hacia uno. A pesar de que estamos ante un álbum inequivocamente doom, a nada que agucemos un poco el oido, son varias las influencias que captaremos en los diferentes cortes. Desde el doom metal de manual en Infernal Judgement, al southern rock de Redneck Deity, pasando por el minimalismo acústico de Tree Of Woe o las reminiscencias a los primeros Cathedral que podemos encontrar en Draconian March. Influencias y recursos que la banda condensa, retuerce y ahonda en la final The Goatbridge, una puta maravilla de 11 minutos donde dan rienda suelta a su creatividad, y hasta se dan el lujazo de coquetear con el progresivo, recordándonos durante muchos momentos a los grandes Electric Wizard. El sonido de bajo en The Sunless Citadel es abrumador, construyendo una densa pantalla sobre la que el resto de instrumentos matizan y completan cada canción. Las guitarras, respaldadas por esta muralla, tan sólo tienen que limitarse a redondear dichos temas, y lo hacen a la perfección al verse liberadas de cargar con el peso principal de las composiciones. La voz de Andy "Gandhi" Murray es perfecta y tremendamente versátil para lo que se acostumbra en el género, pudiendo cantar como el Lemmy más carrasposo (cuando los temas derivan hacia el sludge), soltar alaridos de auténtico frontman de combo heavy (Bottom Basement) o adscribirse a los registros más stoner. Poco más que añadir a un trabajo que suple con brillantez, actitud y temazos su falta de originalidad.
Grandísimo disco, ideal para esas fiestas donde abunda la cerveza y el bourbon, el ambiente está cargado del humo de los porros y las mujeres brillan por su ausencia.
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