Tracklist:
- Panthalassa
- La Brea Tar Pits
- Sutterville
- Dead Man Slough
- Throwing A Donner Party At Sea
- Sevengill
- Mormon Island
- Blue Linckia
- Emerald Bay
- Rubicon Wall
Buf...que discazo. Y no es que no estuviéramos bajo aviso, porque con su anterior trabajo, Metridium Fields, ya apuntaban muy, pero que muy alto. Algunas dudas generaron el cambio completo de la formación, quedándose solos al frente del Calamar Gigante el líder y compositor Aaron Gregory y el bajista Bryan Beeson. A ellos parece que no les generó ninguna. Trasladados a California, donde Gregory trabaja como buzo del Acuario de la Bahía de San Francisco, sumaron a su proyecto a la genial cellista/vocalista Jackie Perez Gratz (Neurosis, Grayceon, Amber Asylum...) y al batería Chris Lyman (compañero de trabajo de Gregory en el Acuario). Junto a ellos, numerosos músicos de diversas disciplinas fueron también seducidos por la propuesta musical de Gregory, y el monstruo comenzó a mover sus tentáculos.
¿Estamos ante un disco de post-metal? Puede que sí, y por momentos se sitúa en esas coordenadas. Pero The Ichtyologist es mucho, mucho más que un disco de post-metal, o de metal, o de progresivo. Es una entidad aparte, y que haciendo honor a su nombre despliega sus enormes extremidades abrazando numerosas influencias que devora, digiere y convierte en una energía vital personalísima, incluso diría que inimitable. Durante el transcurso de este viaje marino (si, es un álbum conceptual, algo normal viendo el oficio del compositor) nos van a asaltar guitarras de reminiscencias doom, voces árabes, cellos, violines, flautas, oboes, trompetas y hasta un banjo. Por favor, que nadie se asute, que esto no es una bizarrada ni Mike Patton se ha metido a emular a Jackes Cousteau. Por extraño que parezca, todo este eclecticismo e infinidad de sonidos se conjuntan en The Ichtyologist a la perfección en unos temas que nada tienen que ver con una aburrida e infinita jam-session de música masturbatoria. Algo que se debe agradecer no sólo a la increíble personalidada de Aaron Gregory, sino también a la obra de orfebrería que lleva a cabo Matt Bayles en la producción. Otra medalla más para alguien que ha estado tras los controles de obras maestras de bandas tan importantes (y diferentes entre sí) como Isis, Soundgarden, Mastodon, Pearl Jam o Botch. Es un álbum con un equilibrio exquisito entre la pericia instrumental, las progresiones y la capacidad de transmitir emociones, de las que aquí hay todo un torbellino. Si a ello le añadimos la aparición de la maravillosa voz de Anneke Van Giersbergen (ex-The Gathering) en la oscura Sevengill, el orgasmo está casi asegurado. También en estas líneas se mueve La Brea Tar Pits, donde Gregory y Jackie se unen a las voces creando un mantra en el que emergen Neurosis, System Of A Down (la voz de Gregory es muy similar a la de Serj Tankian) y el rock psicodélico de los 70 como si tal cosa. Los temas más rabiosos, en la línea de Phantalassa o Sutterville, sacan el lado más metálico de la banda, con un Chris Lyman demostrando todo su talento. Cualidad que tiene para dar y regalar Jackie Perez, ya que su cello es una de las estrellas durante toda la función. Especialmente en los cortes más alocados, como Throwing A Donner Party At Sea o Dead Man Slough, el instrumento serpentea salvaje a lo largo de todo el metraje, cobrando un protagonismo realmente estelar. Supongo que el ser un disco tan extraño, y la dificultad de movilizar a tantos músicos es una de las razones de que no encontraran discográfica y se vieran obligados a autoproducirlo. O puede (lo más probable), que a estos tíos se la sude, y que este Calamar Gigante sea el producto de la conjunción en el momento y lugar adecuado de muchos amigos con la única pretensión de dar vida a sus inquietudes musicales. Da igual, lo único importante es que gracias a esto podemos disfrutar de una de las obras más especiales que nos puede ofrecer el rock hoy en día. De esas que navegan al margen de portadas, etiquetas o corsés estilísticos.
Una joya llena de innumerables brillos y facetas, que te tendrá fascinado durante toda la escucha, y durante toda una vida.
¿Estamos ante un disco de post-metal? Puede que sí, y por momentos se sitúa en esas coordenadas. Pero The Ichtyologist es mucho, mucho más que un disco de post-metal, o de metal, o de progresivo. Es una entidad aparte, y que haciendo honor a su nombre despliega sus enormes extremidades abrazando numerosas influencias que devora, digiere y convierte en una energía vital personalísima, incluso diría que inimitable. Durante el transcurso de este viaje marino (si, es un álbum conceptual, algo normal viendo el oficio del compositor) nos van a asaltar guitarras de reminiscencias doom, voces árabes, cellos, violines, flautas, oboes, trompetas y hasta un banjo. Por favor, que nadie se asute, que esto no es una bizarrada ni Mike Patton se ha metido a emular a Jackes Cousteau. Por extraño que parezca, todo este eclecticismo e infinidad de sonidos se conjuntan en The Ichtyologist a la perfección en unos temas que nada tienen que ver con una aburrida e infinita jam-session de música masturbatoria. Algo que se debe agradecer no sólo a la increíble personalidada de Aaron Gregory, sino también a la obra de orfebrería que lleva a cabo Matt Bayles en la producción. Otra medalla más para alguien que ha estado tras los controles de obras maestras de bandas tan importantes (y diferentes entre sí) como Isis, Soundgarden, Mastodon, Pearl Jam o Botch. Es un álbum con un equilibrio exquisito entre la pericia instrumental, las progresiones y la capacidad de transmitir emociones, de las que aquí hay todo un torbellino. Si a ello le añadimos la aparición de la maravillosa voz de Anneke Van Giersbergen (ex-The Gathering) en la oscura Sevengill, el orgasmo está casi asegurado. También en estas líneas se mueve La Brea Tar Pits, donde Gregory y Jackie se unen a las voces creando un mantra en el que emergen Neurosis, System Of A Down (la voz de Gregory es muy similar a la de Serj Tankian) y el rock psicodélico de los 70 como si tal cosa. Los temas más rabiosos, en la línea de Phantalassa o Sutterville, sacan el lado más metálico de la banda, con un Chris Lyman demostrando todo su talento. Cualidad que tiene para dar y regalar Jackie Perez, ya que su cello es una de las estrellas durante toda la función. Especialmente en los cortes más alocados, como Throwing A Donner Party At Sea o Dead Man Slough, el instrumento serpentea salvaje a lo largo de todo el metraje, cobrando un protagonismo realmente estelar. Supongo que el ser un disco tan extraño, y la dificultad de movilizar a tantos músicos es una de las razones de que no encontraran discográfica y se vieran obligados a autoproducirlo. O puede (lo más probable), que a estos tíos se la sude, y que este Calamar Gigante sea el producto de la conjunción en el momento y lugar adecuado de muchos amigos con la única pretensión de dar vida a sus inquietudes musicales. Da igual, lo único importante es que gracias a esto podemos disfrutar de una de las obras más especiales que nos puede ofrecer el rock hoy en día. De esas que navegan al margen de portadas, etiquetas o corsés estilísticos.
Una joya llena de innumerables brillos y facetas, que te tendrá fascinado durante toda la escucha, y durante toda una vida.
Nota: 9,25/10
3 comentarios:
Si, espero tu comentario! Sobre todo para confirmar si son tan buenos o soy yo sólo que me he quedado prendado de ellos.
Un saludo!
Es sin duda una de las mejores bandas del Nuevo Milenio, es más, mi disco preferido de la década es este.
Espero que sigan haciendo esta música excelente...
Excelente Disco (Aunque he tenido problemas al descargarlo pues al parecer el archivo está corrupto y no muestra algunas pistas, sin embargo he resubido el disco a mediafire y enlazado a tu reseña: http://gundabad.wordpress.com/2010/11/05/musica-gundabiana-giant-squid/ no dudes en usar el enlace si es necesario) Un Saludo
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